Las fuerzas ocultas

Respuesta a Nicolás Maduro y sus corifeos

Caminando en círculos

Caminan en círculos quienes se pierden en la selva, o en el desierto, y deambulan sin rumbo para finalmente encontrarse con sus propias huellas y darse cuenta con angustia de que no han avanzado nada. Mas, también puede acontecer que, en la vida de los países, el hecho aparente de caminar en círculos no sea más que una estrategia dilatoria para que todo empeore y la población llegue a una situación tan desesperada, que acepte como salvación unas medidas que, antes del asedio a sus estómagos, a su vida y a sus esperanzas, habría hecho cualquier cosa por evitar.

Por ejemplo, los paquetes que el FMI suele imponer a los países a cambio de los préstamos con intereses impagables conque los engancha, pasan más fácilmente cuando se les adopta a nombre de la "revolución" y para triunfar en la guerra económica, con profusas frases patrióticas y socialistas, mismas que recuerdan a los viejos sindicaleros que nos vendían mientras hablaban de "los sagrados intereses de la clase obrera". Por ahora no trataré el vergonzoso caso de las humillaciones públicas a prisioneros, de las torturas y coacciones, que deben estar retorciendo de dolor a Chávez en su tumba.

LAS FUERZAS OCULTAS

Es el nombre de uno de los dos libros que escribí viviendo en Brasil, en donde me pude recuperar de salud y descansé un poco el alma de tantos dolores juntos, producidos por todo lo que como pueblo hemos perdido. Allí intento sacar a la luz las fuerzas que, desde las sombras, han perpetrado todo y ofrezco una versión de las cosas un tanto diferente, que incluye conclusiones tal vez inesperadas, aunque no tan extrañas para quienes me conocen. A continuación copio y pego parte de la introducción que, pese a estar escrita hace meses, sigue vigente:

"Esta obra es el testimonio de una mujer venezolana que vivió todo el proceso antes, durante y después de Chávez. Que estuvo dentro y caminó por todas partes observándolo todo, que vivió las luchas internas y salió con el rabo entre las patas como un perro pateado, pero que conserva íntegra la experiencia y una visión global de la sitación de Venezuela. Está escrito sin tomar partido por ninguna de las corrientes aparentes que se mueven en el país, y no tiene intenciones de producir ningún saldo organizativo, políticamente hablando. Al estar viviendo fuera de Venezuela y recibir numerosas preguntas acerca de la verdadera situación, tuve necesidad de sintetizar los hechos y mi visión de los mismos, que fue el grano inicial que produjo la obra que ahora comparto con quien la quiera conocer.

Es claro que habrá diferencia con versiones publicadas, cuidadosamente preparadas por los expertos en mediática, para crear o modificar opiniones, de acuerdo con los intereses de quien paga. Esta es, en definitiva, una visión que puede molestar a los falsos amigos y a los enemigos declarados de la verdad, mas también puede estimular a que otros testigos se animen a contar su versión de los hechos y su interpretación de la realidad, lo cual no sólo es saludable, sino indispensable para que la gente que lee, vaya adquiriendo una visión mas completa de las cosas, puesto que nadie puede abarcarlo todo, y entre todos podemos comprender más.

Vivir fuera, "irme demasiado", me ayudó a observar los acontecimientos sin pasión ni mediatizaciones partidarias.

Podría haber escrito esta obra como un testimonio. Experiencias que ejemplifiquen los hechos aquí esclarecidos, es lo que sobra. Mas, al incluir nombres y apellidos sólo contribuiría a alimentar la llama de las discordias y, muy posiblemente, cometería un error lamentable contra personas que, siendo inocentes, todos los indicios apuntaran a su culpabilidad. Es sabido que, quien dice todo lo que sabe, dice lo que no sabe. En vez de eso, sugiero que se busque patrones en los hechos, se cruce las informaciones de Venezuela con las del mundo entero y se deduzca quiénes se benefician con el conflicto que nos ha caído como un martillazo en el corazón de las esperanzas, y quiénes somos los perdedores... por ahora.

Hoy, cuando el mundo es testigo del éxodo de millares, quizás millones, de conciudadanos venezolanos hacia todo el orbe, es común que me pregunten por Maduro, el desempleo y el comunismo.

En siglos pasados, nosotros recibimos inmigrantes desde todo el planeta, no fue preciso salir de Venezuela para conocer escandinavos, asiáticos, africanos, rusos, gringos, europeos y personas procedentes de países del Sur que vivían en completa miseria, y buscaban la vida. Recibimos a los expatriados de la guerra civil española, de la segunda guerra mundial y de antes. Fuimos receptivos a todos y muchos hicieron familia y prosperaron. El plato de Venezuela se compartió con todos. Somos así.

Hoy en día se ha volteado la tortilla y la corriente migratoria de venezolanos fluye como un aspersor de vida, hacia todas partes. Se van los jóvenes en plena edad productiva, se fugan los cerebros y los brazos fuertes que pueden construir un país y, más allá de las opiniones fundamentalistas de quienes piensan que deberian quedarse para construir y bla bla bla, no los culpo. No tuvieron alternativa. Tienen derecho a emigrar, como lo hicieron millones de personas que hoy forman parte indisoluble de la cultura y la biología de los países de nuestro continente y del mundo entero. Tienen derecho a buscar una mejor vida, y a cambio, dan a quienes los reciben su mano de obra calificada, o especializada, hacen su mejor esfuerzo para retribuir con productividad y respeto, la hospitalidad que recibimos. Es una alternativa más apropiada para nuestros jóvenes cerebros, en vez de quedarse a montar guarimbas, a apuntalar un gobierno de utilería o, en definitiva, a dejarse asesinar.

Según la TV, nos hemos convertido en un problema social para los países fronterizos, Colombia y Brasil, y es que también emigraron los desesperados, azotados por el hambre, por estar obligados a vivir una situación de miseria forzosa, a pesar de ser uno de los países más ricos del mundo. Tener dinero en la cartera y no encontrar qué comprar para la nevera, tener que comprar a precios especulativos nuestro propio dinero en efectivo, no poder producir alimentos en el campo porque está plagado de civiles armados que disparan contra campesinos y animales y se roban los instrumentos de trabajo, escapar de la violencia incontrolada, fueron parte de los elementos que llevaron al paroxismo a quienes salieron corriendo sin un plan, para luego quedarse en Boa Vista, en el estado brasileño de Roraima, o en la frontera colombiana, dedicándose a actividades que nunca pensaron, viviendo la parte más dura de ser inmigrantes ilegales.

Quienes afirman que en Venezuela no existe una crisis humanitaria, mienten a conciencia. Y también mienten los que produjeron esa crisis y ahora se dan golpes de pecho, ofreciendo soluciones para nuestros problemas, que no han sido capaces de implementar en beneficio de aquellos seres humanos que están bajo su responsabilidad.

Los millones de colombianos que hicieron su hogar y prosperaron con nuestra hospitalidad, desplazados que huían de la vieja guerra que asesinó y sigue asesinando a millones, tenían la posibilidad de cruzar la frontera venezolana. Ahora, no sólo no constituimos un refugio seguro para nadie, sino que miles de venezolanos, que se creyeron el cuento de la "midia" acerca de las "óptimas" condiciones de Colombia, han pasado la frontera para encontrarse con un panorama muy diferente a lo que creían, y diametralmente opuesto a la hospitalidad que siempre tuvimos para con los vecinos del hermano país. No es para menos.

¿De dónde salió la violencia, la escasez de alimentos y de todo lo que es indispensable? ¿Es que acaso Nicolás Maduro, él solo, ha producido todo esto? ¿O se trata de un proceso destructivo que viene de mucho antes, organizado y cumplido escrupulosamente por fuerzas muy poderosas que permanecen ocultas, con fines muy específicos, de las cuales nuestro actual presidente es sólo un empleado más?

Es de lo que trata este libro.



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Andrea Coa


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