Cuando Walter Benjamin escribió su texto La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936) avizoró el impacto que las tecnologías de la imagen iban a tener en la difusión y apreciacion de las artes visuales. Lo que no entrevió fué la sustitución visual del mundo real por su reproducción tecnológica hiperreal, en la que lo virtual aparece y parece más real que la realidad misma.
Pero hoy día la alienación o extravío ha alcanzado niveles más enajenantes por cuanto se captura la existencialidad de los hombres y mujeres a través de la seducción vivencial por medio de las redes del valor de sobreexposición en el mercado imaginal de exhibición virtual narcisista neoliberal de sus cuerpos como realización existencial. Si no son exhibidos en las redes que conforman el mercado expositor de imagenes, no existen. Valiéndose para ello, en la manipulación y direccionamiento mediáticos de la voluntad social de distinción.
Un ejemplo de ello es la obsesión por el selfie, por autoexponerse para la satisfacción narcisista y promoción ante los demás para intercambiarse. Una forma de autoexplotación mercantil de la visualización individualista de quienes se exponen, a semejanza de las exposiciones museísticas, para exhibir sus presuntas cualidades o atributos buscando interactuar e intercambiarse como las mercancías ante sus posibles compradores, apoyándose en "cualidades y atributos" que son previamente producidos artificiosamente para "mejorar la apariencia", que entre otras adicciones incita al consumo compulsivo de productos-mercancías de "embellecimiento" y operaciones de "cirugía estética", es decir, para crear el capital simbólico imaginal según las pautas capitalistas establecidas para el intercambio de imagenes personalizadas y capitalizadas entre los cuerpos, la imagen corporal a exhibir o sobreexponer ante los posibles adquirientes o intercambiantes.
Ello difiere de la exposición de los cuerpos para su reconocimiento afectual, ético y estético transparente con los otros y las otras, ya que es otro tipo de sintonía intersubjetiva, en donde no entra en juego la regulación mercantil del valor de cambio y los precios, sino las valoraciones que no tienen precio y se refieren al reconocimiento empático de la dignidad subjetiva de los demás que posibilitan las disposiciones o inclinaciones para tener relaciones afectivas, afectuales y amorosas.
Mas, el alcance y la profundidad de esa alienación es patológico por las depresiones que ocasiona o el "bournout" debidas a la depreciación o devaluación que sufren las imágenes corporales por la competencia promovida y los cambios de modas desidentificadores en el mercado de imágenes digitales o virtuales, al no satisfacer las expectativas inducidas respecto a los cuerpos. Afectando el reconocimiento de sí en los otros, necesario e indispensable para hacer nexos comunitarios sólidos y permanentes. Igualmente afecta a la resonancia afectual y a la empatía entre los cuerpos. La afectualidad, a uv resonancia y sintonía transcorporal para sentir, pensar y actuar juntos empáticamente.