Palestina nos carea a todos

Social, histórica y religiosamente condicionados en la creencia milenaria de ser el pueblo de Dios y, en consecuencia, los propietarios legítimos de lo que corresponde al territorio de Palestina y de sus vecinos del Medio Oriente, usurpándolos mediante el empleo de las armas y bajo la complacencia de las potencias coloniales de Europa y del imperialismo yanqui, los sionista-genocidas de Israel han conseguido que muchas personas y gobiernos, incluida la Organización de las Naciones Unidas, hayan legitimado con su indiferencia el genocidio sistemático perpetrado contra la población palestina. Para estos, al igual que para quienes los respaldan política, financiera y militarmente, poco importa el sufrimiento causado a miles de niños, mujeres y hombres que sucumben diariamente bajo el impacto de balas y bombas israelíes, aunado a un bloqueo atroz de suministros de alimentos y de medicinas y la destrucción de infraestructuras que tienen como efectos el hambre y las enfermedades. Ninguna información de los estragos producidos en la franja de Gaza, ni las imágenes de cientos de infantes asesinados y famélicos, han podido conmover la conciencia de los gobernantes estadounidenses, europeos y latinoamericanos (entre estos últimos, el más vehemente, el loco de Argentina), interesados en lograr dividendos de toda clase de los crímenes de lesa humanidad allí cometidos, como lo demuestra la serie de acuerdos e intenciones -no únicamente militares- anunciados públicamente por éstos.
 
La destructividad y la crueldad exhibidas por las fuerzas de defensa israelíes solo podrían compararse a las llevadas a cabo por los nazi-fascistas alemanes y sus aliados del siglo pasado. Y en esa comparación estos saldrían, de algún modo incómodo, favorecidos. Si existió el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, en Polonia, donde se ejecutaba el exterminio de la población identificada con la práctica del judaísmo, de gitanos y comunistas, ahora existe uno de mayores dimensiones que aquel, con el agravante que este se encuentra a la vista de todos y está documentado en videos y fotografías actualizados a diario. Pero el cinismo sionista supera también a los jerarcas nazis cuando manifiestan frente a los medios de información su voluntad de arrasar con toda vida palestina, invocando su derecho a repeler una agresión que, si examinamos minuciosamente, es proporcionalmente mínima o, prácticamente, inexistente del lado árabe. Lo mismo pasa cuando explota la credulidad y el fanatismo de algunas iglesias proclamadas cristianas, al apelar a su herencia divina, sin que se tome en cuenta el hecho de que la gente de Israel no reconoce como Dios a Jesucristo y mucha de ella está de acuerdo con erradicar de los territorios ocupados cualquier expresión religiosa ajena a la suya.
 
Demás está afirmar que la inoperancia de la Organización de las Naciones Unidas (con el veto permanente de Estados Unidos) da facilidades al régimen de Israel para que acentúe su agenda de destrucción y genocidio. Ni siquiera la denuncia del gobierno de Sudáfrica ante la Corte Penal Internacional, la cual dictaminó que Benjamín Netanyahu y Yoav Gallant (ministro de defensa israelí) “son responsables penalmente de los siguientes crímenes como coautores por haber cometido los actos conjuntamente con otros: el crimen de guerra de hacer morir de hambre como método de guerra; y los crímenes de lesa humanidad de asesinato, persecución y otros actos inhumanos”; ha sido algo efectivo para detener el cumplimiento de esta malévola agenda. A todo esto se suma la campaña sincronizada de desinformación llevada a cabo desde las grandes corporaciones mediáticas que ha contribuido a presentar y a mantener la imagen estereotipada de los palestinos como terroristas y extremistas religiosos que solo provocan muertes y devastación a la ciudadanía pacífica de Israel, cuyo Estado sería el único de tendencia democratica en toda la región de Oriente Medio (a pesar del apartheid legalizado), por lo que sería lícito y hasta moral apoyarlo. En consecuencia, Palestina nos carea a todos. Nos revela cuál es nuestra posición respecto a la impunidad del poder hegemónico, nuestra hipocresía en relación con nuestro credo sobre la democracia y los derechos humanos y, lo más preocupante de todo, nuestra desconexión emocional frente al dolor ajeno.
 
El sadismo y la necrofilia son, innegablemente, los mecanismos motores principales como aflora la conducta agresiva (maligna, en todo caso) de civiles, policías y militares israelíes contra cualquier habitante de Palestina, extensivas a niños que son detenidos, juzgados y detenidos sin que medien la intervención del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (United Nations International Children's Emergency Fund o UNICEF, por sus siglas en inglés) ni respeto alguno a los derechos humanos reconocidos internacionalmente. Esto lo reflejan en su comportamiento cotidiano, constatado en videos realizados por ellos mismos, celebrando la destrucción de casas, hospitales y escuelas, y la muerte de aquellos que no son considerados por ellos como seres humanos, amparándose en las doctrinas extraidas del llamado Antiguo Testamento bíblico. Esto último explica y sustenta el desbocado supremacismo que los caracteriza, el cual es, por añadidura, el germen del histórico racismo europeo y estadounidense; lo que explicaría la afinidad ideológica existente entre unos y otros, pero que, en el caso del resto de la humanidad, es un asunto verdaderamente cuestionable, tanto o más que el supuesto antisemitismo que profesaríamos quienes defendemos el derecho del pueblo palestino a la vida y a la tierra de sus ancestros, del mismo modo como se justifica ante el mundo el régimen sionista-genocida de Israel. -


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Homar Garcés


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