Erase una vez, unos chilenitos…

En un país lejano del otro, pero hermanados sus pueblos por el mismo continente, unos chilenitos que representaban a los sátrapas oligarcas pinochebacheletistas de la tierra llamada Allende en los mares de las estatuas de la pascua, recibieron un mensaje que venía de los bárbaros de la cueva terrorífica llamada imperio maldito, donde el rey era un desgarbado, flaco y enjuto hombrecillo que renunció a su origen del otro continente de los hombres de melanina oscura y que los canallas del mundo le habían dado un premio que le decían no-ve-la-paz, para que les lambiera la suela de los zapatos. El encargo a esos hombrecillos chilenitos, era el de entrometerse en los asuntos del otro país que vivía en paz absoluta y que esa paz era la envidia del país de los bárbaros del imperio maldito.

Los hombrecillos chilenitos tenían por jefa, a una desgraciada que había denigrado de su padre, el rey de Allende, que fue asesinado por los bárbaros de la cueva del imperio maldito. Pero los chilenitos tenían características muy reconocidas en el otro país que vivía en paz. Entre algunas de las características de esos chilenitos enanos de mente, cuerpo, alma y espíritu, y motivo por el cual eran mandaderos viles de los bárbaros de la cueva, es que eran de nacimiento ladroncitos y ciniquitos.

Cuando se supo en el país que vivía en paz, que los chilenitos amenazaban venir a sabotear las fiestas democráticas, el rey del país que vivía en paz y sus hombres y mujeres libres, decidieron convocarse en la plaza del reino y acordaron no permitir que entraran con sus vicios a su país.

Pero en el país de los chilenitos, habían otros chilenitos amigos del país que vivía en paz, y se opusieron y los denunciaron a todos los reinos y dijeron a los pueblos del mundo, que la hija desgraciada del rey de Allende, era la que se había arrastrado en el país de la cueva del imperio maldito, para que la mandaran a joder al país que vivía en paz.

Y los guerreros del país que vivía en paz, se armaron con artillería de guerra y con sólo espadas afiladas que eran sus bocas y sus pensamientos y sus derechos, les gritaron desde las torres que se llamaban aporrea y aporrealos, a los chilenitos, que antes de venir a joder al país que vivía en paz, se entrometieran y jodieran en los países que mataban escribientes (periodistas) y que su rey era un lobo de la raza michelitti; que también atacaran a otro país que era gobernado por un rey monstruoso que asesinaba a su pueblo con mercenarios que llamaban paracos y que sembraba yerbas que alucinaban a las juventudes del mundo y que mantenían al pueblo de los bárbaros de la cueva del imperio maldito en una traba eterna; y que atacaran a los reinos que eran serviles de los bárbaros del imperio maldito.

Y los chilenitos se sintieron con miedo y se quedaron en su país amenazando al país que vivía en paz, mientras todos los países hermanos del país que vivía en paz, se rieron a carcajadas ¡tan estruendosas! que la risa llegó a la cueva del imperio maldito y eran la vergüenza de los pueblos del mundo. ¡Y colorín colorao este cuento se ha acabao!



¡Patria socialista o muerte!

¡Chávez es socialismo!

nandopico@yahoo.com


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Hernando Cortés Pico


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