En las últimas 24 horas he sido objeto de feroces ataques por parte del extremismo político antichavista, quienes han reaccionado con furia a mi artículo titulado "Insólito: hay personas que quieren ser violadas por los marines". La polémica no se centra en el contenido reflexivo del texto, sino en la incomodidad que genera desnudar una verdad incómoda: existen sectores que celebran la posibilidad de una invasión militar estadounidense como si se tratara de una fiesta nacional, ignorando las consecuencias humanas que ello acarrearía.
La banalización de la violencia
El discurso antichavista más radical ha llegado al extremo de manifestar alegría ante la idea de que tropas extranjeras asesinen a todo lo que se parezca a un chavista. Esta postura no solo es inhumana, sino que revela una peligrosa banalización de la violencia. Convertir la tragedia de una intervención militar en motivo de celebración es una muestra de cómo el odio político puede despojar a las personas de cualquier sensibilidad hacia la vida.
La lógica imperial y sus cómplices internos
La historia latinoamericana está marcada por las huellas sangrientas de las intervenciones militares extranjeras. Desde Centroamérica hasta el Caribe, los pueblos han sufrido saqueos, dictaduras impuestas y miles de muertes bajo la excusa de "restaurar la democracia". Que hoy algunos venezolanos pidan la repetición de ese guion es un acto de complicidad con el imperialismo, disfrazado de esperanza política.
El antichavismo extremista no se detiene a pensar en los daños colaterales: los niños que quedarían huérfanos, las familias desplazadas, las ciudades destruidas. Su única obsesión es borrar al chavismo, aunque ello implique borrar también a Venezuela.
Defender el gentilicio venezolano
Ser venezolano significa tener memoria histórica y dignidad. No se trata de defender un partido político, sino de defender la soberanía y el derecho a existir como pueblo libre. Quienes sueñan con marines desembarcando en nuestras costas olvidan que cada invasión extranjera ha dejado cicatrices profundas en la identidad de los pueblos. El gentilicio venezolano no puede reducirse a una etiqueta que se elimina con balas; es una raíz cultural, histórica y humana que no se extingue con la violencia.
El extremismo antichavista ha demostrado que no le importa la vida de los venezolanos, ni los daños colaterales de una invasión. Prefieren la destrucción antes que el diálogo, la sangre antes que la reconciliación. Frente a esa postura, nuestra responsabilidad es seguir denunciando, seguir escribiendo y seguir defendiendo la soberanía. Porque Venezuela no se negocia, y mucho menos se entrega como escenario de guerra para satisfacer los delirios de quienes confunden odio con política.
Politólogo.