¿Una revolución en manos de reformistas?


Desde hace algún tiempo la singular confrontación que se viene adelantando entre reformistas y revolucionarios en el seno del proceso bolivariano venezolano ha tenido poca repercusión en las bases populares, huérfanas de una orientación ideológica que les permita comprender con certeza el por qué de dicha confrontación. Esto ocurre en cada estado y municipio de Venezuela, en todas las organizaciones partidistas y sociales que se manifiestan bolivarianas, chavistas o revolucionarias. Por doquier, se observa una pugna tenaz que se pretende silenciar bajo el pueril argumento que la misma perjudica grandemente la marcha del proceso bolivariano y, aún más, desacata las líneas estratégicas emitidas por el Presidente Hugo Chávez.

Todo esto, lamentablemente, carece –hasta ahora- de un componente ideológico preciso que ayude a deslindar ambos sectores, de modo que no exista ya más esa rara mezcolanza de gente proveniente de la derecha (con una formación ideológica socialdemócrata o socialcristiana, pero, en todo caso, de derecha) y otra proveniente de las filas de la izquierda o de la ultraizquierda (con una formación marxista-leninista definitoria de su condición revolucionaria), la cual hace que la transición entre el viejo sistema representativo y el nuevo sistema participativo coexistan, sin que se propicie un salto adelante que la trascienda definitivamente. Ello contribuye a que las masas populares se mantengan aferradas todavía a los viejos esquemas restrictivos y el paternalismo que les impusiera el Pacto de Punto Fijo, logrando que las mismas fueran meras espectadoras de las acciones y decisiones que tomaban las cúpulas adeco-copeyanas en su nombre. Hoy se requiere que haya audacia suficiente para enfrentar a las nuevas cúpulas partidistas que le cierran oportunidades de expresión, formación y organización al pueblo. Para tal cometido, todos los individuos y todos los grupos o movimientos medianamente identificados con la propuesta del socialismo del siglo XXI tendrían que tender puentes de comunicación que vayan minando el sectarismo que pudiera caracterizarlos a todos y convencerlos de la necesidad de construir la unidad popular. Mientras no se comprenda que esto es un imperativo histórico que no podrá eludirse si se quiere instaurar la revolución en Venezuela, las cúpulas reformistas seguirán detentando el poder y obstruirán toda iniciativa que socave tal poder, así tengan que enfrentarse a Chávez.

Pero, si los individuos y grupos o movimientos insertos en los ideales de la revolución socialista se mantienen al margen de la escena política, pretendiendo tomar el cielo por asalto, sin considerar siquiera el decisivo papel a cumplir por las masas populares, nada extraño tiene que este novedoso proceso revolucionario bolivariano termine fulminado por las apetencias antisociales y contrarrevolucionarias de los reformistas. En este sentido, las experiencias del pasado (llámese la URSS, la Nicaragua sandinista, el Chile bajo Allende y otros procesos revolucionarios que se plantearon la senda socialista) podrían ayudar a superar los errores cometidos y trazarse como meta el acoplamiento de un amplio movimiento revolucionario, sea nacional, regional o local, que –del lado del pueblo, sin subordinarlo- comience a hacer la revolución, confrontando sin temor al reformismo presente en las principales estructuras partidistas del chavismo y en las diferentes instancias de poder. Pero, esto exigirá, a su vez, declinar (de antemano) cualquier postura excluyente y autosuficiente porque, de lo que se trata, es de armar ideológicamente al pueblo, de manera que sea él, y no ningún providencialismo, quien le dé la direccionalidad necesaria al proceso revolucionario bolivariano, incluso, más allá de donde lo ha conducido Chávez.-






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Homar Garcés


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