Atún con casabe y Venezuela a la parrilla. Cosas del atunero “El Gran Roque”

           El atunero, creo que llamado “El Gran Roque”, si no es así, me trae sin cuidado, llegó al puerto de La Guaira, venía repleto de atún para satisfacer la demanda de las empresas enlatadoras de Cumaná y la ansiedad de los venezolanos por comerlo fresco. Eso creyó uno.

         “Comeré atún a la parrilla”, dijo el presidente lleno de emoción y como quien celebra una notable conquista. Lo único que lamentamos al inicio, después de ver aquellas imágenes y escuchar los anuncios y hasta expresión antes citada, es que al primer magistrado nacional, pese sus discursos en defensa de las poblaciones y cultura primigenias, el casabe no le sepa a nada y por ello, supone uno en buena lógica, no le guste. Aunque esto último no nos preocupa, sabemos bien desde niños que a los caraqueños sin un oriental o llanero por detrás, me refiero al círculo familiar, el casabe no está en sus alternativas alimenticias. Lo mortificante y hasta molestoso es que alguien tan importante, con tanta audiencia como un presidente, se dedique – eso dije, se dedique – a mal poner aquel sano y deliciosa producto alimenticio que consumimos con placer millones de venezolanos y es de los cosas, no muchas, que quedan de la cultura antes que España nos metiese en el redil “occidental”.  

            Si le gustase el casabe, hubiese comido aquella parrilla con más gusto. Lo que quizás, si no sabía lo que habría de suceder, aparte de lo que viene sucediendo, le hubiese aminorado la rabia o decepción saber lo que ahora sabe; los de “El Gran Roque”, según denuncia procedente de Cumaná, sin comer casabe, se dieron el mejor de los banquetes vendiendo su carga a las empresas procesadoras a Bs 2.400.oo por kilo, calculado a precio justo entre 450.oo y 500.oo bolívares. Es decir, si es cierto lo que denuncian en Cumaná, hicieron superlativo negocio, la especulación del siglo, hasta valiéndose de la figura presidencial que les exhibió y promovió a su llegada al principal puerto de Venezuela.

            ¿Cómo comerse uno una parrilla de atún, si ese es el precio al mayor, puesto por una empresa a la que el Estado, según palabras del propio presidente, le ha dado cuantioso crédito y todas la facilidades para operar en el territorio nacional?

           Ahora mismo, lo dice alguien que fue un habitual consumidor, como lo es del casabe, cuya torta ha llegado a la astronómica cifra de Bs. 800.oo, de sardina y atún enlatados o procesados, en un país donde siempre esas especies han abundado en el mar y el mercado y eran de fácil adquisición para los más pobres, porque abundan también las enlatadoras, esos producto se han vuelto un lujo exquisito para quienes tienen ingresos cuantiosos. Eran, si se quiere, para decirlo en una frase que solíamos usar mucho, “comida para pobre”. A las clases medias para arriba, salvo los importadas de España y Portugal, que en mi gusto no eran mejores que los productos nuestros, no les apetecían aquellos procesados en Cumaná, Mariguitar, Carúpano o Margarita. ¡Eran vainas para niches! Pero lo que fue un alimento de pobres, por la magia de lo que ha sucedido en Venezuela, se volvió un manjar para ricos, como esa parrilla de atún sin casabe que quiso comerse el presidente con lo que nos trajo el atunero “El Gran Roque”.

          Al día siguiente del recibimiento del atunero en La Guaira, desde Cumaná, alguien advirtió al presidente sobre los precios del producto. Posiblemente en la casa del Mariscal ya sabían del asunto. Pero sobre eso no se dijo nada. No hubo respuesta ni aclaratoria, porque parece que nos hubiésemos vuelto sordos e indispuestos para responder cualquier reclamo o atender toda advertencia.

           Años atrás, en vida del presidente Chávez, con gran pompa y dentro de un mensaje esperanzador, se creó una flota, dentro del espíritu del ALBA, cubano-venezolana para la pesca del atún y se dijo que ella cubriría, en buena medida, las demandas del mercado interno. Pero precisamente a partir de esa fecha, quizás sea asunto de pura coincidencia, comenzó a notarse la ausencia del producto en los sitios donde uno normalmente le hallaba y me refiero no sólo a los enlatados, sino a las especies recién salidas del mar o como solemos decir, en veces llenos de ilusiones, “atún fresco”.

            Rara vez he comido caviar. Es natural, para nosotros siempre ha sido un producto exótico, importado, de alto precio, venido de muy lejos, pero “rara vez” dejaba de comer, por lo menos tres veces a la semana, atún “fresco” o enlatado. Desde hace ya un relativo largo tiempo, desapareció de nuestra mesa. Hasta hace poco, una pequeña lata de atún, de las más baratas, de esas donde el pescado aparece desmenuzado, paso de los 1.200.oo bolívares. La llegada de “El Gran Roque”, por el discurso presidencial, me llenó de ilusiones que volvería a consumir lo que tanto me agrada, como el casabe. ¡Pero qué va! ¡Me caí de un coco! En Cumaná anuncian quienes saben de eso, que por el precio que el barco o sus dueños vendieron su carga a los procesadores, esa misma latita de 140 gramos, que alcanza solo para una persona, costará entre 1.800.oo y 1.900.oo bolívares. Pero las sardinas también cuestan un ojo de la cara, en un país donde ellas abundan y también las procesadoras, sólo que estas, según en manos del Estado la mayoría, están como invernando. Entonces, con o sin guerra económica, lo que antes fue comida para pobres y balurdos que comen casabe, sólo estará en la mesa “de los grandes cacaos y mantuanos”. El casabe mismo, parece que también empezase a decirnos con nostalgia, chao. Lo digo así, porque como en la novela de Alejo Carpentier estamos como “En vuelta a la semilla”.

*Nota: La arepa y el pan, no tienen sabor fuerte. No deben tenerlo cuando su fin es acompañar la comida para que el comensal pueda apreciar los sabores de aquella. Para consumirlo sin acompañamiento están los panes dulces y hasta el casabe con dulce o “naiboa” que se elabora en oriente. Por eso, el casabe es como es; pues acompaña la comida como el pan y la arepa. No obstante, el pan y la arepa solo tienen sabores y textura que el buen comedor detecta; no sólo les consume para llenar la barriga. Aunque a alguien esto extrañe y suene a embuste, lo  mismo sucede con el casabe. ¡Es generalmente, como todo y todo, depende quienes lo elaboren y degusten, de discreto y excelente sabor!



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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