Las cosas que uno lee sobre el dichoso aumento salarial

Asombra lo que uno lee sobre el aumento salarial. No por la profundidad de las afirmaciones, por supuesto. Sino porque muchas de las opiniones obedecen a intereses y prejuicios, y otras a mera desubicación.

Las declaraciones más "naturales" (o esperables) son las de Fedecámaras, Consecomercio y sus cámaras regionales. Los mismos que desde enero han aumentado los precios de sus productos tres, diez y hasta veinte veces (lo cual, a todas luces, es inflación) están convencidos de que los salarios sí deben permanecer fijos. Los empresarios no quieren compartir sus aumentos de precios (o sea, el aumento de sus ingresos) con los trabajadores. Porque de eso se trata todo y la burguesía lo tiene muy claro: se trata del reparto de los ingresos.

Por ello los empresarios venezolanos profetizan las plagas de Egipto como consecuencia del aumento de salario. Desde la más desbordada hiperinflación hasta la recesión más paralizante. Y tienen políticos, economistas y articulistas que hacen de corifeos del interés empresarial. Ahora resulta que la inflación no es causada por la especulación comercial y cambiaria y por el incremento de la liquidez, sino por la gran vida que pretenden darse los asalariados en medio de la crisis.

Si lo que se pretende es criticar al gobierno, es fácil hacerlo: el aumento es insuficiente en relación a la inflación. Maduro no cumple ni de lejos con su cacareado deber de "proteger" al pueblo, de "proteger" el salario de los trabajadores. Critiquen la emisión de dinero inorgánico y el aumento incontrolado de la liquidez, los desequilibrios cambiarios que alimentan la especulación, las medidas tardías y endebles para enfrentar la crisis, las que han convertido nuestra economía en un rompecabezas ingobernable.

El porcentaje que recibe el factor Trabajo (los salarios) con relación al porcentaje que recibe el factor Capital ha estado retrocediendo desde hace años. Asómbrense: hace una década que retrocede en este país "socialista".

Nuestra burguesía, ya se sabe, es más llorona que productiva, así que no sorprende su campañita. Pero lo más antinatural es que haya asalariados repitiendo eso de que los aumentos salariales son culpables de la inflación. No por masoquistas sino por desubicados.

Los publicistas de la burguesía (políticos o economistas) llevan décadas con la reiterada propaganda de que la inflación es producida por los aumentos de salarios. Arreciaron esos cuentos en los 80 y más en los 90 (ojalá fuera así, porque al menos los salarios irían más o menos igualados con la inflación).

Pero asombra que luego de década y media del proceso bolivariano no se haya desmontado esa mitología. Eso tiene que ver con que el chavismo, mientras se autoproclama como opción de izquierda, tenga dificultad para distinguir entre derecha e izquierda. Con el enfoque de incapaces tecnócratas que dirigen políticas y empresas del Estado. Con la visión que lejos de partir del factor Trabajo se afianzan en el rentismo y el cálculo electoral más minúsculo.

La labor de "formación ideológica" del PSUV malversó el tiempo en enseñar "que la cantidad se convierte en calidad" y otras "leyes dialécticas" a lo sumo, y la mayor parte de las veces en repetir consignas hasta la saciedad, como un interminable rosario. Las ideas, para los movimientos que pretenden adelantar cambios, deberían ser instrumentos, no golosinas ni liturgias.

Hay dos hechos que proclaman a gritos el raquitismo de los salarios en el país: uno es el bachaquerismo que se desarrolla en los empleados de las empresas del ramo de los alimentos, tanto en las públicas como en las privadas: ganan más como bachaqueros que como "trabajadores". Otro es la "bonificación" de los ingresos de los trabajadores, que llegó al colmo cuando el bono de alimentación es mayor que el salario mínimo, casi lo duplica (jubilados, temblad).

El salario no representa prácticamente nada ya. No me vengan a decir que porque se aumentó para comprar un kilo de queso, otro de carne y tres o cuatro de verduras, la inflación podría dispararse. Por Dios. Es como denunciar, en medio de un inclemente bombardeo, que el llanto está produciendo contaminación sónica.

 

 



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Orlando Zabaleta

Editor, escritor, articulista, publicista y diseñador gráfico.

 orlandojpz@yahoo.com

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