El yo-yo de Maduro o cuando digo “Somos, también digo yo”. ¿Qué hay de exhibicionismo?

Rómulo Betancourt fue un ególatra, quienes le conocieron bien lo saben. Un machista consumado. Pero además con un concepto del liderazgo tan mesiánicamente absurdo que suponía a quienes junto a él combatían, no sus compañeros sino sus subalternos y hasta sirvientes. Muchas de las personas que de él se alejaron, desde los tiempos del PDN, partido del cual formó parte antes de llegar a AD, lo hicieron por ese personalismo del "Brujo de Guatire".

Jóvito Villalba, solía decir cuando discurseaba, "yo y mi partido, mi partido y yo", lo que fue bastante motivo y sustento para los programas humorísticos de la televisión de entonces. Y también para que la gente creyese, lo que en verdad no era para tanto, que aquel partido URD no era más que mampara para que Jóvito hiciese lo que le daba la gana. Tanto como cometer errores garrafales y meterle de lleno al oportunismo. Porque a eso, el margariteño le metía de frente. Por algo, el Dr. Prieto, una vez refiriéndose a su paisano, dijo "al hablar con Jóvito para acordar algo hay que hacerlo con testigos".

Pero aquellos dos personajes, Jóvito y Rómulo, en eso del "yoísmo" se quedaron pendejos ante lo que es, de manera aferrada y contra toda observación, Maduro. En este la cosa llega a tanto que sus asesores y quienes uno supone le elaboran la imagen, pasan trabajo. Tanto como ponerse a inventar, no maneras para quitarle el yo de la boca y el gesto, pues parece que no la encuentran, sino como convencer al gente que es verdad que cuando él dice Yo, dice Somos. Por eso, en lugar de dejar de decir siempre yo, individualizar todo, prefiere hablar por demás y agregar después del yo, y "cuando digo yo digo somos". Y no es esto por la simpleza de hablar demás, sino dejar sentado, a quien crea necesario y prudente, donde "está la caja de machete" y "quien tiene el toro por los cuernos". Por lo menos eso cree él.

El Somos, de ese "Somos Venezuela" y el Somos que aparece por todos lados, entonces se instala en la imaginación colectiva como el "YO" de Maduro.

En esos ya habituales mítines, que son las mal llamadas reuniones de gabinete o con quien sea, donde cuando le da algún chancecito a alguien para que hable, es un motivo para él seguir hablando, es por demás frecuente que hable en primera persona. El gobierno, no parece un gobierno, algo colectivo, sino una cosa que le pertenece al presidente y los ministros están allí sólo para asentir lo que el disponga. Betancourt y todos los gobernantes del puntofijismo y hasta el propio comandante Chávez, hablaban en nombre de "nuestro gobierno". Y del "hemos decidido o acordado". Nuestro presidente de ahora concibe al gobierno como una cosa que le pertenece y se ve a sí mismo como un monarca. Estos, los monarcas, fueron jefes absolutos, supuestamente ejercían un poder otorgado por Dios y los funcionarios de la Corte que le sirven no son más que súbditos. Por eso el rey no puede ni debe hablar del nosotros porque sería un rebajar y banalizar el origen de su poder. En las democracias, sin importar otras definiciones, el origen del poder está en el pueblo y además del Poder Ejecutivo existen otros Poderes y aquel que ejerce el presidente lo componen otros funcionarios que ejercen las funciones del Estado; ellos son, entre otros, los ministros. Por eso, los menos ególatras o por lo menos fingen serlo, hablan en plural. Prefieren el nosotros. No obstante, hay y ha habido gobernantes, en lo que no incluyo a Gómez, pues pese lo que fue su gobierno, solía hablar de "nuestro gobierno", que quieren con el uso del yo, además vender la idea que de todo lo que se hace – pues parte de la idea que todo es bueno y genial - es producto de su raciocinio y creatividad y que quienes le rodean no son sino servidores y escribientes. Por eso, cada cosa que anuncia, va precedida de la expresión, "yo he decidido".

Ponga atención el lector a la dinámica de todas las reuniones de gabinete que se transmiten por televisión, racionalícelas y verá como hay en ellas la intención de dejar eso sentado. Ha habido gobiernos, como los del abuelo y luego del padre del actual jefe de Corea del Norte, sin que a esto se le dé una connotación más allá de esto que queremos plasmar, que han sido sustentados en una forma de informar, según la cual, todo lo que en ese país se hiciese no tenía otra fuente de origen distinta a la de los jefes del Estado. Se les exhibía como unos genios más allá de todo límite, capaces de dar respuesta a todo. Cualquier obra, en cualquier espacio, era desde principio a fin obra suya; más nadie tenía velas en ese entierro.

Es extraño ese proceder de Maduro. Si algo combatía la izquierda, casi con saña, dicho así para dejar sentado cuanto empeño se ponía, eso me consta, era el personalismo. Se le ponía como uno de los primeros y mayores defectos a combatir. Era mucho el jabón que a uno le daban para que quitase la costra del individualismo en el hacer y el hablar. Fueron tantas las veces que a uno le decían cuando asumía las cosas con el yo, "siempre el burro por delante", que terminamos por acostumbrarnos a no mencionarle y sustituirle por el nosotros. Y cuando esto no hacemos, recogemos las palabras, pedimos perdón y seguimos con el nosotros.

Por eso, con ese lenguaje y concepto que tiene, porque lo tiene y no hay forma ni manera de quitárselo de encima, por lo que sus hacedores de imagen tratan de disfrazarlo con eso que el yo es el nosotros, como si no fuese mejor hablar en nombre del equipo, no entendemos cómo llegó donde está. Si tenemos claro, vean que dijimos tenemos y ahora dijimos, por qué está donde está, sigue estando y pudiera continuar. Ese personalismo, "yoísmo", reforzado por el culto a la personalidad, hasta con esa cursilería del "presidente obrero", están dirigidos a mantenerle en el poder "hasta que el cuerpo aguante". Es una vieja y ortodoxa manera de concebir el poder y liderazgo. Termina en la idea que el yo es el nosotros y que el individuo ese que ejerce el poder está allí por un derecho divino. Claro no se habla de Dios, porque eso no tendría sustento pero si se construye la misma idea a partir de distintos y novedosos mecanismos.

¿Y eso no es también mucho de exhibicionismo "pequeño burgués", para decirlo como le gusta a mucha de la gente entre la que supuestamente se formó Maduro? Digo supuestamente porque en verdad, según su discurso, en forma, estilo y fondo, salvo eso que un amigo llama frases cohetes, como ¡muera el imperialismo!, pareciera no venir de esa escuela aunque diga lo contrario.



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Armando Lafragua


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