Columna con espinazo

A Quien le interese El Neosocialismo Polícromo...

Trataré de ser breve: Aunque la oposición cada vez más sectaria, quebradiza (dividida) lo niegue, el Neosocialismo del siglo XXI es mucho más profundo que una simple teoría política o concepción doctrinaria ecléctico-estética de la posmodernidad. La oposición más reaccionaria –la de prosapia y pedigrí– no admite que los fundamentos novedosos de nuestro neosocialismo constituye una loable empresa humana, tribalmente humanista, humanitaria, que –por encima de ideales rígidos, praxis herméticas o partidomanías personalistas– propone en cambio la vía más sencilla, amplia, expedita (segura) para concretar una Democracia genuina, la cual, simbólicamente, además de roja rojita también es polícroma. ¿O es que acaso el neosocialismo propuesto por nuestra Revolución Bolivariana no es en el fondo la democracia plural más absoluta (participativa), auténtica y soberana jamás vista? Es más: el Socialismo del Siglo XXI concebido por el Presidente de la Revolución Bolivariana de Venezuela supera todas las formas de democracia practicadas en el mundo entero –por cuanto es superior a todas las formas de socialismo practicados hasta hoy en el mundo- y el socialismo es la consagración de la democracia.

¿O es exagerado decir que la democracia real, verdadera, socialista, fue siempre el anhelo de muchos pueblos? De Venezuela, por ejemplo, que sufrió la calamidad puntofijista de gobernantes demagogos, quienes –valiéndose de sórdidas corruptelas– cometieron crímenes abominables, se alejaron de los fundamentos doctrinarios e irrespetaron a la masa militante que siempre soñó con una auténtica democracia. Masa que, con dolor e impotencia vio cómo el sistema de gobierno que elegía cada cinco años paulatinamente se convertía en una plutocracia exclusivista (especie de club de la deshonra patria) que, en efecto, terminó por corroer y desvirtuar no sólo los cimientos doctrinarios de los partidos (transformados después en guarimbas de bandidos de cuello blanco) sino, lo más grave, aniquiló con prepotente desprecio la gran esperanza de una nación entera, fiel a la libertad concreta, a la igualdad jurídica, a la justicia honesta. Gobernantes aquellos de la “democracia representativa” que –aparte de servir a perversos intereses imperiales, con enfermizo afán de nepotismo lucrativo negociaron la soberanía e hipotecaron el futuro patrio– y en el colmo de su depravación pretendían seguir hipnotizando a los venezolanos con la consigna del “progreso” made in USA.

No obstante, cuando el pueblo frustrado se percató de la inmoralidad de quienes engañaban al país, les dio una lección de honestidad patriótica: Sabia y severamente aquel pueblo multitudinario y justiciero renunció a su militancia partidista y por fidelidad a la patria eligió al actual comandante supremo de la Revolución Bolivariana (ésta es por cierto otra de las grandes verdades que la oposición no quiere admitir).

Y ésta es la génesis histórica del neosocialismo venezolano, inédito en el mundo, razón sui generis para que ahora no se distraiga ni detenga en regateos de posturas o matices teóricos, pues el necesario debate de todas las ideas –convertidas en herramientas de creación práctica y colectiva– lo hará el pueblo en su indetenible avance hacia su objetivo más alto: alcanzar la plenitud revolucionaria bolivariana, que es, al mismo tiempo, el viejo anhelo latinoamericano; una revolución tan amplia y democrática que ha abolido la exclusión absurda de quienes ayer eran excluyentes selectivos y hoy conspiran absurdamente contra el proyecto bolivariano. Porque, desde su rol en la sociedad, cada cual tendrá la oportunidad igualitaria de participar en la hermosa aventura de construir un sueño, una nación diferente, para que de una vez y para siempre se acabe el club de las exclusividades excluyentes que con descaro impune predominaron durante la cuarta res pública.

El 3 de diciembre-2006 Venezuela eligió el neosocialismo bolivariano como forma preferida de gobierno soberano, y hoy cuenta con un respaldo planetario, pues la Tierra toda ansía un viraje sincero, profundamente transformador, y el neosocialismo bolivariano se ha convertido en la esperanza común del mundo entero.

Pero –repito el neosocialismo es un fin, no un medio. Y para lograrlo debemos traspasar la barrera de las tertulias bizantinas atiborradas de filosofía enigmática, paradigmática, pragmática y de paradoja crematística. Lo indispensable para lograr el éxito (y mil veces lo ha dicho el Presidente Chávez) es trabajar, pero trabajar con sinceridad y honradez, y luchar sin descanso para que se concreten los objetivos fundamentales que se ha propuesto la Revolución Bolivariana. Finalidad esta que –por tratarse de un interés colectivo único– involucra a las mayorías, ya que jamás hubo como ahora una propuesta política que aglutinara a la mayor parte de los venezolanos.

Lo que también resulta evidente es que –hasta ahora, aparte del golpe de estado, el sabotaje yanqui, la traición escuálida y el paro petrolero– las complicaciones del proceso son producto mezquino de diatribas y disputas (no de un sincero debate) que a veces sofrenan el avance. ¿O no es esta la misma contradicción que tiene desesperadas las filas de la oposición, fragmentada hoy en toletes de ambición, retazos de codicia made in USA y sumida intestinamente en conjuras de traición lucrativa?

Así que, el neosocialismo del siglo XXI sólo llegará a la plenitud cuando nuestra Revolución concrete la unidad de la diversidad. Necesaria consolidación que sólo será realidad si cada individuo –cualquiera sea su rol en la sociedad– se integre a un fin común (por encima de enfoques, teorías e individualismos). Y es precisamente en este aspecto que la familia venezolana nos da un ejemplo sabio: aunque haya diferencias entre sus miembros prevalece el mutuo –tribal– interés colectivo. La familia logra la unidad de la diversidad cuando se propone un fín único. Obtiene el éxito cuando concreta un proyecto que los beneficie a todos. Esta es la clave: esfuerzo común para metas comunes.

Clave que me anima a proponer lo siguiente: Si independientemente de su oficio, profesión o fe religiosa, millones de obreros, campesinos, estudiantes, religiosos, feligreses, ecologistas, artistas, amas de casa, intelectuales, comerciantes, gremialistas (además de una multitud de organizaciones y agrupaciones de diversa índole) eligieron el 3D-2006 el Socialismo Bolivariano como forma colectiva de gobierno soberano, entonces ¿no deberíamos integrarnos todos bajo la denominación de Socialistas Unidos de Venezuela, SUV, así, a secas, en vez de Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV? Digo esto porque la palabreja partido fragmenta semánticamente, y trae muy malos recuerdos...

¿O no basta ya con la fracturada partidización opositora, producto del definitivo desmoronamiento de los partidos puntofijistas que partieron el país y se repartieron su riqueza como botín de saqueo? ¿O es que acaso el 3D-2006 no eligió el pueblo venezolano una integración socialista unitaria distinta a lo que tradicionalmente se ha denominado partido?

Insisto: sólo aglutinados en torno a la reputación ética del Comandante Chávez los Socialistas Unidos de Venezuela (SUV) lograríamos la unidad de la diversidad, fórmula clave para lograr todos nuestro supremo objetivo común: la consolidación de la Patria revolucionaria. Y ya, discúlpenme la falta de brevedad, pero al buen entendedor...


(*) Escritor surmerideño

amablefernandezs@gmail.com






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Amable Fernández– (*)

Escritor surmerideño.

 amablefernandezs@gmail.com

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