El 25 de enero se cumplen 20 años de la muerte de Nahuel Moreno, dirigente revolucionario argentino con más de cuarenta años de militancia en el trotskysmo. Murió joven, a los 62 años, pero su vida militante le dio tiempo para construir una de las más importantes corrientes de la IV internacional y dejar un enorme legado a los militantes internacionalistas, especialmente los latinoamericanos.
Su militancia comenzó en Buenos Aires. Adhirió al trotskysmo en los inicios del 40 y en 1944, cuando fundó el GOM (Grupo Obrero Marxista) decidió romper con el “trotskysmo de café” que imperaba en esa época, para insertarse férreamente en la clase obrera, sus organizaciones y sus barrios obreros.
El proceso de construcción de las que fueron las organizaciones presididas por Moreno alcanzó su auge en la década del 80, en la última etapa de su vida. En esos tiempos, jugó un papel fundamental para construir el MAS en la Argentina, posiblemente el partido trotskysta mas grande de las ultimas décadas, y Convergencia Socialista en Brasil. Ambas organizaciones hacían parte de la LIT que en esa época se convirtió en la organización trotskista con más influencia en la parte sur de nuestro continente.
La constante de toda su vida fue la construcción de la organización política revolucionaria para la acción. Para ello utilizó diferentes vías tácticas, militando en diferentes países, pero en ningún momento cesó de estar a la cabeza dirigiendo la construcción del partido, ni en las interrupciones provocadas por la cárcel en Argentina, Perú y Brasil, ni cuando su salud se fue deteriorando peligrosamente.
Es un hecho de la realidad que luego de su muerte, las organizaciones que mencionábamos sufrieron fuertes procesos de divisiones. Aún así, no por ello ha dejado de ser fundamental el papel que los cuadros herederos de la tradición morenista, juegan en la lucha de clases en muchos países, y en especial en Latinoamérica. Seguramente muchos de los militantes de las organizaciones que se reclaman de esa historia, y más aún aquellos que se incorporan a la militancia en los últimos años, conocen a Moreno especialmente por algunos de sus textos. Sin duda esto es lo fundamental para la formación política militante.
No hay, ni puede haber, una historia única de la vida de Moreno como de ningún dirigente. No hay historias oficiales; lo que si hay son diferentes visiones, incluso polémicas, sobre todos las personalidades marxistas, incluso los más universales. En el caso de Moreno nos atrevemos a decir que hay visiones fragmentadas ya que los que hicimos parte de los núcleos de dirección en los últimos 20 años, a partir de los 90 partimos para diferentes experiencias políticas.
Este texto no pretende ser ni un trabajo histórico ni un balance de lo que sucedió en las dos últimas décadas después de su muerte. Son algunos trazos, seguramente parciales, de lo que en nuestra opinión más tenemos que rescatar en este nuevo aniversario, así no estén todas las ideas bien formuladas o expuestas.
Nos comprometemos profundizar en un próximo texto estos temas, para aportar a tantos militantes revolucionarios que han surgido en estas décadas. A aquellos que se reivindican morenistas y a muchos más. Ahora estamos en una nueva fase, en donde han comenzado procesos de reagrupamientos, que no solo permite que nos reencontremos con el MST de Argentina con quien somos parte de la misma tradición en el nuevo proyecto de “Revista de América” del cual hace parte también el ISO de los EEUU (Internacionalist Socialist Organization) sino que también, y esto es algo de una relevancia aún mayor, es que estamos empalmando con muchos compañeros de otras tradiciones y experiencias, con quienes estamos codo a codo militando en la construcción del P-Sol. A ellos como otros sectores que estamos conociendo en Latinoamérica, también queremos hacer conocer nuestra tradición e historia, no para que se adhieran a ella, sino para aportar nuestras propias experiencias y con ellas ayudar tanto a la construcción del P-Sol como a todas las nuevas organizaciones que emergen en este nuevo período de lucha.
La generación de Moreno
El conocido dirigente trotskista Ernest Mandel, dijo de Moreno que “fue uno de los últimos representantes del puñado de cuadros dirigentes trotskistas que, después de la Segunda Guerra Mundial, mantuvo la continuidad de la lucha de León Trotsky, en circunstancias difíciles”. (Extraído del esbozo biográfico de Patricia Lee y Aníbal Tesoro). Y en efecto, fue uno de aquellos que luego de la muerte de Trotsky, inició la larga marcha que en los años de posguerra, (1945), inició la construcción de la cuarta internacional. Fue efectivamente un puñado, ya que la gran mayoría de los cuadros se perdieron en la misma guerra, en los campos de concentración del nazismo, y en las purgas y asesinatos del estalinismo que también costara la vida de Trotsky.
Moreno se sumó en el 48 a esta tarea, y sin dudas fue con Mandel, -con quien polemizó muchas veces-, quienes más contribuyeron a la formación de la generación de cuadros que nos reivindicamos parte del movimiento trotskista; sobre todo a las generaciones que surgieron en la década del 60, primero con la revolución cubana y luego con las revoluciones de 1968.
Moreno definía muchas veces a la generación del cuarenta, es decir la suya, como una “generación perdida”. Indiscutiblemente que era un término ni muy preciso ni muy feliz. Él lo utilizaba en el sentido de la frase de Mandel; porque muchos de sus principales cuadros se perdieron en la guerra o bajo el estalinismo y también porque los que quedaron, tuvieron que remar contra la corriente, bajo la enorme, abrumadora influencia que el aparato estalinista y los movimientos nacionalistas burgueses tuvieron sobre la izquierda y el movimiento de masas.
Esa generación, ese “puñado” de hombres, tuvo que actuar en un nuevo período revolucionario que resultó muy contradictorio para el movimiento trotskysta, lleno de acontecimientos nuevos no previstos por Trotsky y la IV Internacional. Un período o etapa que se prolongó por más de tres décadas; incluso uno de sus elementos, la existencia del aparato estalinista, hasta el 90.
Un período revolucionario que fortaleció al estalinismo
Trotsky fundó la IV internacional como respuesta ante la degeneración que el estalinismo impuso a la III. En la mitad de los años 20, luego de la muerte de Lenin, con la derrota de la revolución y el desgaste provocado por la guerra civil en Rusia, comenzó el proceso de burocratización del estado soviético comandado por Stalin. Se formó una capa burocrática privilegiada, que se apropió para sí de las conquistas que significo la expropiación de la burguesía en Rusia. Stalin transformó a la tercera en un apéndice de los intereses de esa gran burocracia que pasó a actuar como una clase.
Trotsky creía que la IV internacional iba salir de la guerra como una gran organización de masas que superaría a la degeneración de la III. Se apoyaba, en cierta medida, en la experiencia de la primera guerra mundial del 1914, cuando los revolucionarios pudieron ganar grandes sectores de masas ante la degeneración de la II Internacional que apoyó a sus respectivas burguesías de sus países en la contienda.
Trotsky formuló también en forma muy correcta la tesis de la revolución política para Rusia. Consideraba a la burocracia estalinista una casta irrecuperable, por lo cual se necesitaba hacer en Rusia una nueva revolución de tipo política, con la que los trabajadores derribarían al régimen dictatorial e instalarían un estado con democracia obrera, única forma en la que se podría salvar las conquistas de la revolución de octubre y avanzar en la transición al socialismo. Si eso no ocurría la burocracia iría inevitablemente hacia la restauración del capitalismo.
Luego de la posguerra las cosas no coincidieron con esos pronósticos. A partir del 45 se abrió una etapa intensamente revolucionaria pero al mismo tiempo muy contradictoria. Como consecuencia de la victoria de Ejército Rojo sobre el nazismo, ese aparato estalinista surgió de la posguerra ante las masas del mundo con mucho prestigio, enormemente fortalecido.
En los años siguientes a la posguerra hubo una gran oleada revolucionaria. Las guerrillas partisanas de Tito tomaron el poder en Yugoslavia y expropiaron a la burguesía, mientras que en el resto de los países de la Europa del Este de Europa, (Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Rumania) ocupados por el Ejército Rojo controlado por la burocracia, también se avanzó por ese camino. Por otro lado, en los países retrasados, aparecieron grandes movimientos nacionalistas de masas como el peronismo en Argentina y el nasserismo en Egipto. Y en el 49 culmina la gran revolución China cuyo motor es esencialmente el campesinado pobre y que fue dirigida por el partido comunista con Mao Tse Tung a la cabeza.
Estas victorias revolucionarias objetivas, ninguna de las cuales fue dirigida por una organización trotskista o trotskizante, ocultaron ante las masas del mundo el papel contrarrevolucionario que ya estaba jugando el estalinismo en Rusia y a nivel internacional. Su nefasta política en el 30 en Alemania de no hacer frente único con la socialdemocracia lo que permitió el triunfo del nazismo en ese país, su papel de persecución a los revolucionarios en la guerra civil española que ayudó al triunfo del franquismo, entre otras.
Ese fortalecimiento objetivo de la burocracia lleva a la firma del pacto de Yalta con los países imperialistas triunfantes y que por entonces ya estaban bajo la hegemonía de los EEUU que había salido de la guerra como la gran potencia imperialista. El pacto de Yalta significó un nuevo reparto del mundo por lo cual el aparato de Stalin queda con el control de Rusia y el Este de Europa, mientras que los EEUU ejercerían su hegemonía sobre el resto. Stalin y los gobiernos que lo sucedieron en el poder, fueron en lo esencial, fieles a estos acuerdos. Gracias a su prestigio ayudaron a controlar la revolución en Europa occidental y posteriormente canalizar y poner bajo su tutela los procesos revolucionarios independientes, incluyendo en su momento a Cuba. Esta absorción y control de la burocracia, se vio facilitada porque en ninguna de las revoluciones de posguerra el proletariado estuvo a la cabeza como lo preveía el análisis el trotskismo la clase obrera.
Por otra parte, ese mismo fortalecimiento le permitió a la burocracia rusa derrotar las primeras revoluciones políticas en los estados obreros. Cuando se dieron, (Alemania 53, Polonia 55, Hungría 56, Checoslovaquia 67) fueron procesos aplastadas por el ejercito estalinista sin que los EEUU interviniesen.
En ese contexto enormemente contradictorio y desfavorable para la IV Internacional, el trotskysmo tiene el gran mérito de defender el programa revolucionario ante el estalinismo. Durante todo ese período los trotskistas fueron perseguidos tanto por el estalinismo como por la burguesía. Y es también en ese contexto es que hay que ubicar la obra de Moreno.
Somos de los que pensamos que fue uno de los que pasó la dura prueba de ese período, no solo por sus análisis de los procesos de la posguerra, sino por sus enormes aportes concretos a la construcción del partido en ese período. En Latinoamérica no solo fue quien mejor supo remar contra la corriente, sino también descubrir las oportunidades que se abrieron para quebrar esa hegemonía de los movimientos nacionalistas o los partidos influenciado por el estalinismo y avanzar en la construcción del partido revolucionario.
Si no pudo escapar a las limitaciones que impuso ese periodo, dejó su vida, en todos los sentidos del término, para aprovechar las oportunidades que se abrieron, superar el propagandismo y la tendencia a ceder a direcciones no obreras que fueron dos desviaciones que presionaron a las direcciones y al movimiento trotskysta.
La pasión por la clase obrera
Siendo un militante venido de la a clase media más o menos acomodada de la provincia de Buenos Aires y un joven intelectual admirador primero de Kant y luego de Hegel, cuando fue ganado por el trotskismo en el 42, comprendió que lo fundamental era ir a la clase obrera. Lo hizo desde joven fundando el GOM en el año 44. Con esa organización comandó la primera generación de militantes que se unió en esos momentos difíciles de auge del peronismo, a la clase obrera industrial. Lo logró como pocos lo han hecho. El GOM se metió en el 45 en la huelga de los obreros de los frigoríficos. A partir de allí ganó un gran prestigio en el sindicato de la Carne de Avellaneda, reclutando una camada de esos auténticos dirigentes obreros, de los cuales uno de los más importantes, Elías Rodríguez, falleció en los finales del 90. Formado por un puñado de unos diez jóvenes, el GOM pasó a contar con cien militantes insertados en Villa Pobladora, un barrio de Avellaneda, que en esos tiempos albergaba a los obreros de la carne. Se trataba de una inserción política y social; vale la pena recordar que Moreno fue el presidente del Club “Corazones Unidos” de esa localidad, en donde se hacia práctica deportiva, teatro etc.
En el año 55 y los posteriores se jugó tuvo una gran participación en la resistencia a la dictadura. Se dirigió la más importante huelga de los metalúrgicos a la dictadura y se logró una importantísima incidencia en numerosos sindicatos.
Esa trayectoria y moral clasista tuvo momentos en que peligró; pero nunca se perdió. Con la derrota de la resistencia en el 59 y el comienzo y las primeras presiones del guerrillerismo foquista, nuestra corriente retrocedió enormemente. Fue entonces cuando se decidió que los nuevos militantes estudiantiles surgidos en los 60 al calor de la revolución cubana y que en esos tiempos nos contábamos con los dedos de la mano, abandonáramos los estudios para proletarizarnos, ir a trabajar a grandes fábricas y mantener de esa manera la estructuración obrera del partido.
Moreno dejo esa escuela de pasión política por la clase obrera como una herencia que vive en todo los que se reivindican y formaron en la corriente política, en Argentina, Brasil…..
Aprovechar las oportunidades políticas
Moreno fue también un maestro para saber aprovechar las oportunidades políticas para hacer avanzar la clase y construir el partido. Es decir, saber estudiar y descubrir las contradicciones ínter burguesas, las brechas que se abren en las clases dominantes, sentir por donde pasa la lucha de clases en esas circunstancias, y utilizar la situación con audacia y oportunismo para hacer avanzar la movilización y construirnos.
Moreno nunca se “pautaba” por lo que dijera la vanguardia u otros grupos de izquierda, sino por el análisis concreto de la realidad y las tareas que ella colocaba. Después el golpe militar gorila del 55, nuestra organización pasó a estar “bajo la disciplina del general Perón”. Reivindicarse parte del peronismo para militar en su interior y en particular en sus organizaciones obreras, era la forma con la que se podía participar de la resistencia, llegar a la clase obrera para disputar la organización de sus mejores cuadros y organizaciones que resistían a la dictadura gorila. Fue así que el periódico Palabra Obrera se convirtió en principal vocero de esa resistencia, llegando a tener tiradas de hasta cien mil ejemplares.
Como antes decíamos, se dirigió la huelga metalúrgica del 56 y se tuvo enorme incidencia en el agrupamiento de las organizaciones sindicales peronistas (62 organizaciones) hasta que comenzó el desgaste y luego la derrota de esa resistencia.
Esta táctica escandalizó a muchos sectores del trotskysmo en todo el mundo. Moreno, que se oponía en el terreno internacional a las posiciones que capitulaban a la burocracia estalinista, pasó a ser considerado un oportunista. Se editaban panfletos en otros países contra el “oportunismo morenista”. Una historia que duró bastante tiempo. Personalmente recuerdo que a fines del 77 fui a Londres a discutir con un grupo trotskista que tenia una gran influencia en la fábrica Leyland, para ganarlos para nuestra tendencia internacional. Ellos comenzaron la reunión con periódicos de Palabra Obrera de esa época sobre la mesa y exigiendo una autocrítica del entrismo al peronismo para comenzar el debate.
Podemos citar también el trabajo sobre la izquierda estudiantil del catolicismo en los primeras años del 60, que permitió la captación de toda una camada de dirigentes estudiantiles. El catolicismo venía de ser el agente más directo del golpe gorila del 55, y Moreno supo prever la radicalización posterior de un sector de su juventud.
O más importante aún es en el 70-71 cuando después del “Cordobazo” se vio que había condiciones de utilizar la legalidad burguesa y se comenzaron a abrir locales en épocas de la dictadura, lo que escandalizó a toda la vanguardia de izquierda que para esa época defendía el slogan “ni golpe ni elección, revolución”. Gracias a la utilización de la legalidad y la participación en las elecciones se ganó un sector de la vanguardia obrera entre ellos a José Francisco Páez, fallecido hace apenas unos meses, y que fue uno de los dirigentes de las insurrecciones obreras en Córdoba.
Otro ejemplo fue la política frente a la guerrilla. Nuestra corriente fue quien en forma más consecuente polemizó contra la política de trasladar mecánicamente el ejemplo cubano a cualquier y a todos los países de América Latina. Esa política llevó a una gran vanguardia revolucionaria surgida con la revolución cubana a algunas experiencias foquistas que fueron rápidamente derrotadas. Nuestra corriente tiene una historia de diferenciación y debate político contra esa política que consideramos errada, sobre todo de las expresiones de la guerrilla urbana de la década del 70 que llevaron a una importante generación revolucionaria a apartarse de la lucha de la clase obrera, a sacar importantes luchadores de las fábricas, e que incluso que con sus acciones ejemplares obstaculizaban la misma lucha obrera.
Pero al mismo tiempo, Moreno comprendió que la revolución cubana abría una nueva etapa de la lucha continental contra el imperialismo. En su trabajo de 1962 “La revolución latinoamericana” hizo un audaz análisis de que se abría un nuevo movimiento nacionalista democrático antiimperialista en el continente. Comprendió que había que incorporar a la guerrilla como una forma de lucha revolucionaria no contemplada en el programa de transición, como resultado de los cambios operados a escala mundial con los fenómenos de posguerra, y en concreto el peso de la lucha campesina en China y que se expresó nuevamente en la revolución cubana.
Fue así también como nuestra corriente reivindicó la lucha armada, e hizo una experiencia práctica concreta de esa política apoyando la lucha campesina de ocupación de tierras dirigida por Hugo Blanco que adquirió la forma de una milicia campesina. De esa manera se supo distinguir los procesos de guerrilla que podían empalmar con el movimiento del campesinado pobre, del foquismo.
Por eso mismo, también desde el primer momento, se apoyó a la guerrilla sandinista. Dos o tres años antes de su triunfo a fines del 79, nuestra corriente que tenía su centro en Colombia, donde se había formado el PST, llamaba al derrocamiento de Somoza y a que el FSLN tomara el poder. Sobre esa política se formó la Brigada Simón Bolívar, que reclutó a más de mil combatientes tomando la experiencia de las brigadas internacionales en España, que combatieron en Nicaragua.
Un marxista abierto
Moreno no hizo del marxismo y de los análisis de Trotsky un dogma. Siempre actuó sobre la idea de que el marxismo, es antes que nada un movimiento social que lucha por la revolución y que su teoría es una herramienta para esa acción revolucionaria. Consideraba la teoría marxista como una ciencia abierta, de ahí su obsesión por estudiar los fenómenos nuevos ocurridos en la posguerra. Moreno, que se consideraba y de hecho era un trotskista ortodoxo, también fue autor de muchísimas revisiones de la obra de Trotsky". Señaló las limitaciones que tenía la formulación de la teoría de la revolución permanente, incorporando las revoluciones no previstas de posguerra en las cuales el sujeto social no fue la clase obrera. Actualizó el programa de transición, que precisamente se centraba en la lucha de las clases obreras de las metrópolis y no daba una suficiente respuesta a las tareas antiimperialistas y democráticas que fueron el eje de las revoluciones de posguerra que abarcaron principalmente a los países dependientes y semicoloniales.
Ese marxismo abierto lo llevaba a ser autocrítico ante su misma historia política. Durante mucho tiempo, el contaba la historia de nuestro movimiento en base no a los aciertos sino a las desviaciones que había tenido. Primero la desviación sectaria con el peronismo, luego la obrerista, la movimientista....
La pasión por la formación política.
La escuela de Moreno era la de dar a los militantes mucho tiempo para la formación política. El no concebía a un militante profesional, que no dedicara un mínimo de dos o tres horas diarias al estudio de los clásicos y a la lectura cuidadosa de los diarios más importantes de la burguesía. Peleaba siempre contra la tendencia al militantismo y era un verdadero maestro para dar y preparar los cursos de formación y las escuelas de cuadros. Estas escuelas y seminarios eran una parte central, anual, de la actividad política de la corriente en épocas de legalidad o bajo las dictaduras. Bajo el régimen militar de Onganía se hizo un seminario de 15 días con unos 20 militantes algunos de los cuales eran peruanos, prácticamente encerrados en una casa, de la que solo se podía salir de noche por turnos, estudiando y discutiendo la Lógica de Hegel. También es recordable una escuela de cuadros en el sótano de una verdulería en Mar del Plata, de la que también solo se salía de noche para hacer una zambullida al mar.
De esa manera, se combinaba una buena formación teórica de los cuadros que daba mucha confianza y una buena armazón política no para ser masa eruditos en marxismo sino como herramienta política y fundamentalmente para tener una gran flexibilidad táctica para aprovechar las oportunidades políticas.
Sus últimos años
A partir de 1980 pero especialmente a partir de 1982, se entró en un período que fue sumamente contradictorio. Desde el punto de vista de la construcción del partido, se hicieron avances enormes en Argentina y Brasil. Al mismo tiempo, se elaboraron varias tesis que resultaron parciales o equivocadas.
Luego del exilio en Colombia, donde se había construido un importante partido a partir de la adhesión de un importante grupo militante denominado Bloque Socialista, Moreno retornó a la Argentina cuando se estaba produciendo la caída de la dictadura. Gracias al acierto de utilizar primero que nadie la etapa de legalidad que se abría, se logró construir el MAS que alcanzó una importantísima influencia en la vanguardia y a rozar la influencia de masas. El MAS se formó también porque en el duro periodo de la dictadura argentina, nuestro partido como resultado de su política de estar junto a la clase obrera, a su temple y moral partidaria, supo resistir la represión y conservar una corriente de entre 500 a 800 militantes en el país.
Cuando fue la guerra de las Malvinas nos supimos colocar en el campo militar de la dictadura. Y cuando cayó la dictadura y se abrió una nueva etapa democrática para las masas, Moreno dirigió el partido audazmente para crear un nuevo movimiento político socialista. Los 500 o tal vez un poco más militantes salieron a abrir 500 locales, prácticamente un local por militante!!!, para explorar al máximo la construcción de un nuevo movimiento socialista y participar de las elecciones. Si bien no empalmamos con otras fuerzas o corrientes para hacer un movimiento socialista y el resultado electoral no fue favorable, esta política permitió captar miles de militantes y enraizar el partido bajo el nombre de Movimiento al Socialismo, en los principales barrios y en una gran parte de las estructuras de los trabajadores en el Gran Buenos Aires y otras importantes ciudades.
Algunas generalizaciones que no coincidieron con la realidad
En el terreno de la elaboración política es donde se presentaron las contradicciones. Moreno, que como decíamos era un marxista abierto y apasionado por estudiar la realidad concreta para intervenir en ella, tomó en forma unilateral algunas características de la situación mundial para generalizarlas bajo la definición de situación revolucionaria mundial. También a partir de la caída de la dictadura en la Argentina generalizó que la revolución democrática era una fase de la revolución socialista. Visto desde ahora, pasados veinte años, cuando ya es mucho más fácil ver la realidad como una parte del pasado y no como un presente o un pronóstico, resultaron generalizaciones unilaterales y erradas.
Fueron tesis que el equipo de dirección que siguió después de su muerte no solo no supo corregir a tiempo, sino que las exageró. Y por esa vía nos desarmaron frente a la realidad. En cierta medida fueron transformadas casi en principios, sin seguir los concejos del mismo Moreno, que siempre insistía que la realidad es más rica que cualquier esquema teórico, y que acorde con esta idea era un crítico riguroso y no dogmático de todos nuestros maestros y de sus propias ideas.
Haciendo el compromiso que desarrollaremos mas estos temas con el objetivo de armarnos mejor para intervenir en la nueva realidad mundial y de nuestro continente, es que tocamos brevemente tres tesis sobre las cuales el equipo de dirección del MES, ahora corriente interna del P-Sol, y las organizaciones de la Lucha Continúa de Perú, UnioS de México, el MPU de Panamá y compañeros de Chile con quienes editamos la Revista Movimiento, hemos reformulado desde hace un tiempo.
+ La situación revolucionaria mundial. A partir del hecho incontestable de la fragilización de los EEUU con la derrota de Vietnam, de las crisis económicas abiertas en los 70 y del debilitamiento del aparato burocrático del estalinismo, en el año 80 y más precisamente cuando fue el intento fallido de unificación con la corriente trotskysta de Lambert, se construyó la tesis de situación revolucionaria mundial. La misma se definía diciendo de significaba que había condiciones para que estallen revoluciones en el mundo. Moreno fundamentaba nuestra tesis en la definición de situación revolucionaria de Lenin formulada en 1915. Creemos que se hizo una falsa analogía con aquella situación. Lenin hablaba concretamente de situación revolucionaria en Europa, en medio de una guerra mundial que había enfrentado a los imperialismos europeos, y que de hecho había provocado una quiebra del orden mundial, sustentado en ellos. Y efectivamente fue una situación que desató la revolución en Rusia y en varios países de Europa. No fue la situación que se vivía en el 80. El golpe de Vietnam fue enorme, pero pudo ser absorbido, no dislocó la dominación mundial. (Nixon pactó con China para canalizar luego de Vietnam comenzar a estabilizar el Este de Asia).
Por otra parte, se exageraba el carácter objetivo de la definición leninista, al hablar de revoluciones socialistas inconscientes. Si bien la definición de leninista a diferencia de la de Trotsky no incluía como condición el partido revolucionario -y esto fue corroborado por la realidad de las revoluciones de posguerra que se hicieron sin partido revolucionario-, Lenin no por eso despreciaba el papel de la conciencia de las masas en las revoluciones. Por el contrario, una de las condiciones de Lenin era también “la disposición revolucionaria del proletariado y las masas que en la situación revolucionaria se decidían a romper y rebelarse contra el orden social existente para buscar uno nuevo”.
+ El frente contrarrevolucionario mundial. Un elemento que completaba la caracterización mundial, era la existencia de un frente contrarrevolucionario del cual hacían parte todas las direcciones no obreras o revolucionarias, es decir pequeño burguesas, en particular el castrismo, sandinismo pero que abarcaban prácticamente todas las direcciones en todos los países. Esta formulación se hizo sobre el hecho cierto del papel de freno de la revolución centroamericana que jugó el pacto de Contadora alentado por Fidel. Pero se generalizó como un frente permanente que actuaba en todos lados perdiendo de vista las contradicciones que la misma realidad abría y abre en diferentes coyunturas y regiones, como estamos viendo ahora en el medio oriente donde direcciones como Hezbolah o Hamas juegan un papel enormemente progresivo y lo mismo ocurre en Latinoamérica. De esa manera, se colocó el problema de la dirección como la traba absoluta para el avance de la revolución dejando de lado los factores objetivos y la acción de estos sobre el nivel de conciencia de las masas.
+ Revoluciones democráticas que hacen parte de la revolución socialista. Cuando cayó la dictadura argentina gracias a la movilización popular provocada por la traición de los militares en la Guerra de las Malvinas, correctamente Moreno definió que había sido un derrocamiento revolucionario. Se trataba efectivamente de un cambio por una vía revolucionaria del régimen político. De esta manera, se retomo la caracterización acertada de las revoluciones que cambien los regímenes políticos y que han ocurrido en la lucha de clases mundial. Sin embargo, se forzó la realidad al decir que esa revolución era una etapa o mejor dicho una fase de la revolución socialista y que por lo tanto abría la revolución socialista. Esa dinámica ininterrumpida de la que hablábamos en aquellos tiempos, estaba evidentemente vinculada a la definición de situación revolucionaria mundial que se estaba utilizando en ese período.
Estas caracterizaciones comenzaron a chocar con la realidad ya en vida de Moreno, pero no lograron ser corregidas por el mismo, ni reformuladas luego de su muerte. A la final de su vida él ya veía que en la Argentina nuestro pronóstico comenzaba a chocar con mediaciones importantes. Si bien se sucedían las huelgas generales contra el gobierno radical, se fortalecía como alternativa de poder el peronismo, que retornaba al gobierno en la provincia de Buenos Aires. Decía por ejemplo, que debíamos estudiar más a Gramsci para comprender las medicaciones de “occidente”, de la democracia burguesa.
Visto desde ahora, es evidente que la caída de las dictaduras no abrieron el curso hacia la revolución socialista, sino que por el contrario a partir de la consolidación del proyecto neoliberal de la Tatcher y Reagan comenzó un proceso, no lineal y con contradicciones -ya que por ejemplo tuvimos el Carachazo-, pero que como resultado general llevó a una década de dominio de los gobiernos neoliberales en nuestro continente.
Moreno comenzó a ver el curso derechista del reganismo y las consecuencias que podría tener también hacia los Estados Obreros. Definió correctamente que la crisis económica mundial desataba una contrarrevolución económica permanente, es decir una ofensiva sobre las masas que fue avanzando y provocando derrotas importantes. Visto desde ahora, es evidente que no se vio en profundidad la correlación de fuerzas que significaban la Tatcher y Regan, la derrota de la huelga minera en Inglaterra y de los controladores aéreos en los EEUU.
Moreno también se indagaba si en la ex URSS y los países del Este la burocracia ya no había socavado a un punto cualitativo las conquistas de la expropiación de la burguesía. En relación a los estados obreros nuestra corriente se sustentaba en la caracterización de Moreno de que en esos países la revolución política iba a tener dos fases. Una democrática de todo el pueblo por la democracia, y otra socialista hegemonizada por la clase obrera que retomaría el proceso de transición. Era un pronóstico correcto sobre la base de lo que había sucedido con las revoluciones políticas hasta la revolución polaca de Solidarnosc, pero que no se repitió en los 89- 90. Las revoluciones democráticas en los países del Este -que existieron- no llevaron a nuevos Octubres sino que el proceso culminó con la restauración capitalista. El último movimiento revolucionario que se dio bajo los moldes de la revolución política prevista por Trotsky fue la polaca de Solidarnosc y fue derrotada.
En un sentido, con sus últimas caracterizaciones, Moreno miró “lejos de mas”. Vio importantes elementos del futuro que se delineaban pero no se concretaban en la realidad presente de aquel momento. Tuvo la acertada intuición que el estalinismo se terminaba, y que eso cambiaría el mundo, abriría una nueva época. Este procesó demoró y al final se dio; pero no se sincronizó con una situación revolucionaria mundial. La realidad una vez más, fue diferente al esquema teórico. La derrota del estalinismo, que significó el fin del aparato “más contrarrevolucionario surgido de las filas del movimiento obrero que dio la historia”, como decía Moreno, y que cayó por la acción democrática de las masas, no abrió las revoluciones que esperábamos en esos países.
Sin embargo, el capitalismo no pudo ganar con ellas y resolver su crisis estructural abierta en los años 70. Y el fin de Yalta terminó complicando su dominación. La ofensiva neoliberal no resolvió la crisis estructural del capital y comenzó a agotarse a fines del 90. Vivimos ahora un período en donde se han exacerbado todas las contradicciones, en donde se agudizan la polarización social y política. La hegemonía americana que recurrió a la guerra de Irak, para evitar su decadencia, ha sufrido un duro golpe en esa guerra. En Latinoamérica con las grandes insurrecciones ha emergido un pujante movimiento nacionalista pequeño burgués que ha colocado incluso la discusión del socialismo del Siglo XXI. El P-Sol se ha transformado en una realidad en Brasil y sectores revolucionarios y organizaciones trotskistas que hacemos parte de diferentes tradiciones estamos jugando un papel importante en la construcción de alternativas anticapitalistas. Ahora estamos con enormes posibilidades de diálogo con sectores del movimiento de masas. El espacio político está sumamente abierto, ya que todo esto ocurre en una etapa en donde el estalinismo, como aparato mundial, ya no existe.
No tenemos dudas que Moreno hubiera sido una pieza importante para armarnos sobre los nuevos hechos y los nuevos desafíos que tenemos de construir alternativas revolucionarias de influencia de masas. Es una tarea que quedó en manos de un esfuerzo más colectivo. Y para ello, las herramientas que dejo Moreno son enormes contribuciones que tenemos que utilizar.
*Pedro Fuente dirigente del Movimiento de Izquierda Socialista (MES) corriente interna del P-SOL de Brasil.
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