Al explorar la historia real, detrás de la figura de Santa Claus descubrimos una historiografía basada en un hombre llamado Nicolás, que vivió hace casi 1700 años, que comienza en el siglo III, alrededor del año 270 d.C., en Patara, antigua y próspera ciudad portuaria licia, en la costa suroeste de Turquía (provincia de Antalya), capital de la Unión Licia, vetusta federación democrática de ciudades-estado, en el suroeste de Anatolia (actual Turquía), famosa por ser la lugar de nacimiento legendario de Apolo, dios del arco y la flecha, y el lugar de nacimiento de San Nicolás (Santa Claus).
Según las fuentes históricas, Nicolás nace en una familia cristiana devota y próspera; desde pequeño, mostró una inclinación hacia la oración y la caridad. Alrededor de su adolescencia, una epidemia azotó la región, y Nicolás perdió a sus dos padres, heredando una gran fortuna y, en lugar de malgastarla, decidió dedicarla a servir a los pobres y vivir el evangelio. Murió en la región de Licia (actual Turquía), alrededor del año 343 d.C., y fue enterrado allí inicialmente, tras la conquista musulmana, sus reliquias fueron trasladadas a Bari, Italia, en 1087, donde reposan en la Basílica de San Nicolás. Su figura fue transformada a través de los siglos, en el mito de Papá Noel, Santa Claus (de la adaptación holandesa Sinterklaas), con sus renos, trineo y entrega de regalos.
Una de las primeras leyendas sobre su generosidad mística, es la de un hombre próspero, que cayó en la miseria y tenía tres hijas jóvenes, que no podían casarse, por carecer de recursos para aportar la dote, ya que en la antigüedad, la dote matrimonial generalmente la pagaba la familia de la novia, al novio o a su familia. Nicolás, de forma anónima, arrojó bolsas de monedas de oro por la ventana, proporcionando la dote para cada una de las hijas. Esta historia es el origen directo de muchas de las tradiciones asociadas con Santa Claus.
La fama de Nicolás como benefactor discreto creció, y él sintió un llamado más profundo a servir a Dios como pastor de almas. Su tío, también llamado Nicolás y obispo de Patara, lo ordenó sacerdote. Como sacerdote, Nicolás servía en las calles, visitando enfermos y consolando a los afligidos. Más tarde, Nicolás emprendió una peregrinación a Tierra Santa; durante el viaje, una terrible tormenta puso en peligro el barco. Nicolás oró con fe inquebrantable, y la tormenta amainó milagrosamente. Desde ese día, Nicolás se convirtió en el santo patrón de los marineros.
Después de su regreso, su tío, el obispo de Mira falleció. Por una visión, se decidió que el primer hombre llamado Nicolás, que entrara a la iglesia sería el nuevo obispo. Ese hombre fue Nicolás, y a pesar de su sorpresa e instinto de rechazar, aceptó la voluntad de Dios. Como obispo, continuó con su generosidad, estableciendo orfanatos y ayudando a los necesitados.
Durante la "Gran Persecución" de Diocleciano, emperador de Roma, fue la última y más mortífera persecución a los primeros cristianos, durante el Imperio romano, que comenzó en el año 303 d. C., por orden de este emperador que continuó durante ocho años, bajo sus sucesores, Nicolás fue arrestado y encarcelado; soportó torturas, pero su fe permaneció firme. Fue liberado con el Edicto de Milán, en el año 313, una proclamación de los emperadores romanos Constantino y Licinio, que estableció la libertad religiosa en el Imperio Romano.
Una de las historias más debatidas es su participación en el Concilio de Nicea, en el año 325; el primer concilio ecuménico de la Iglesia cristiana, convocado por el emperador Constantino, en la antigua Nicea (hoy Turquía), para establecer la ortodoxia cristiana, principalmente para refutar el arrianismo (que negaba la divinidad de Jesús). Se dice que Nicolás abofeteó al sacerdote Arrio, quien negaba la divinidad de Jesús, se indignó tanto que le dio una bofetada, lo cual ilustra el celo de Nicolás, por defender la ortodoxia cristiana.
Existe sobre Nicolás una leyenda impactante, que contribuyó a su reputación como protector de los niños, es la leyenda de "los tres niños y el carnicero malvado", que cuenta que un carnicero asesinó y descuartizó a tres niños, poniendo sus restos en barriles de salmuera. Nicolás, con discreción sobrenatural, lo dicen las fuentes, descubrió el crimen y, a través de la oración, milagrosamente hizo resucitar a los niños.
También se cuenta una historia de cómo Nicolás, durante una escasez severa, convenció a los capitanes de barcos mercantes, que transportaban grano y aceite, hacia la capital imperial, de dejar parte de su carga en Mira. Prometió que la cantidad no disminuiría, y el milagro de la multiplicación de los alimentos ocurrió, confirmando su fama como protector de los marineros y proveedor en tiempos de necesidad.
Nicolás falleció el 6 de diciembre, del año 343, a una edad avanzada. Su tumba en la Catedral de Mira se convirtió en un lugar de peregrinación, y se reportaron milagros asociados a sus reliquias, incluyendo la emanación de un líquido llamado maná de San Nicolás. En 1087, marineros italianos de Bari trasladaron sus reliquias a Bari, Italia, donde se construyó una basílica y se convirtió en el nuevo centro principal de devoción a San Nicolás.