Se reunieron en Alaska. Mucho se sabe de lo que allí pasó. Hay cosas que no se saben, pues las partes, como es usual en la diplomacia, guardan algo en secreto; eso pudiera ser, en algún momento, una ventaja. Ellos se acuerdan acerca de lo que van a decir y lo que no. Mañana pudiera ser que algo de eso salga, hasta como el aire que se escapa de una bolsa sutilmente perforada.
Lo cierto es que no se dio lo que Trump, en su estilo rimbombante y cual saltapericos anunció, como que obligaría a Putin, a poner un alto a la guerra, una especie de armisticio, pues en caso que éste no aceptase, EEUU entraría en combate, como que si antes, ese país y los de la OTAN, no hubiesen entrado; pues se mantenían de simples observadores, solo formando una rueda alrededor de los combatientes. Observando el espectáculo y cuidando no exagerasen y fuesen más allá.
Según los comentarios de gente que maneja los detalles de la diplomacia mundial, una de las tantas formas de llamar a la guerra, Trump puso condiciones sustantivas, de las que están en el interés de su país y por las que entró en aquella guerra. Yo sólo repito lo poco que sé, leído con ligereza en los medios, porque es un tema muy aburrido además de lamentable. Es decir, no me voy a poner a hacer comentarios para dármela de experto. Sólo sé lo elemental, lo necesario, que me sirve para forjarme una idea de cómo anda el mundo.
Por ejemplo, según leí, Putin pidió la posesión de espacios territoriales más allá de aquellos que dieron origen a la guerra, pues eso ya los controla. Trump cayó en su propia trampa. Es decir, creó una expectativa, como que, con sólo hablar con Putin, después de haberse portado como guapetón desde lejos, éste optaría por atender su llamado de parar la guerra. Pero el ruso, oyendo a Trump pedirle aquello, supone uno, pues así lo cuenta la prensa, se puso duro y pretencioso. Pidió más y Trump, sabiendo que Rusia ya controla los espacios que exige, terminó casi acordándose con el ruso.
Por su parte, Zelenski, con el apoyo de algunos países de la OTAN, de antemano advirtieron a Trump que Ucrania no aceptaría ningún acuerdo que considerase desventajoso y reclamaron que, en esa reunión, debería estar representada.
Según la prensa mundial, incluyendo el New York Times, el cual leo con frecuencia, dado que hay una versión castellana, pues de inglés no conozco ni la "o" por lo redondo, dado que aparece con una redondez distinta, Putin de aquella reunión salió triunfante. Puso en la mesa un tema de discusión, como una pieza de ajedrez en pose estratégica, con unos metros adelante, tomada esta medida para no exagerar, más que nada o casi nada sé del asunto. Tanto que Trump, quien suele comportarse como el Zeus, el Dios tronante, salió de aquella reunión tranquilo y hasta hablando maravillas de Putin.
Según algunos comentaristas, ¡vaya Ud. a saber si lo que dicen es cierto!, Trump se sintió feliz y agradecido que, Putin haya comentado algo que salió al público, como que cuando ganó por primera vez la presidencia, no hubo trampa alguna. Recuerde el lector que los demócratas denunciaron que Putin, desde Rusia, había hecho una trampa para que el conteo de votos favoreciera a Trump en aquellas elecciones. Y, en eso, Trump y los suyos, se apresuraron para que se divulgase antes de cerrar las conversaciones sobre Ucrania.
Al final, como dijimos, Putin no sólo se negó a aceptar la solicitud de Trump acerca de un armisticio sin condición alguna, sino "impuso" se convocase una nueva reunión, en las condiciones puestas por su diplomacia; es decir, con dos piezas estratégicamente posicionadas, como que hay espacios ya tomados que no entrarían en esa discusión; lo que hoy mismo, Ucrania y países de la OTAN rechazaron. Es decir, además de todo lo anterior, Putin, generó una discordia nueva entre EEUU y sus aliados.
Y es que esa reunión de Alaska, se inició, teniendo Trump dos tiros, no uno ni en una, en las dos alas. El primero es haber desconocido los derechos de Ucrania y las obligaciones con sus aliados y atribuirse, lo que suele ser así, pero en veces las cosas cambian, el derecho absoluto de decidir un asunto que le es ajeno, o para mejor decirlo que, en primer término, es competencia de Ucrania. Y el gobierno de este país, al margen de lo que cada quien piense de él, tiene todo el derecho de ser de los primeros invitados. Pensar y decir lo contrario, es desconocer la soberanía de cada país, lo que es igual en cada caso y espacio.
Pero Trump, allí llegó también en desventaja. Uno, desde lejos, observa a Putin, una persona nada intranquila, pareciera vivir en calma. No se excede, por lo menos públicamente, verbal y gestualmente. Más bien se le percibe tranquilo y bastante equilibrado, con una sonrisa siempre insinuada. Es pues un tipo diferente a Trump.
Uno, también, como ya dije, desde lejos, sabe que el inquilino de la Casa Blanca es muy dado a volverse irascible, creerse un dios tronante, tanto que suele hacer, en veces, las veces de eso. Se exhibe como quien tiene la bolita del mundo en la mano. Y lo hace, justamente en un momento que, el mundo tantas vueltas ha dado que, ya en la Casa Blanca, están obligados a mirarlo todos los días y medir su movimiento, porque la cosa ya no es como antes.
La otra desventaja de Trump, la tuvo y la ha tenido todo el tiempo, en esta segunda presidencia, en su esquina. Los boxeadores, por excelentes que sean, necesitan, están apremiados de una buena esquina, un "second" o entrenador de primera. Los combatientes, aunque hablemos de Muhammad Alí, necesitan en la esquina un perspicaz observador; uno que sigue los detalles del combate, precisa debilidades, fortalezas y fallas y en cada momento de descanso a su pupilo advierte y le da las indicaciones pertinentes. En veces, muchas veces, se gana una pelea porque se tuvo mejor esquina, second o entrenador asesorando al combatiente.
Trump llegó a Alaska, en ese aspecto, con un tiro la otra ala, una muleta recortada y desecha, un gallo pataruco. Se llevó, sentó a su lado a Marco Rubio, un político que no tiene tiempo o momento de pensar con sensatez porque los odios le consumen. Ve comunistas en todas partes, hasta en la sopa y según él, esos bichos no tienen derecho a vivir. De modo que sus cualidades diplomáticas están interrumpidas, descompuestas por el insano sentimiento. Hay un video, por cierto, y esto no es chiste, donde justamente él, Marco Rubio, comentó que el Serguei Lavrov, ministro de relaciones exteriores de Rusia, en la reunión de ahora en Alaska, tenía un símbolo de la URSS en la corbata. Un comentario nada diplomático, si muy insípido en aquellos espacios.
Putin, como ya dije, llegó teniendo a su lado a un asesor de vasta cultura y experiencia diplomática. Es decir, mientras Trump, dado a la irascibilidad y al comportarse como Zeus, lanzador de rayos, centellas y tormentas, llevó de primer asesor a uno como él, aunque de menos kilovatios, llamado Marco Rubio; Putin, usualmente sereno, tuvo en su esquina un "second" o entrenador de primera, llamado Serguei Lavrov. Por esto, que pudiera ser puramente formal o decisivo, Putin al subir al cuadrilátero, ya estaba en ventaja.