El dolor que sentimos por la familia Faddoul y la familia Rivas

Todo el dolor

¿Cómo escribir sobre un hecho tan espantoso y tan inconmensurable triste sin que suene banal, sin que parezca irrespetuoso?

¿Cómo hablar sobre una situación que ha ocupado el interés nacional y de todos los medios de comunicación, sin tratar el tema simplemente como una noticia terrible, sin caer en el amarillismo y en el morbo, sino procurando describir el dolor humano que cada persona decente de nuestro país siente por lo sucedido?

¿Cómo expresar con palabras lo conmovidos que estamos todos, cuando lo único que nace, del fondo del corazón, es un profundo silencio:
respetuoso, triste, sincero, de oración?

No existe ninguna madre ni ningún padre de nuestro país que no haya llorado la noche de este martes y las horas siguientes a ese momento. Porque como decía el poeta Andrés Eloy Blanco, cuando se tiene un hijo se tienen todos los hijos. Y la profunda tristeza se mezcla con indignación, con rabia, con impotencia, con aturdimiento por el no poder comprender cómo algo así puede suceder. Por el ni siquiera aceptar que algo tan espantoso haya sucedido.

¿Qué puede haber en el alma de unos monstruos que son capaces de hacer algo tan horrible? Como no se entiende, ni haciendo el más grande de los esfuerzos, sólo nos queda pensar que no tienen alma. ¿Cómo se puede haber sido fuente de tanto dolor, cómo un ser humano puede albergar en sí mismo tanta maldad?

No hay nada que justifique, no hay ninguna situación, por desesperante que pueda ser, que pueda hacernos comprender cómo se pudre el corazón de un ser humano de esa manera.

Todos los minutos de silencio

Sinceramente, quisiera dejar todas estas líneas en blanco, como señal de silencio doloroso. Porque en un momento como este, cualquier cosa que se diga está de más. Porque usar esta abominación para expresar algo que no sea el profundo dolor que sentimos por toda la familia Faddoul y la familia Rivas, simplemente resulta irrespetuoso.

Pero lo más difícil es que no existen palabras para afrontar algo como esto, nada que pueda consolar.

Ni la solidaridad, ni la rabia, ni la venganza, ni las acusaciones, ni los abrazos, ni las oraciones, ni las lágrimas, ni la indignación. Todo parece poco, todo parece insuficiente, nada ayuda. La más buena de las intenciones parece un sinsentido.

Cualquier frase de consuelo suena extraña, vacía, sin rumbo.

Toda la tristeza

Perder un hijo no puede ser comparado a ningún otro dolor en el mundo.

Cualquiera muerte es triste, pero la de un hijo, sin duda, es peor que cualquier otra. De alguna manera uno está mentalizado a que los padres de uno, los tíos, los hermanos, los amigos y hasta la pareja algún día, podrían morir, y que entonces uno tendría el penoso deber de estar en ese triste funeral. Pero nadie, absolutamente nadie imagina que tendrá que enterrar a un hijo.

Ahora bien, si además no es uno sólo, y si para aumentar la desgracia sucede en condiciones abominables, es simplemente demasiado.

Muchísimo más de lo que alguien puede soportar.

Justamente porque es demasiado, mucho más de lo posible, es que sólo se puede acercar uno a este tema con profundo respeto, casi con veneración.

Quien lo haga de otra manera, simplemente abusa. Quien se ponga a decir estupideces, quien pretenda sacar algún beneficio personal, quien plantee algo distinto al dolor y al apoyo que se le debe brindar a la familia, abusa, y abusa mucho.

Todo el respeto

En los seres humanos, las ansias de poder, el afán de protagonismo, la desesperación por aparecer en la prensa, y los intereses individuales deben tener un límite. Y en este caso, el límite quedó muy pero muy atrás.

Podemos también alzar las banderas y gritar y exigir castigo a los culpables. Obviamente todo el mundo lo espera, lo desea, lo exige.

Pero aún así, el dolor no se acaba, la tristeza no termina.

Podemos empezar a reflexionar sobre la posibilidad de aprobar la pena de muerte para crímenes horrendos como este, podemos hablar de cambiar las leyes, podemos hacer críticas al sistema de justicia, a los cuerpos policiales y de investigación, podemos hablar de la seguridad, podemos decir muchas, muchas cosas, pero el dolor continuará, persistente, inmenso, profundo, infinito.

Por eso prefiero guardar silencio.

Un silencio respetuoso. Un silencio doloroso. Un silencio terrible. Y no por un acto de cobardía. No por evadir, en lo absoluto. Sino porque hay momentos como este en los que sólo el silencio puede expresar lo que se siente muy adentro. Y porque a veces hay que tener más valor para permanecer callado que para hablar cuando no corresponde, cuando las palabras no son necesarias.

Todo el llanto

En una situación horrorosa como esta, cualquier opinión, en cualquier tono, está fuera de lugar. Hay momentos como este en que uno se debe olvidar por completo del periodismo, de la política, de las luchas sociales, del trabajo, y sólo ser madre. Llorar con esa madre y con ese padre, hacer una oración profunda, sincera y solidaria, por ellos, por toda su familia y por esos angelitos que hoy seguro están en el cielo, al lado de Dios.

También llorar con la familia Rivas, con la viuda y con los huérfanos que deja ese padre, cuya única culpa fue hacer su trabajo honradamente. Con esa familia que también está adolorida y triste y sola. Con esa familia que no comprende, como no comprende nadie, qué fue lo que pasó, qué maldad tan grande puede haber detrás de algo como esto. Con esa familia que se enfrenta a la incertidumbre, al no saber, que se enfrenta a un futuro que no era el que se había planificado en base al amor.

Todas las oraciones

Siempre he sido de las que piensa que cuando Dios nos coloca una prueba en el camino de la vida, por difícil que ésta sea, al mismo tiempo nos da el valor y la fortaleza para poderla superar. Dicen que a las almas más nobles les tocan las pruebas más difíciles, porque sólo ellas pueden soportarlas. Sin embargo, en un caso como este, desde lo más profundo, dudo que alguien, ni la persona más buena, ni la persona más llena de Gracia, sea merecedor de tener que enfrentar algo así.

Sólo pido, le pido al Señor, que las familias Faddoul y Rivas puedan contar con la fortaleza que creo que nadie podría tener sin el auxilio divino. Oraciones por ellos y con ellos, sinceras, del corazón.

Padre nuestro, que estás en los cielos.

Santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu Reino.

Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Dios te salve María, llena eres de Gracia.

El Señor es contigo.

Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio.

Ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

Amén.


mphelnacional@yahoo.com


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Mary Pili Hernández

Ex-ministra de la Juventud, ex-viceministra de Relaciones Exteriores para América del Norte, y ex-concejal por el Municipio Libertador. Cristiana, Periodista, Socialista, Bolivariana, Antiimperialista y Chavista.

 mphopinion@yahoo.com      @marypilih

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