Se les olvidó el sketch

Ver a los candidatos del madurismo en la pantalla es enfrentarse a un monólogo aprendido con mucho esfuerzo, algunos lo manejan con más dicción y otros gesticulan con más o menos pasión. Pero al salir del teatro o del espacio donde se aprendieron el texto, la realidad los arropa y los menos avezados aun con mucho cartel, pierden las tablas y se les escapan las palabras y los gestos. Los traiciona el lenguaje corporal y aquel libro fundamental de Constantin Stanilavski le queda grande, se le olvido o pasó a mejor vida. Toda la preparación del actor en el caso de Messuti se va por la borda y se pierde entre las risas de la tripulación, o sea de los electores.

La verdad nos va arropando y viene demostrando paso a paso, que en cualquier debate más o menos serio, con ciertas reglas que se respeten, los candidatos del gobierno madurista pierden todas, ni el robusto Escarra, ni la encantadora Ilenia Medina soportan una artillería de verdades bien expresadas, palabras y frases bien construidas y realidades tan claras que dan al traste con la opacidad del discurso gubernamental. Pero pasemos al actor Roberto Messuti y vayamos observando al actor estelar, que si lo vemos con mirada crítica notaremos que sus parlamentos simples, descafeinados e insípidos no los expresa bien y tampoco es buen candidato. Pero es candidato y no por elección de las bases o por elección del público y sí, por imposición del director o directora, quizás solo reúne las características físicas para serlo. Recuerdo aquella canción muy pegajosa y con la cual bailé muchas veces al sur de mi ciudad, ese sur de los humildes de Valencia y que hoy está más empobrecidos que nunca. Recordemos esta pieza buenísima que dibuja a Messuti, o parece inspirada en alguien como él, o por lo menos así diría un amigo de la Escuela de Teatro Ramón Zapata: https://www.youtube.com/watch?v=ht1s6B6PgOQ

Apropiarse del escenario debería ser la tarea de quien se presenta a un debate, ser claro, evidenciar los aciertos y soslayar los desaciertos, buscar y dar datos, crear contradicciones en el oponente, intentar interrumpir a quien lo ataca. Pero hasta ahora nada de esto ocurre con los candidatos del caducado Gran Polo Patriótico. No pegan una, van intentando agarrar el bate pero el más humilde lanzador los hace polvo en el montículo. Van intentando quedar bien con su director y quedan mal con el personaje, con su personaje. Si el candidato o candidata piensa con cabeza propia.

Yo desde la distancia los voy viendo y observo con cuidado y es verdad. No hay argumentos, son buenos en entrevistas con preguntas pre/digeridas, con entrevistadores como Jordán Rodríguez, Tania Díaz, etc. Son maravillosos en actos editados, geniales en parlamentos repetidos cien veces y cien veces grabados y regrabados, peo en realidad, son sencillamente malos, unos peores que otros. Sin elocuencia y además saben que son frágiles a la hora de enfrentar a alguien que los saque o no los deje tomar su línea discursiva. Messuti lo sabe, lo percibe, lo siente nunca se lleva las palmas, nunca sale en hombros, es bueno para jugar solo e inclusive, en esos casos, muchas veces ha llegado a perder.

La opción de votar o no votar es cosa de cada quien, es una decisión soberana y legítima. Nada malo tiene ejercer el voto. En Venezuela existe esa opción y en ambos casos el voto será secreto. De yo votar lo haría por Segundo Meléndez o Melvis Humbría y no por Pedro Carreño o Messuti. El mundo se va escribiendo, en una nación cuyos gobernantes tienen 20 años haciendo de lo mucho nada, transformando la riqueza en pobreza y la pobreza en miseria. El cambio es necesario y la historia o la crónica de estos largos días la deberían escribir otros y entre esos otros, estamos nosotros.

Yo votaría por el regreso de millones que huyeron del hambre, por el retorno de los exiliados, por la libertad de los presos políticos, por la recuperación del aparato productivo, por salarios dignos, por llevar ante la justicia nacional y/o internacional a los culpables del desfalco de la hacienda pública, por la reapertura de las universidades. Lo otro, sería toparnos con la misma piedra.



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Yuri Valecillo


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