La hora de la verdad


                                “Juego mi vida, cambio mi vida,

 

de todos modos

 

la llevo perdida...”

 

(Relato de Sergio Stepansky,

 

León de Greiff) 

      Somos los latinos de ascendencia hispánica quienes usamos la expresión  “la hora de la verdad”, un término tomado de la tauromaquia, aplicándolo por extensión ante cualquier circunstancia en la que el protagonista deba mostrar todo el temple y coraje de su estirpe. Es el momento de jugarse el todo por el todo.

      Así  le ocurre en esta oportunidad histórica al legítimo Presidente Constitucional de Honduras, José Manuel Zelaya, cuyo destino político, integridad física, y quizás hasta la propia vida, se las deberá jugar en una demostración de valor que, si acontece tal como está planteada, lo convertirá en un héroe de su patria y de la democracia.

      El Presidente Zelaya, acompañado por el secretario general de la OEA y posiblemente algunos presidentes latinoamericanos, regresará a su país para enfrentar la barbarie, dispuesto a cumplir con su obligación patriótica y moral.

      Será  la hora de la verdad, no solo para él, sino para los pueblos del continente americano y aún para otros países donde la legitimidad de los mandatarios electos en comicios democráticos debe ser respetada por encima de cualquier consideración.

      Probablemente, si acaso se buscaran otras fórmulas, los diplomáticos y las cancillerías podrían recomendar diversas alternativas. Sin embargo ninguna sería tan pertinente como la que ha planteado el presidente secuestrado y violentamente sacado de su país mediante un clásico golpe de Estado.

      Cuando desembarque del avión en Tegucigalpa, Zelaya podrá, en el peor de los casos, encontrar el destino de Salvador Allende, el presidente mártir de Chile. Podrían hacerlo preso y tenerlo incomunicado en alguna mazmorra desconocida e incluso torturarlo y desaparecerlo, como lo saben hacer los discípulos de la Escuela de las Américas, universidad de los gorilas.

        También podría, Dios mediante, correr la suerte de Hugo Chávez Frías el 13 de abril de 2002, cuando el pueblo y los militares dignos lo reconocieron como legítimo presidente de su país.

      Al menos eso deseamos los demócratas de América y del mundo.

 augusther@cantv.net



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Augusto Hernández


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