Y uno se pregunta

Después de recorrer ese largo y tortuoso camino donde corearon tantas consignas atizadas con miedo, ahí viene el comunismo, ¡con mi hijos no te metas!, abrazados a sus pequeños aterrados, porque Globovisión les dijo que sería abolida la patria potestad -¿Se acuerdan?-, y se llevarían a los niños a Cuba para hacerlos comunistas y devolverlos a sus casas convertidos en el enemigo.

Después de marchar hacia un golpe de estado, callar cuando salieron los locos a cazar chavistas, y llorar de rabia cuando Chávez volvió, volvió, volvió. Y hacer guarimbas en nombre de ya ni me acuerdo qué, y encerrase en su propia calle, encerrar a los vecinos que se dejaban encerrar tragando humo de cauchos quemados, humo negro ¿por un mejor país?. Después de aplaudir el sabotaje petrolero, o sea, creyendo que sabotear al país es joder solo a los chavistas.

Después del recurrente runrún de las familias cubanas que iban meter en sus casas, una familia en cada cuarto, condenando a los propietarios legítimos al atapuzamiento en el cuarto matrimonial junto a sus hijos -que nadie te quitó-, idea espantosa que casi les hizo preferir que se los hubieran quitado. Y los bombillos espías -también cubanos, of course- que transmitían desde cada una de las casas, directo a la oficina de Fidel. Y aquella oscuridad mental...

Y los pollos radioactivos de Bielorusia -que venían de Uruguay-, la leche en polvo contaminada de Chernobil -que venía de Argentina-. Y los colegios adoctrinadores con alumnitos vestidos del Che, y la prohibición de todo, de las toallas sanitarias, los tacones, el rimel, el tenis y el golf, y ¡Líbranos Virgen Dorada de Altamira!, la prohibición del internet que advirtió Julio Borges, y las cadenas de Blackberry oponiéndose a semejante barbarie.

Después de tantas luchas globodirigidas y Nixon, el violador, fueron todos, como todos fueron Rosales, y tantos que ya nadie nombra, porque nadie los recuerda, porque ahora todos son Mardo… Y vota, ¡Fraude! y vuelve a votar, ¡Fraude! y...

Y yo me pregunto si alguno de ellos duda, si hay quien se cuestione, se rebele contra esa estupidez suicida que los arrastra; aunque sea uno solito que clame por una dirigencia que en verdad los represente, a menos, claro, que se sientan bien representados...


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Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". carolachavez.wordpress.com

 tongorocho@gmail.com      @tongorocho

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