¡Insólito! El cardenal pide “en nombre de Dios”, se mantengan sanciones sobre los venezolanos

¡Dios tenga compasión de su alma!

Más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Según una nota de prensa, el cardenal venezolano, Baltazar Porras, en gira por EEUU, ha pedido al gobierno de ese país, "en nombre de Dios", se mantengan las sanciones sobre Venezuela, pese los venezolanos todos sabemos bien lo que eso significa. Como que, todo el peso de ellas cae particularmente sobre la población de más bajos ingresos, los pobres, esos mismos sobres los cuales el catolicismo y el cristianismo todo se siente obligado por la fe a proteger.

Antes de opinar sobre este asunto recomiendo al lector leer con detenimiento las declaraciones del personaje al cual hacemos referencia siguiendo este enlace, https://www.aporrea.org/oposicion/n373428.html.

El conflicto venezolano no es entre partidarios de una iglesia y otra y tampoco entre "comunistas" y religiosos, sino entre factores de la sociedad militantes de las diferentes iglesias y hasta quienes no forman parte de ninguna de ellas. Pues de lo tanto bello que adorna al nacional es saber convivir perfectamente, pese esas diferentes percepciones. Es este un país donde, hasta dentro de una misma familia, hay de distintas iglesias y de ninguna de ellas y eso no es causa de conflicto alguno. Es más, es por demás abundante la convivencia en paz y llenos de amor, entre parejas de distintas concepciones del universo, la vida y acerca de Dios mismo. Pues eso no es inconveniente para nosotros.

El hoy cardenal Porras, es bastante menor que quien esto escribe. Nació él en Mérida en 1944, el suscrito en Cumaná, como por casualidad en el otro extremo del país, hablando en términos geográficos, en 1938. Él es cura, el lector sabe lo que eso significa y, este servidor, maestro, que viene siendo casi lo mismo. Mi servicio es tan divino como el suyo, pues es un entregarse con bondad a lo que cree su deber. Una vez ya anciano yo, habiendo estado esperando que la secretaria de un banco me atendiese, llegó con el mismo fin el obispo de Barcelona. A él, mientras yo llevaba más de 45 minutos esperando, la funcionaria le atendió de inmediato. Al fin, cuando me tocó a mí, por la fuerza de mi paciencia y deber ciudadano, le reclamé con el debido respeto, pues éramos casi amigos, a la secretaria ese proceder indebido.

Ella, que me conocía bien, mirándome como sorprendida, me dijo:

-"¿Profesor, no se dio cuenta usted que se trata del obispo?"

-"¡Sí!" Le respondí con suma seriedad. "¿Pero Ud. no se ha dado cuenta que soy un viejo maestro y hasta mayor que él?"

No sé si el padre Baltazar Porras alguna vez ha visitado mi pueblo, pero yo sí el suyo y bastante. Ir a esa bella y acogedora ciudad, de gente por demás humilde y hermosa, donde hasta tengo familia, con mi compañera, mis hijas y luego nietas, fue uno de mis pasatiempos preferidos en vacaciones. Amo a Mérida, sus montañas y hasta sus partes bajas, como aquella que llaman "El Llanito". Y me fascina el páramo de Santo Domingo y la Azulita y subir hasta lo alto de la montaña en el funicular. Y su hermosa gente.

Por lo anterior conozco al cura Baltazar Porras desde hace muchos años, cuando ejercía lo que él cree su sacerdocio en aquella, para mi inolvidable, ciudad andina. Fueron muchas las veces que, por estar siempre con mi compañera, entré a iglesias merideñas y tuve la oportunidad de escuchar lo que llamaré discursos, dado que, por mi poco conocimiento del tema no sé hacerlo de otra manera, pronunciados por el ahora cardenal. Y esos, sus "discursos", habitualmente estaban destinados a inmiscuirse en las diatribas políticas, locales y nacionales. Mérida, como todos sabemos, por su vieja y sobradamente prestigiosa universidad, fue una importante referencia nacional en lo relativo a la política. Las elecciones universitarias para escoger autoridades o dirigencia estudiantil, tenían trascendencia nacional y la ciudad toda se metía en aquello.

Como caso curioso, mencionaré como aquel célebre y muy leído periodista llamado Abelardo Raidi, en su "Columna de los jueves", en el diario El Nacional, dirigido entonces por Miguel Otero Silva, uno de los mejores narradores de la literatura venezolana, hizo mención al hecho que, en el curso de la campaña electoral por las elecciones de la Federación de Centros Universitarios de la ULA, se destacaba un joven cantante, quien participaba como tal en favor de una tendencia distinta a la suya. Pero Abelardo, con su enorme prestigio e incontable número de lectores, poco le importó la inclinación política de aquella naciente estrella, sino la enorme calidad vocal del muchacho cantante. Hablamos de Gualberto Ibarreto, por cierto tampoco merideño, sino también de la costa sucrense. Es decir, del otro extremo. Y Abelardo, que no fue cura, sirvió de envión a aquella estrella naciente que hacía campaña en contra de sus preferencias.

El cura Baltazar Porras, como sacerdote en ejercicio en Mérida, donde llegó a ser obispo, sin fingimiento alguno, quizás por lo que entendía y entiende como su deber cristiano católico, solía participar en las diatribas o debates políticos públicos y los inherentes a la universidad, hasta en la celebración de elecciones estudiantiles, como un militante más. Era un comportamiento distinto a personas como quien esto escribe que, siendo docente, maestro o profesor de aula, siempre mantuvo la actitud que demanda mi magisterio, de no introducir esos debates, que suelen ser por demás pedestres, no sirven para el aprendizaje y si para la división y la enemistad entre mis alumnos o mejor mis muchachos. Para eso está el pensamiento científico, como el bondadoso cristiano.

En la prensa nacional, por años, incluso antes que Chávez se asomase al debate nacional, ya el cura Baltazar Porras, solía aparecer no hablando de Dios y las virtudes del catolicismo, sino en medio de los debates políticos. Averígüese esto y hasta pregúntesele a los mismos viejos adecos, a quienes solía confrontar y combatir lanza en ristre; a ellos se les puede utilizar como fuente informativa.

Por eso, nunca creí llegase a Cardenal, menos en los tiempos de Francisco. Pero llegó. Y confieso que hasta hoy me tenía asombrado que, en estos últimos años, a partir de su ascenso, se hubiese mantenido discreto y dando muestras de haber madurado lo necesario para ejercer su rol.

Hoy en el país están cambiando muchas cosas y se producen hechos inconcebibles hasta hace poco. Aparte que aquella oposición de unos años años atrás se ha transformado en un archipiélago, los extremistas partidarios de la guerra e invasión han sido casi dejados a un lado; Fedecámaras y una infinidad de ciudadanos, antes en ese universo, se han convencido de la inutilidad de aquello, de la injusticia de las sanciones que fundamentalmente golpean al venezolano pobre, al común de la gente, que hasta en veces entorpecen la adquisición de vacunas contra la pandemia y lejos de debilitar fortalecen al gobierno.

Sólo una insignificante minoría entre la dirigencia política, más por salvar su futuro y tranquilidad personal, pide a EEUU que mantenga las sanciones, cuando aun dentro del gobierno de ese país, pese eso no se haga público, se empieza abrir paso una nueva manera de manejar sus relaciones con Venezuela, dado que lo hecho hasta ahora ha sido un absoluto fracaso y por demás costoso. Tanto es verdad esto que, los extremistas, partidarios de la guerra y la invasión, se sienten tentados a pecar pidiendo al gobierno de Biden que siga en lo mismo.

Y una enorme cantidad de opositores solicitan y ansían la suspensión de las sanciones, también porque como seres humanos sensibles y conscientes, saben bien que ellas sólo han servido para favorecer a unos pocos, hasta de ambos bandos, mientras hunden en la miseria y el dolor a la inmensa mayoría.

Este anciano que soy, que vi al joven cura merideño metido como un muchacho más en las diatribas políticas estudiantiles, desde el púlpito o en la calle, por lo que se ganó mi rechazo, ahora en la ancianidad y siendo cardenal también anciano él, andando en una gira promoviendo la generosa, bondadosa, equilibrada y unificadora figura del Dr. José Gregorio Hernández, a quien miro desde mi silla en uno de los estantes de mi biblioteca, haciendo lo mismo en un espacio mayor y lo que es peor, pidiendo al gobierno de EEUU, casi en nombre del catolicismo venezolano que siga castigando al pueblo venezolano, con unas medidas, según él y los suyos, que no son muchos, para que caiga el gobierno. Mientras tanto, la realidad indica, sin duda alguna, a la gente sensata, que Maduro se fortalece.

Es muy difícil pensar que el beato y santo venezolano, quien tuvo que convivir con el gobierno dictatorial de Juan Vicente Gómez, acepte se le use para eso. Dios está en las alturas y también José Gregorio y, sin duda, por el pasado y el presente, sabrán juzgar. A ellos nadie los engaña. Y es bien tonto quien cree pueda hacerlo.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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