¡Pararlos en África y el Medio Oriente!

¿Ofensiva final del Capital?

Creo que el capital ha lanzado una ofensiva final para destruir todos los intentos de rebelión, de disidencia, de crítica, de soberanía e independencia. El totalitarismo, la negación de los derechos humanos y de la madre tierra se viene estableciendo como una sombra ominosa que va cubriendo el planeta.

La última década ha sido el escenario de dicha ofensiva. Las guerras de Irak, la de Afganistán, la permanente desestabilización contra los gobiernos progresistas de América Latina, el bloqueo a Cuba, el cerco estratégico contra Rusia, las amenazas contra China, la guerra contra el “terrorismo”, la ofensiva contra la democracia y la imposición del totalitarismo a través del mundo, la sistemática violación de los derechos humanos y de la Madre Tierra, el racismo y la trata de personas, el terrorismo sionista contra el pueblo palestino y cualquier movimiento de solidaridad con ese pueblo, la campaña contra Irán, la violencia y las maniobras para debilitar al pueblo y a los estados africanos, la multiplicación del hambre (la bomba solo mata gente), las diferentes guerras de baja intensidad que impulsan en distintos puntos del planeta, la militarización y securitización de las relaciones internacionales, la destrucción del multilateralismo y la colonización de la ONU, constituyen un proceso de guerra mundial de carácter permanente, que se propone transformar radicalmente a la humanidad y al planeta, para reconstruirlos sobre la base de la dominación totalitaria, la severa restricción de los derechos humanos y las más refinadas y violentas formas de control social. A los ecosistemas destruidos, se les recuperaría desde los laboratorios apelando a la nanotecnología, la geoingeniería, la ingeniería genética y la biotecnología. El dios del dinero y su correlato, el gran mercado mundial, serían el espacio para la existencia humana y de la naturaleza.

Todo esto tiene como trasfondo la profunda crisis civilizatoria que vive el Capital. Sus diversas manifestaciones y los intentos de resolverlas descargándolas sobre los pueblos, temas que he tratado en otros escritos.

El relanzamiento del Consenso de Washington, el maltusianismo desbordado, que considera las guerras, las epidemias, las hambrunas y los desastres naturales, como una necesidad para garantizar el control del crecimiento de la población como una especie de darwinismo social, que permitiría la selección de los más aptos y eficientes, y la radicalización de la globalización neoliberal, con el capital financiero a la vanguardia.

Esta ofensiva busca un desenlace que no se prolongue demasiado en el tiempo, pues de lo contrario, se podría revertir contra los intereses imperiales. Para dicha ofensiva, es necesario proceder aplastando la disidencia, la soberanía, la independencia y los intentos de rebelión. Por eso, pararlos en África y el Medio Oriente es decisivo para los pueblos del mundo y los gobiernos progresistas. Pararlos significa lograr que sus jugadas para dividir Libia, fracturar la OPEP y generar una contrarrevolución en el mundo árabe que derrote las aspiraciones por mayor democracia y soberanía, no triunfen. Que por lo menos su ofensiva se estanque, mientras avanzamos en la reorganización y fortalecimiento del Sur y en el desarrollo de una firme estrategia por la defensa de la paz mundial, la democracia y la soberanía.

Ha ocurrido que después de todos los esfuerzos imperiales para profundizar la globalización neoliberal, generalmente la crisis del Capital brota de nuevo, incluso con más fuerza. Ahora debemos obstaculizar, hasta donde sea posible, que se recupera de la profunda crisis actual para profundizar las luchas populares e irlo arrinconando táctica y estratégicamente.

Si derrotan a Libia probablemente vayan contra Siria y Argelia, mientras los sionistas continúan minando la resistencia palestina. Minarla, postrarla y finalmente destruirla. Luego, les tocaría el turno a los países de America Latina, especialmente a los del Alba.

La desestabilización es una de las estrategias corrientemente utilizadas contra los gobiernos progresistas. La violencia internacional se expresa en el interior de nuestros países de muy diversas maneras. Ahora deseo resaltar la penetración de paramilitares en Venezuela, el impulso a los casinos para la proliferación del juego que se asocia con el tráfico de drogas, la trata de personas, la corrupción y la consolidación de mafias que financian la contrarrevolución; la promoción del delito, la organización de pandillas, las batallas entre bandas rivales, la promoción del microtráfico de drogas y la prostitución, etc. Caminos a través de los cuales van creando un entramado delictivo apoyado en valores mercantiles y el apego a la propiedad privada, en la promoción de negocios fraudulentos y criminales, que estimulan el “éxito” y el enriquecimiento “fácil”, enganchando a sectores pobres, particularmente a jóvenes, negocios que están en la raíz de la inseguridad personal que tanto pesa en la actual coyuntura venezolana, generando una base social popular en función de los planes imperiales y de la oposición venezolana, que aspira a derrocar a Chávez por cualquier medio.

Las consecuencias de un eventual triunfo imperial en Libia, no generan, sin embargo, un proceso mecánico, fatal. Más bien lleno de altibajos, pues depende mucho de las iniciativas que los pueblos y los gobiernos emprendan. El imperio no puede hacer lo que le venga en gana. Primero tiene que derrotarnos políticamente.

¿Se está derrumbando el Capital?

No lo creo, aun cuando la crisis es muy profunda. El Capital no se defiende sólo con la violencia física, sino también con la mediatización cultural, que es otra forma de violencia. La cultura del Capital sigue siendo, sin dudas, la cultura dominante, aun entre sectores revolucionarios.

Hace más o menos un siglo Lenin señaló que la dominación puede estar derrumbándose, pudriéndose durante largo tiempo, pero no se cae sola. Hace falta la acción deliberada de los pueblos. Esto llama la atención sobre la responsabilidad de los movimientos sociales, de las organizaciones políticas y de los gobiernos progresistas. Lo primero que hay que hacer es comprender bien lo que está ocurriendo y trazar los caminos que debemos seguir. En esto no nos podemos equivocar.

Estratégicamente el imperio no tiene futuro. Se mantiene con gran fuerza, sin embargo. Entre tanto, tiene ilimitados caminos para restablecerse y levantarse de sus cenizas. Tiene presente y el presente es, entre otras cosas, la prefiguración del futuro.

El imperio no depende simplemente de la violencia física. La mediatización cultural, el monopolio mediático, la manipulación y la modelación del inconsciente y la imposición de los valores de la sociedad capitalista son medios esenciales, formas de violencia que no se derrotan mediante la violencia. Sin esos medios, la violencia imperial conduciría directamente a la rebelión. Finalmente, apela al terror. Recordemos a los paramilitares colombianos matando a la gente con una sierra eléctrica, las violaciones masivas de mujeres y hombres en África y en otros lugares con el propósito de sembrar desmoralización, a la “contra” en Centroamérica abriéndole el vientre a las mujeres encintas para sacar al bebé y luego introducir la cabeza del marido y coserles el vientre con esa cabeza dentro, etc. El terror es ilimitado para sembrar desmoralización y desmovilización y cada vez es más sofisticado para causar dolor, miedo y muerte, física y espiritual. No digo esto para sembrar temor. El no nos sirve para nada. Lo importante es hacernos responsables para la elaboración de una política, que impida que el terror encuentre campo político y social para ejecutarse y sostenerse.

El problema de la violencia y la paz

No se puede detener la guerra con otra guerra. No se puede derrotar la violencia imperial con más violencia. El caldo de cultivo de las políticas imperiales es la violencia, la guerra. Lo que los puede detener es un movimiento mundial por la paz. En la guerra se mueven como pez en el agua, volcando toda su maquinaria de destrucción y terror sobre la humanidad.

Son diversas clases de violencia. La violencia ejercida a través del monopolio mediático orientada a la modelación del inconsciente y por tanto de nuestras aspiraciones, deseos y sueños, para orientarnos hacia un camino materialista cargado de violencia, fundado en el miedo. Ese proceso que hace que los niños a los seis años se sepan los jingles de la publicidad y pataleen por las ofertas de comida rápida, símbolo de un determinado patrón de consumo, mientras simultáneamente se les prepara para aceptar como “natural”, la violencia contra los diferentes y la tortura contra el “terrorista” que “sabe” donde está la bomba que supuestamente nos va a matar a todos. Violencia que se complementa con la violencia del sistema escolar que fue descrita por el Mayo Francés del 68, a través del siguiente graffiti: “Gracias a los profesores y los exámenes, el arribismo comienza a los seis años”.

La violencia contra todas las “formas de desviación social”, es decir, desviación con respecto a la conducta política que el monopolio mediático, que de hecho es un monopolio de la cultura, va predeterminando y espera que adoptemos. Violencia representada por las cárceles clandestinas, la tortura, las desapariciones y detenciones sin fórmula de juicio, la licencia para matar a una lista de ciudadanos elaborada por los cuerpos de seguridad, los asesinatos de personas o amplias masas humanas, finalmente, la guerra generalizada caracterizada por bombardeos, crímenes contra la población civil y las más amplias violaciones a los derechos humanos y de la madre tierra.

Como he insistido en otros escritos, la paz es lo que paraliza al imperio, la que lo puede derrotar. No simplemente la paz de las declaraciones y los manifiestos. Que por supuesto hacen falta. Es la paz activa.

El imperio es violencia y se alimenta de la violencia. En Irak, concluyeron una primera fase de la guerra con una victoria. Asesinaron a más de un millón de personas, destruyendo instituciones, la historia, la cultura, los tejidos sociales, sembrando corrupción y desmoralización. Cubren los gastos de la guerra con la venta de petróleo iraquí y las transnacionales como Halliburton, Blackwater y otras han hecho excelentes negocios con la guerra, la muerte y con la llamada reconstrucción de Irak. Es el capitalismo del desastre del que nos habla Naomi Klein. Desastres que permiten apuntalar la globalización neoliberal y la democracia con elecciones programadas después de victorias militares o golpes de Estado. En fin, una prolongación del totalitarismo por otros medios.

Derrotaron a los sunitas y pactaron con los shiítas. Ello prefigura un nuevo conflicto en una guerra que aún no ha terminado. Al final, no ganarán esa guerra.

Sin embargo, el pueblo de Irak la ha perdido. Nadie revivirá a los muertos, sanará a los millones de heridos y mutilados, a las familias destruidas, a los niños huérfanos afectados de por vida por los horrores de la guerra, a la cultura, las bibliotecas y los libros destruidos, la economía devastada, el hambre, las obras de arte desaparecidas ni reparará los daños morales con impacto intergeneracional… Sobre todo, no hay manera de restablecer al país de la contaminación originada por los bombardeos con uranio empobrecido, implicado en el nacimientote de niños con graves deformaciones provocadas por alteraciones genéticas, las que se proyectan hacia las generaciones futuras. La vida sigue. Pasará un largo tiempo para que vuelva a ser vida y no sobrevivencia.

Este es el camino que debemos evitarle a la humanidad y a nuestra patria Venezuela, y es posible. Las proporciones de la devastación provocada por la guerra contemporánea y los crímenes y asesinatos que se comenten, tanto con los seres humanos como con la naturaleza y la cultura, no guardan proporción con las guerras que hemos conocido en el pasado. Sobre todo, porque en cualquier momento esa guerra puede asumir la forma de guerra nuclear.

Esta guerra prolongada no la ganarán los pueblos. El Capital está dispuesto a liquidar a la humanidad y el planeta antes de capitular y si fuere forzado a capitular a través de la violencia, la ruina y la destrucción, moral y material, provocadas, no tendrán parangón. Sería una victoria absolutamente pírrica. Por eso, cercarlos con la paz e imposibilitarlos políticamente para desplegar y justificar sus crímenes, es la alternativa que tenemos.

Es necesario derrotarlos políticamente

Me parece absolutamente necesario seguir esta orientación del Presidente Chávez: “La tarea nuestra no es una guerra contra Estados Unidos ni contra nadie. La tarea nuestra es evitar una guerra y asegurar la paz, porque sólo en paz podemos llevar adelante nuestro proyecto.” (28/03/11).

Esto es absolutamente cierto. Sólo nuestra debilidad o incompetencia política puede permitir que aprieten el gatillo o que luego no podamos detenerlos. Si sabemos actuar políticamente, fortalecer las fuerzas populares mundiales por la democracia, la paz y contra el totalitarismo imperial, la paz triunfará contra la guerra. No es fatal que la humanidad sea destruida o que tengamos que emprender una guerra prolongada para derrotar al imperio, guerra que como hemos dicho, podría culminar en la paz de los sepulcros. “Sólo en paz podemos llevar adelante nuestro proyecto.”

Hay muchos ejemplos. Algunos los he desarrollado en otros escritos. La guerra de Vietnam la perdieron porque, en primer lugar, la rebelión política del pueblo de EEUU y de los pueblos del mundo les impidió enviar un millón de soldados y utilizar armas nucleares; en segundo lugar, la guerra de Vietnam se da en el marco del conflicto Este-Oeste y la URSS colocó peso político y militar, contra la agresión estadounidense; en tercer lugar, el pueblo de Vietnam supo resistir y no se dio por vencido en las peores adversidades.

Uribe no atacó militarmente a Venezuela, pese que antes de entregar el gobierno, tenía lista la agresión, debido a la movilización política del gobierno de Venezuela y en especial, del Presidente Chávez.

Pudieron atacar a Irak, porque ganaron la batalla política montando la mentira de la posesión por parte del gobierno de Irak, de armas de destrucción masiva y de ser base de Al Qaeda. La propuesta de negociación que hizo Irak fue ignorada por el monopolio mediático y así se consumó la agresión.

De la misma manera pudieron justificar la guerra contra Afganistán. Permitieron la ejecución del ataque al Worl Trade Center y a partir de ahí crearon una histeria guerrerista. Ello permitió ignorar la propuesta de paz que hizo el movimiento Talibán, antes de que se iniciara la guerra.

El Ataque a Libia se hizo posible porque los movimientos por la paz y los gobiernos progresistas no ganaron la batalla política, de haberlo hecho, probablemente, se hubiese impedido que el Consejo de Seguridad aprobara la resolución 1973.

El Presidente Chávez acertó al proponer desde el principio una solución para garantizar la paz. Sin embargo, no se pudo articular un movimiento internacional basado en los gobiernos y pueblos del Sur, que se centrara en un primer momento, reconociendo que había estallado una guerra civil, en una propuesta de Alto al Fuego, como también lo sugirió el Presidente Chávez.

Ahora es necesario implementar una política que siguiendo los lineamientos que ha ido estableciendo el Presidente Chávez, nos permita unir al Sur e ir aislando la política guerrerista.

En este último caso la debilidad política del Sur, vinculada a su falta de unidad, fue el factor clave para el desencadenamiento de la guerra. Esa falta de unidad y de audacia para promover iniciativas regionales e internacionales, nos impidió y nos ha impedido conquistar el Alto al Fuego, detener la guerra y los planes del Imperio en relación con Libia y el Medio Oriente.

Retomar el rumbo para pasar a la ofensiva política y derrotar políticamente al imperio, es imprescindible. Si no, el imperio triunfará, no sólo por su superioridad militar, sino, lo que es más grave, porque en la coyuntura ha sido superior políticamente. Lo que expresa que la correlación de fuerzas a nivel internacional lo sigue favoreciendo, pero no es suficiente para impedir que lo podamos derrotar políticamente, como lo hemos hecho otras veces.

Que estratégicamente sea superior militar y políticamente (lo que no quiere decir que tenga la razón, sino la razón de la fuerza), es un resultado de los procesos históricos que vivimos; pero significa también que tácticamente está logrando reunir una suma mayor de fuerzas para enfrentarnos, lo cual es más grave, pues para derrotarlos en esta larga batalla política debemos lograr reunir, en cada coyuntura, fuerzas suficientes para ir conquistando victorias que nos fortalezcan estratégicamente. Incluso, si no hubiese podido sumar a su lado fuerzas importantes del Sur, no hubiese logrado justificar la agresión a Libia. Pero, podemos derrotarlo dada la diversidad de conflictos, contradicciones y debilidades estratégicas y tácticas que el imperio confronta. Es una prueba para nuestra sabiduría y nuestra destreza política. Para la capacidad y la posibilidad de unir al Sur sobre la base de un programa mínimo.

Quizás una cierta rutina nos esté impidiendo, en los niveles de ejecución, la suficiente audacia como para lograr victorias tácticas relevantes, que se vayan convirtiendo en victorias estratégicas.

La política es la continuación de la guerra por otros medios

Como todos sabemos esta sentencia era al revés: la guerra es la continuación de la política por otros medios. Se le debe a Von Clausewitz, quien la formuló en su tratado denominado De la Guerra.

En el mundo contemporáneo, las fronteras entre política y guerra se han disuelto. Con el transfondo de la globalización neoliberal, cuando se han militarizado las relaciones internacionales, se ha instaurado un estado de guerra permanente como guerra mundial en proceso, y las Naciones Unidas y el multilateralismo han sido colonizados y puestos al servicio de las guerras imperiales, la situación ha evolucionado en términos de que la política imperial es la guerra y la guerra es la política.

Sin revisar las cosas detalladamente, veamos cómo el ataque a Libia fue preparado políticamente de manera cuidadosa y para ello movilizaron a su alto comando político, que a la vez es un comando de guerra. No pudieron sumar a la Unión Africana, pero lograron arrancarle a Liga Árabe una resolución sobre la creación de una zona de exclusión aérea que era lo que necesitaban para justificar la operación militar. Así pudieron obtener en el Consejo de Seguridad la resolución 1973. Es decir, no se movieron sólo dentro de las Naciones Unidas. Se fueron directamente a las organizaciones regionales y desde ahí presionaron al Consejo de Seguridad.

Simultáneamente han ido negociando en la Unión Europea, en el G-8, en la OTAN y en todos los espacios necesarios, apelando además profusamente al monopolio mediático.

También con los países del Golfo para garantizar la resolución de la Liga Árabe que permitió legitimar la agresión a Libia. Simultáneamente organizaron la invasión de Bahrein, iniciando la contrarrevolución en el mundo árabe.

Es decir, la política ha estado presente en todo momento condicionando los resultados de la guerra.

Necesitamos pues una operación política de gran envergadura, no sólo para detener la guerra, sino para aislarlos y llevarlos, inevitablemente, a cometer errores. Esto es posible, tal como posible es la paz. Es más, la lucha por la paz puede unir al Sur y generar un poderoso movimiento mundial, imprescindible para vencerlos políticamente.

La intervención en Libia como una jugada geopolítica de largo alcance: objetivo OPEP y contrarrevolución desde el Golfo Pérsico

Está claro que el petróleo y las fuentes de agua son un objetivo; pero ya habían negociado suficientemente con Gadafi para aplicar políticas neoliberales y realizar inversiones en diversos sectores de la economía libia, especialmente en el sector petrolero. Igualmente en las políticas migratorias y la política antiterrorista habían llegado a acuerdos importantes. Pero Gadafi siguió siendo un importante defensor de la OPEP, del control de los precios y otras políticas en las que siguió teniendo coincidencias con Venezuela y otros países del Alba, sin que dichos países sean copartícipes de las políticas de Gadafi al interior de libia. Esos son asuntos internos. Además, la corporación petrolera del Estado libio ha seguido siendo un importante factor en las negociaciones petroleras. Nada de esto es bienvenido por las políticas neoliberales. Por cuestiones parecidas derrocaron a Zelaya en Honduras.

Tienen interés en controlar la zona petrolera para manipular las sanciones que el Consejo de Seguridad le impuso a Libia, las que le impiden al Estado libio vender hidrocarburos, pero no a las empresas internacionales asociadas con la oposición libia. Si toman el control de los puertos y de los campos petroleros, comenzarán a vender petróleo al margen del Estado y por supuesto de la OPEP. Esta sería una secesión, de hecho, de la nación libia y también podría significar una eventual ruptura de la OPEP realizada por una transnacional representante de la globalización neoliberal. No es que no existan transnacionales petroleras explotando petróleo en países de la OPEP. Es que por primera vez estarían fuera de controles estatales y por tanto, sin compromisos OPEP. Además, probablemente amparadas por la ONU para vender petróleo con fines “humanitarios”. La guerra podría continuar y ellos vendiendo petróleo. Esta es la verdadera zona de exclusión aérea, la zona petrolera.

Por supuesto, tienen interés en el petróleo, pero sobre todo tienen un interés geopolítico vital: la fractura de la OPEP, lo que podría significar una severa derrota para el Sur y para Venezuela en particular. Ya lograron sacar a Honduras del Alba.

Pero la situación es más grave aún. El ataque a Libia, de alguna manera encubre la contrarrevolución que ocurre en la región del Golfo Pérsico. Bahrein ha sido ocupado militar y policialmente bajo la coordinación de Arabia Saudita, lo que ha detenido, por lo menos transitoriamente, los procesos de movilización popular orientados a la democratización de los países del Golfo Pérsico, lo que afecta el proceso global de cambios en el mundo árabe, dejando a los procesos de Túnez y Egipto relativamente aislados y frenando también el proceso de Yemen. Ha sido toda una jugada geopolítica de largo alcance estratégico.

El proceso en la Zona del Golfo involucra a países miembros de la OPEP, lo que complica más el panorama estratégico y la integridad de la OPEP.

La amenaza es muy grave y debería llevarnos a encender luces rojas y declararnos en una seria y severa emergencia.

Los grandes retos son los que nos pueden conducir a grandes soluciones. A un manejo extraordinario de la situación.

Algunas sugerencias

La situación política y militar de las potencias del Norte sigue siendo difícil. Ya es evidente que hay una crisis humanitaria provocada por los bombardeos y en general, por la intervención extranjera, que fue lo que la Liga Árabe solicitó evitar.

También es más claro que existe el propósito de derrocar al gobierno, lo que no está incluido en la resolución 1973. Que para ello necesitarán emprender acciones terrestres, seguramente encubiertas, para poder evitar un estancamiento político y militar, lo que tampoco está previsto en los acuerdos del Consejo de Seguridad, mucho menos en los de la Liga Árabe.

Continúan presentándose conflictos en el seno de la llamada alianza. Además, hay importantes países de diversas regiones del mundo, que han manifestado su claro desacuerdo con la evolución de la situación.

Luego, la resolución de la Liga Árabe que le da fundamento a la intervención militar fue tomada en condiciones precarias. De los 22 miembros plenos, solo once estaban presentes y votaron a favor, nueve.

El Consejo de Seguridad ha sido sometido a frecuentes e importantes críticas, sobre todo porque se ha evidenciado que la OTAN es una especie de brazo armado de las Naciones Unidas. Decir la OTAN es decir el Pentágono, que es el cerebro y el corazón de dicha organización.

Hay un importante campo de alianzas en el mundo como para derrotar la agresión o para crearle tales complicaciones, que le impidan consolidar la situación o salir airosos de ella. Es decir, pueden ser detenidos en Libia. No para salvar a Gadafi, sino para salvar al mundo de la oleada de intervenciones militares y procesos de desestabilización que podrían desatarse, si las potencias del Norte logran sus objetivos tanto en África como en el Medio Oriente.

Ahora depende de nosotros. Si sabemos hacer lo que debemos y podemos hacer, la Odisea del Amanecer, podría transformárseles en una oscura noche.

Más sobre cambios en la ONU, su refundación y el Plan ONU 2015

El 63 período de sesiones de la Asamblea General de la ONU –que se desenvolvió entre fines de 2008 y fines de 2009- fue un período excepcional, que permitió tomar iniciativas, de difícil repetición en las condiciones actuales. Esto es importante comprenderlo para saber orientar nuestras políticas. No es mi intención analizar dicho período. Diré sólo algunas palabras.

En primer lugar, ese período fue presidido por el Padre Miguel d’Escoto Brockman, un hombre digno, revolucionario, honesto y comprometido con las causas del Sur, que supo manejar la Asamblea General con equilibrio, sabiduría y eficiencia.

En segundo lugar, fue el tiempo del mayor impacto de la crisis financiera internacional. En un primer momento los centros de poder mundial y las Instituciones Financieras Internacionales, no supieron cómo reaccionar con rapidez sobre todo por los fuertes y sucesivos cuestionamientos que recibieron y por la velocidad de los acontecimientos. En una presentación que hizo ante las Naciones Unidas, a principios de 2009, un directivo del FMI, casi que pide perdón.

En tercer lugar, los efectos de la crisis fueron devastadores y afectaron severamente a los países del Sur, lo que favoreció un espacio para que prosperasen propuestas orientadas a debatir sobre la crisis y buscar soluciones.

En ese contexto Venezuela presentó un proyecto de resolución ante la Asamblea General para tratar el tema de la Crisis Financiera y Económica y su impacto en el Desarrollo. Se creó un proceso bien interesante donde generalmente Venezuela, los países del Alba y el G77 y China, mantuvieron la iniciativa. Ello culminó con la convocatoria para junio de 2009, de la Conferencia Internacional sobre la Crisis Financiera y Económica y su Impacto en el Desarrollo. Los países del Norte hicieron grandes esfuerzos por impedirla, pero, en el contexto de esa época, cuando la crisis los colocó a la defensiva, logramos derrotarlos políticamente uniendo a los países del Sur, contando con la conducción del Padre Miguel d’Escoto. Esa conferencia marcó un hito importante.

Es necesario comprender que desde ese tiempo hasta hoy, varias cosas han cambiado. Quizás lo más relevante sea que en el curso de 2010 se arreció un contraofensiva de los países del Norte caracterizada por el relanzamiento del Consenso de Washington, el reposicionamiento del FMI y el Banco Mundial, el recrudecimiento de la globalización neoliberal, el fortalecimiento del G-20 orientado a debilitar a las Naciones Unidas, la radicalización de la estrategia antiterrorista, la ofensiva contra la democracia y los derechos humanos, el crecimiento del totalitarismo, la militarización de las relaciones internacionales, el fortalecimiento del Estado de guerra permanente impuesto por las potencias del Norte, el debilitamiento del Sur, de la ONU y del multilateralismo.

En consecuencia, presentar hoy día una resolución en la Asamblea General, que toque la médula de la política del Norte, resulta cada vez más cuesta arriba.

En primer lugar, hoy es mucho más determinante todo lo que se haga para reconstruir y unificar al Sur, que ha sido seriamente golpeado, para desde ahí tomar iniciativas y no acudir, en primera instancia, hacia la Asamblea General de la ONU; en segundo lugar, estimular los movimientos sociales, que también han sido golpeados y, en tercer lugar, plantearse como eje de nuestra política, la refundación de las Naciones Unidas y del multilateralismo, que han sido colonizados por las potencias del Norte. En relación a la situación de África y el Medio Oriente, este camino, a mi modo de ver, es imprescindible.

La refundación de las Naciones Unidas viene siendo consecuentemente planteada por el Presidente Chávez, lo que falta es el empuje que todos debemos darle.

En correspondencia con la propuesta del Presidente Chávez, he sugerido aspectos para un plan de cinco años, que tendría una primera culminación en 2015 con el cumplimiento de los 70 años de la fundación de la ONU. Se prepararía un gran congreso de los pueblos, que redactaría un borrador para una Carta constitutiva del Parlamento Mundial de los Pueblos, que sería sometida a un proceso de referéndum consultivo planetario, que podría tomar algunos años. Serán años de fuerte ofensiva política orientada a aislar a los centros de poder del Norte.

Tengo la convicción de que la ONU no es hoy el teatro principal de los conflictos mundiales, una cúpula mundial, utilizando al Secretario General, determinan lo que allí ocurre. Pero desde ahí se puede coadyuvar y apoyar un proceso mundial orientado a utilizar las debilidades del imperio, que son diversas y esenciales, para levantar un gran movimiento desde el Sur, que una a todos los pueblos.

Particularmente puede ser uno de los espacios para el plan ONU 2015, para el impulso del Congreso de los Pueblos y del movimiento por la redacción del borrador de la Carta Constitutiva del Parlamento de los Pueblos, que como es obvio, no surgirá del seno de la ONU, sino desde amplios movimientos sociales y de gobiernos progresistas sólidamente vinculados con los pueblos.

Lo esencial es la acción desde fuera de la ONU. No se puede seguir dependiendo de los tiempos y los ritmos de dicha organización. Estos son cada vez más los tiempos y los ritmos del imperio. No vale la pena batallar por una resolución de la Asamblea General sobre Libia. De antemano está negado. Repito, nuestra línea tiene que ser la de unir al Sur, levantar un torrente con los movimientos populares a través del planeta y con un papel destacado de los gobiernos progresistas, con el liderazgo internacional de Chávez cumpliendo un rol fundamental.

Un programa mínimo para el Sur

Hoy no voy a desarrollar esta propuesta. Su desarrollo es una tarea pendiente que debemos llevarla adelante de manera colectiva. Solo voy a delinear los puntos básicos que considero prioritarios, capaces de unir a los pueblos y me atrevo a decir, a casi todos los gobiernos del Sur, pues los puntos que estoy señalando constituyen un anhelo de toda la humanidad. Estos puntos son los siguientes:

1. Armas nucleares cero;
2. Pan para todos. Hambre cero;
3. Contaminación ambiental y destrucción de la naturaleza cero;
4. Pobreza material y espiritual cero;
5. Agua potable para todos. Sed cero;
6. Muertes por malnutrición y mortalidad infantil cero;
7. Esclavitud y trata de personas cero;
8. Discriminación racial, cultural, religiosa, de género o de cualquier otro tipo cero;
9. Deuda externa como instrumento para la dominación de los pueblos, cero;
10. Transferencias netas de capital desde los países del Sur hacia los países del Norte cero;
11. Monopolio mediático cero;
12. En consecuencia, guerras cero;
13. Por tanto, paz para la gente y para la tierra.

El debate que queda planteado, entre otros, es el referido a la implementación y aplicación de este programa. Pero puede ser un instrumento de unificación, un instrumento para unir al Sur.


julio.rafaelojeda@gmail.com


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Julio Escalona


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