La muerte de los Maestros

 

CELEBRACIÓN DE LAS EMPRESAS

No es mera coincidencia que el día mundial del “Derecho de Autor” coincida con la muerte de eminentes maestros de la literatura, como son Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega, entre otros. Los españoles lo celebraban desde mucho antes (1926), y como suele suceder, la UNESCO, oficina de las Naciones Unidas que se supone trabajaría por la libertad de la cultura y la información en el mundo, la convirtió en mundial setenta años después, a solicitud, no de los autores, sino de la Unión Mundial de Editores, es decir, DE LAS EMPRESAS.

A QUIEN BENEFICIA ESE NEGOCIO

Unir “el libro” con “el derecho de autor” es justamente un asunto de las empresas editoriales, no de los escritores. Ya es una práctica cotidiana que la publicación de una obra no depende de la excelencia de la misma, ni de las intenciones de quien la escribe, sino exclusivamente de los intereses, de los negocios y de los caprichos de las empresas editoriales transnacionales, que son las que “compran” los derechos a los autores, y producen los libros para comerciar con ellos. Además, como elemento colateral, pero no por ello menos rentable, estas empresas meten en sus contratos, que son de adhesión y no discutidos con el escribidor o la escribidora, la cesión permanente de los derechos en el ámbito cinematográfico, las traducciones, etc. Es decir, el negocio es completo, pero el autor es un elemento pasivo que no participa en esas negociaciones.

¿Y LAS CREADORAS Y CREADORES?

Las personas que escribimos libros pocas veces lo hacemos por negocio, y las posiciones políticas de algunos pueden producir un veto para las publicaciones, cuando a las transnacionales editoriales lo decidan.

LA HIPOCRESÍA

De manera que es una gran hipocresía afirmar que el “derecho de autor” ayuda a la libertad de información, a impulsar la creación literaria y otras mentiras, porque lo único que ha beneficiado eso en los últimos tiempos ha sido el negocio editorial, floreciente también en Venezuela, debido al lobby y las influencias que tienen esas corporaciones, que les ha permitido conservar la vigencia de leyes tan reaccionarias y neoliberales como la Ley del Libro y la Ley sobre el derecho de autor, además de la inexistencia de una ley de cultura cónsona con el proceso revolucionario.

No es extraño que esas celebraciones sean asumidas por los sectores más reaccionarios de la política cultural venezolana, que convocan a los bufetes fascistoides que son responsables de la porquería legal que se aprobó en 1993, y de hacer negocios con esa y otras leyes y convenios afines y conexos.

LOS QUE SE VENDEN CON LAS CORPORACIONES

Una nueva Asamblea Nacional debe dejar por fuera a aquellos parlamentarios que, disfrazados con la franela roja y viviendo de “glorias” pasadas, en vez de defender los derechos culturales de toda la población, sean defensores de los intereses de las corporaciones transnacionales, directamente o por medio de las entidades de gestión colectiva que, a su vez, son lacayos de las corporaciones. Elementos que, por medio del poder que les otorga su cercanía con Miraflores y su capacidad de engaño, han convenido en impedir que se aprueben leyes soberanas de Derechos Culturales que defiendan de verdad verdad los derechos culturales de todo el pueblo, y los derechos a remuneración y respeto que tenemos las autoras y los autores.


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Andrea Coa


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