Adecuarnos a lo inevitable: la incidencia del cambio climático en nuestras vidas cotidianas

Desde hace décadas, por todos los rincones del planeta se registran graves eventos climatológicos como consecuencia del calentamiento global. Bajo su influencia proliferan acontecimientos atípicos y extremos que ya están afectando la vida cotidiana de todos, y para los cuales debemos reconocer sin prejuicios de ningún tipo, que no estamos preparados estructuralmente como sociedad para enfrentarlos.

Precipitaciones intensas en un solo día baten récord respecto a registros anteriores y sobrepasan la saturación de la tierra, al tiempo que colapsan los sistemas de alcantarillado y canalizaciones de ríos y quebradas.

Los drenajes de las ciudades venezolanas fueron diseñados y construidos a partir de estimaciones basadas en comportamientos históricos de lluvia que no se asemejan en nada a los registros presentes, por lo que su capacidad de manejo de las aguas en eventos excepcionales se ve ampliamente sobrepasada por los torrenciales sin precedentes que golpean las ciudades y centros poblados en la actualidad. En todo caso, ello no exculpa eventuales fallas en el mantenimiento.

El calentamiento global causa aumentos en las temperaturas y produce a la vez desequilibrios climáticos, lo que resulta en fenómenos extremos nunca vistos en décadas anteriores. Los tres últimos años han observado los mayores picos de temperatura desde 1880, y de acuerdo con la tendencia proyectada por la NASA, la evolución de la temperatura va en franco crecimiento.

A mayor calor de la corteza terrestre, mayor ocurrencia de fenómenos climatológicos cada vez más intensos que se expresan a su vez en agudas olas de calor, sequías, incendios y avance de la desertificación, pero también en lluvias y nevadas bravías, ciclones, depreciaciones tropicales, inundaciones y deslaves, pérdida de línea costera, entre otros efectos dramáticos, que nos obligan a asumir una actitud más proactiva y desenvuelta, de cara a enfrentar los inevitables desafíos que habrán de suscitarse en el presente y el futuro cercano.

En este punto, es casi unánime el consenso entre expertos al coincidir en que todos estos fenómenos naturales sin excepción, incluidos los huracanes de máxima categoría que cada año dejan a su paso una mayor estela de devastación, se deben al cambio climático. En términos de la opinión pública mundial, existe un creciente convencimiento entre la ciudadanía de los riesgos que comporta el efecto invernadero y la problemática ya se inscribe dentro de las principales preocupaciones sociales.

Las amenazas para la civilización humana serán cada vez mayores a medida que el planeta se calienta inexorablemente. Por cada año que pasa, los desastres y fenómenos extremos producto de eventos climáticos empeoran, deteriorando la economía y las condiciones de vida.

En Suramérica, los fenómenos El Niño y La Niña han venido comportándose erráticamente, lo que supondrá cada vez más inusuales episodios de lluvias intensas y sequías severas y prolongadas.

En el imaginario de Venezuela sigue fresco el recuerdo del deslave en el estado Vargas acaecido hace casi 20 años, por lo que cada episodio que asome visos similares suscita de inmediato sobresaltos y fundadas preocupaciones. Del mismo modo, los períodos secos han provocado disminución en la recuperación de los embalses de las hidroeléctricas lo que se ha traducido, junto con otras razones, en merma de capacidad de generación eléctrica y creciente deterioro del servicio.

Sin mencionar las fatídicas e irremplazables pérdidas de vidas humanas, las precipitaciones extremas provocan además graves impactos socioeconómicos, tales como daños a las propiedades, infraestructuras y la salud que suponen ingentes gastos para su reposición.

Las inundaciones, incendios, huracanes, así como todos los demás efectos medioambientales perturban a millones de personas y causan pérdidas económicas inestimables. En el caso de los sectores como la agricultura, los cultivos, la energía y el turismo que dependen de adecuadas condiciones ambientales el perjuicio es directo, desgarrador y en muchos casos, irrecuperable.

En el caso de Venezuela, las regiones más deprimidas se encuentran entre las más afectadas por los embates de la naturaleza, porque su población habitualmente depende del entorno natural y poseen menos recursos, capacidades y oportunidades para enfrentar las secuelas del cambio climático. Sobretodo la población vulnerable sufre esta primera oleada de la tormenta perfecta que se forma y curte en la atmósfera a fuego lento, y que a la postre terminará por afectar a todos sin distinción.

La persistencia de patrones climáticos atípicos amenaza también la producción de alimentos por cuenta de la sequía o bien por exceso de agua. Por su parte, las lluvias tempestuosas y otros fenómenos climáticos deterioran sistemáticamente la calidad del agua, e inclusive en ciertos casos provoca la progresiva mengua de los recursos hídricos.

A la luz de los eventos recientes y de los riesgos en ciernes, hemos de obligarnos a reflexionar sobre el cambio climático, al tiempo que debemos promover una poderosa iniciativa que englobe a la ciudadanía tanto como a los sectores públicos y privados, a fin de suscitar acuerdos sociales que a la postre devengan en políticas públicas.

Al momento de escribir estas notas, afortunadamente no hemos sido víctimas, por ahora, de feroces aluviones, deslaves o riadas producto de las fuertes precipitaciones acumuladas en un breve periodo de tiempo, y con el favor de Dios saldremos ilesos en la presente coyuntura. Pero debemos prepararnos y sentar las bases para convertirnos en uno de los países mejor capacitados en el mundo en materia de reducción del riesgo de catástrofes naturales y la gestión de desastres.

Aún no siendo especialista en la materia, pero apelando al sentido común, y a manera de provocación para incitar el debate, se enumera a continuación un conjunto de acciones dispersas que, sujetas a un escrupuloso escrutinio popular, científico y técnico, pueden a la postre ser enriquecidas a fin de prefigurar una hoja de ruta para hacer de Venezuela un país apto para afrontar los desafíos del cambio climático.

  1. Implementar un vasto y eficiente sistema de alertas tempranas ante eventuales emergencias naturales por cada comunidad de acuerdo con su especificidad local.
  2. Desarrollar un ambicioso programa de adecuación de las infraestructuras y equipamientos urbanos (ampliación de la red de drenajes, alcantarillados, canalizaciones, muros de contención, etc.) en cada ciudad y centro poblado, comenzando por los más expuestos a riegos.
  3. Migrar hacia un sistema eléctrico basado en fuentes renovables (solar, eólica, hidrogena, etc.) que nos hagan menos dependientes de la generación hidroeléctrica.
  4. Constituir Brigadas Comunales de atención de emergencias y protección civil.
  5. Intervenir y terminar de erradicar vía reubicación los asentamientos humanos en las zonas de alto riegos al borde de los cursos de agua.
  6. Acometer programas de prevención y mitigación de inundaciones y erosión en las zonas costeras y de baja altitud.
  7. Implementar programas de salud pública que suponga sistemas de atención de ancianos y niños ante eventos de altas temperaturas o bien por frío, en dependencia de las características del territorio.
  8. Desarrollar planes de prevención de enfermedades transmitidas por el agua.
  9. Desplegar inversiones en tecnología y en implantación de sistemas de producción de agua en zona agrícolas y urbanas.
  10. Ampliar los programas de reforestación.
  11. Capacitar y formar profesionales en las áreas relacionadas con el cambio climático, su mitigación, prevención y reacción ante sus efectos.
  12. Implementar programas educativos en todas las modalidades y niveles relacionados con la cultura medioambientalista y las acciones de actuación frente a fenómenos climatológicos extremos.
  13. Invertir en mejorar los centros de estudio, monitoreo e investigación del clima y la mitigación de riesgo.
  14. Diseñar e implementar planes de actuación frente a desastres naturales por centro poblado y por asentamiento humano.
  15. Crear bases de acción rápida y centros de atención de emergencias frente al colapso de infraestructuras.
  16. Dotar y ampliar robustamente Protección Civil.

 

 



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Haiman El Troudi

Ex-ministro de Transporte y Obras Públicas entre 2013 y 2015. Ingeniero de Sistemas egresado de la Universidad de los Andes, planificador, investigador, docente y escritor. Diputado Asamblea Nacional Venezuela. BLOG: https://haimaneltroudi.com/

 @HaimanVZLA

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