Chávez nunca morirá

“Cuando se piensa superficialmente, cuando no se entraña la idea en el fondo del alma, se suele decir ¿a qué estos dolores, desenlazándose el uno en el sepulcro y el otro en la eternidad?”

Después de haber recorrido la vida del Comandante Chávez, detengámonos un momento a contemplar a este hombre excepcional en su conjunto. Como jamás hubo en Venezuela después del Libertador Simón Bolívar un líder que fuera tan subjetivo e individual, jamás una vida contribuyó a desarrollar un carácter, ni un carácter a desarrollar un revolucionario como éste Gigante, nacido para felicidad del pueblo y atormentado por todas las desdichas. No creo yo que el genio se componga solamente de los nervios, de la sangre, del jugo que absorbe de la tierra donde ha nacido, del sol que ilumina y fecunda su cerebro. El genio es antes que todo una poderosa individualidad interior, con facultades innatas, elevadas por el estudio y por los choques de la vida a una gran potencia: el genio es un espíritu creador. Pocos venezolanos han poseído en tanto grado estas facultades eminentes como nuestro Comandante Eterno.

Pues bien, Chávez, antes que todo, es una personalidad: Cuanto puede impedir el crecimiento, el desarrollo de esta personalidad, le molesta y lo derriba: fe y leyes, costumbres tradicionalistas, límites de nacionalidad, preocupaciones de raza. Quiere vivir sólo en su conciencia, con su pensamiento en el mundo creado por su propio espíritu, tronando como un Dios y viendo hasta las leyes de la naturaleza plegarse a su omnipotente libertad. Jamás ninguna casta odió tanto a un hombre como la burguesía venezolana al Comandante Chávez; jamás ninguna casta representó con más fidelidad en sus cualidades características, y sobre todo, en su orgullosa individualidad.

Una emoción pasaba con tal fuerza por todo su ser, que le dejaba el fuego de ardientes quemaduras. La burguesía se comunicaba con él sino por medio de su amado pueblo. Amaba las sensaciones, Creía que vivir era sentirlo todo, experimentarlo todo: pasar por los diversos grados del calor de la vida, del pueblo; ser el peregrino, errante, sin fin, desde Caracas, visitando todos los países de los cuatro puntos cardinales. Ser el orador que lucha en la tribuna y el pendenciero que lucha en las calles; el demócrata, el tribuno que protesta contra las tiranías y reclama todas las libertades. ¡El protagonista de la gran tragedia de los pueblos de nuestra América!

Y he aquí otra de sus cualidades culminantes: referir el mundo entero a sí. Esa grande fuerza que tiene nuestro Comandante para objetivar sus ideas y sus sensaciones. Contaba lo que sentía: la nube pasando sobre su conciencia, la chispa recorriendo el arpa de sus nervios, el amor de su corazón, la duda de su mente, la esperanza de sus deseos, según los grados de su salud, de felicidad, de placer, de dolor, experimentados en su vida, que también era su amado pueblo.

Todo dialogo suyo se junta en un pensamiento; todo personaje se desvanece en un alma; toda acción se funde en una vida: en el pensamiento, en el alma, en la vida de este Gigante Eterno. Y como una sola vida, por grande que parezca, gira sobre una idea. Y nuestra edad, el principio del siglo, al descubrir la figura de Chávez, podremos exclamar: ¡He ahí mi imagen! ¡He ahí nuestro guía! De forma que se impone una redefinición en el momento actual seguir el Legado de Chávez, trayendo a los héroes nacionales del Olimpo a nuestra tierra para que cómo humanos —con sus virtudes y sus defectos— sirvan de ejemplo de lo que un pueblo decidido puede lograr cuando aprovecha las oportunidades que le depara el destino. O regresamos a los tiempos de la IV-R que es lo más anhelado por los boliburgueses de cachucha y franela roja-rojita.

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los cuatro antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Patria Socialista o Muerte

¡Venceremos!


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Manuel Taibo


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