La Corporación: origen de los males

El capitalismo se caracteriza por la propiedad de los medios de producción en manos diferentes de quienes producen. El capitalismo original, el que analizó Adam Smith, se caracterizó por una miríada de empresas pequeñas, de propiedad personal, que se relacionaban en un mercado bastante competitivo. Las empresas eran personales, familiares, artesanales; el dueño se mantenía relacionado al proceso de producción y vivía en la localidad. Al capitalismo actual, más que capitalismo, debemos llamarlo imperialismo: con la creación de las corporaciones y a través de la concentración, se suprime la competencia, repartiéndose el mundo entre un grupo de mega corporaciones en las que el capital industrial y financiero se amalgama. El sistema imperialista actual no es ni la sombra de aquél capitalismo original, aunque su esencia es la misma.

En el siglo XIX, el capitalismo tuvo un triunfo muy grande al lograr que la corporación (con su origen en el siglo XVI como concesiones del Estado), la ‘sociedad accionaria’, fuese considerada como una persona, con los mismos derechos constitucionales de la persona natural. La ‘sociedad anónima’ despersonalizó la producción. El capitalista pasó a ser un inversionista financiero, no ligado directamente al proceso de producción, no ligado a su comunidad. La empresa separó a los inversionistas financieros y sus responsabilidades del proceso de producción. A mi entender, la corporación, la ‘compañía ó sociedad anónima’, es uno de los mayores fraudes y de las más grandes burlas que se han cometido contra la humanidad.

Una de las principales luchas que creo debemos emprender a nivel mundial es contra las ‘sociedades accionarias’ ó ‘compañías anónimas’. La propiedad sobre los medios de producción debe estar ligada a la producción. Sólo debe ser propietario de los medios de producción quien produce, y quien produce debe residir en la localidad de su empresa, es decir, estar ligado a su comunidad. Cada empresa debe comprometerse a reinvertir los excedentes principalmente en su comunidad. La propiedad debe pasar de ‘anónima’ a ‘conocida’. La corporación, nacional o transnacional, debe morir.

Propongo considerar tres tipos de propiedad a nivel mundial (similar a la propuesta de la Teoría de Utilización Progresiva, PROUT): la privada, limitada e empresas de pequeño tamaño, a productos y servicios no esenciales ni estratégicos, con la propiedad ligada a la producción; la cooperativa o comunitaria, para productos y servicios esenciales; y la social (mas que estatal) para productos y servicios estratégicos, con la propiedad ejercida por el tejido social.


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Leopoldo Alberto Cook Antonorsi


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