Ni arruga ni traición, sino sublevación ante la oligarquía antirrevolucionaria

En una de sus mejores fuentes de consulta dejado por el comandante Hugo Chávez, el Libro Azul (año 2007), expresa que vivimos una era donde las ideologías parecieran extinguirse, llamado por algunos estudiosos el “fin de las ideologías”. Dicho fenómeno adquiere grandes proporciones en América Latina, particularmente en Venezuela, donde la gran mayoría de los partidos políticos, derivaron en organizaciones de corte populista, totalmente vacías de contenido ideológico; mientras tanto, nuestros pueblos se han ido alejando cada vez más de sus raíces históricas, donde seguramente estén las claves para descifrar el terrible enigma que nos mantiene en un ir y venir por el abismo de la historia. El gran estadista Chávez sabía que su pueblo aún navegaba en ese vacío de contenido ideológico; sin embargo, con su ejemplo de vida y de lucha, su pueblo nunca le falló, en cada contienda, en cada batalla, en cada intento de derrotarlo, su pueblo se resteó con él. Hacía referencia el comandante Chávez de la gran debilidad de los partidos políticos, desprovistos de formación ideológica, o privados de una alta consciencia revolucionaria, y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) no escapaba de esta triste realidad, ya que se congregaron camaleones (adecos, copeyanos, masistas), jóvenes con poca claridad socialista, los que usaron el partido como trampolín para traicionar a Chávez y los que verdaderamente han hecho la revolución desde abajo, desde antes que Chávez surgiera aquel 27F y dejará para la historia el famoso “Por Ahora”. Excluyo al Partido Comunista de Venezuela (PCV), cuyos dirigentes han tenido una línea de izquierda más profunda desde su creación, fueron perseguidos por los gobiernos puntofijista, han sido leales, al mismo tiempo rebelde, crítico y consecuente con su pueblo.

Es inexplicable cómo algunos chavistas, cercanos al gobierno del presidente Maduro, de los gobernadores, alcaldes y protectores, no le indiquen a éstos las fallas o errores en que están incurriendo, o que hagan caso omiso a las denuncias de corrupción e ineficiencia que se cometen en las instituciones públicas, del abandono al pueblo, como es el caso de la camarada Carola Chávez. Vale decir, excelente periodista que ha sabido enfrentar con su pluma la campaña de desprestigio contra el país por parte de la derecha; pero se equivoca en su artículo publicado el 05 de agosto “Arrugar es perderse”, en cuanto al tema de la distribución del gas. Señala Carola que “estamos en medio de una guerra donde las bombas vienen en forma de bloqueo y sanciones… Toca inventar, toca resistir, porque arrugar es perderse”. La realidad que vive Nueva Esparta con la distribución de los alimentos y del gas (antes PDVSA Gas) es distinta a la del resto del país, ilustro dos ejemplos solamente: en la ciudad de Mérida se recibe el CLAP y el gas cada tres meses; en la costa Sur del Lago de Maracaibo, el CLAP lo entregan dos veces al año y el gas no lo distribuyen desde noviembre de 2019. Felicito al protector Dante Rivas y a Carola por el trabajo que realizan; pero decir que cocinar en leña es sabroso es desconsiderar a la mujer venezolana. Mi madre (como muchas mujeres del siglo pasado), tenía los pulmones llenos de humo porque en la IV República cocinaba en leña y murió de una afección pulmonar. Solo faltó decir a Carola que la tala es chévere, cuando nuestra vegetación se está quedando sin árboles producto del ecocidio cometido por la gente para poder cocinar, resistiendo los embates de la ineficiencia; volvimos a la IV. Estamos sumergidos en la corrupción, en el abandono de nuestros dirigentes, producto de esa falta de formación donde la ideología se extinguió para dar paso al salvajismo y al oportunismo; mientras nuestro pueblo se aleja de sus raíces históricas rebelándose ante todo engaño, ante el aguante del estómago que le impone la burguesía revolucionaria y la manipulación del discurso del bloqueo.

Ni arruga ni traición, sino sublevación ante la oligarquía antirrevolucionaria, porque lo contrario es perder. Los verdaderos revolucionarios no arrugamos ni traicionamos, solo que nos rebelamos ante la injusticia de lo que se está imponiendo. Decía el gran Simón Rodríguez que “los hombres no están en sociedad para decirse que tienen necesidades, ni para aconsejarse que busquen cómo remediarlas, ni para exhortarse a tener paciencia; sino para consultarse sobre los medios de satisfacer sus deseos, porque no satisfacerlos es padecer”. En este sentido, cada dirigente que está al frente de una responsabilidad sabe cuáles son nuestra necesidades, pero ni las remedian, ni consultan las formas para dar capacidad resolutiva, sino exhortan a tener paciencia, resistencia, a no arrugar. Una revolución política pide una revolución económica, hay que empezar por los campos, dándole protección y atención a la producción nacional, profundizando más allá del objetivo estratégico del Proyecto Nacional Simón Bolívar: un nivel donde se encuentra la razón del ser del proceso; un estadio superior donde los seres humanos puedan consultarse sobre los medios de satisfacer sus deseos y evitar el padecimiento individual y colectivo. Tal situación no puede imaginarse fuera del ámbito de una sociedad profundamente democrática y solidaria. Nos sublevamos ante la nueva “burguesía revolucionaria” para evitar más padecimiento al pueblo en nombre de la revolución Bolivariana, ya que tal situación es antagónica a los principios del modelo del Árbol de las Tres Raíces (Zamorano, Bolívariano y Robinsoniano).

Es importante distinguir resistencia de consentimiento, tolerancia de alcahuetería, lealtad o disciplina revolucionaria de estupidez, cuando el segundo término toca fondo facilitamos el endeudamiento moral y material de quienes nos rodean, ya que en este conjunto de alteraciones no se sabe dónde comienza la anarquía y dónde termina la revolución. Protestar, rebelarse, sublevarse, no es sinónimo de traición o de indisciplinado, por el contrario seguir siendo permisivos nos hace ser más alcahuetes. La etapa de resistencia pareciera que ha servido para que el gobierno crea que consentimos a ciegas todos las inequidades cometidas, o que guardar silencio ante un hecho de corrupción es aceptar la misma, cuando en realidad estamos esperando por un cambio radical dentro de la revolución. No queremos más acciones permisivas criminales a favor de la oposición a través del perdón, dejando a un lado a Juan Guaidó para que siga cometiendo más actos contra la nación ¿Hasta cuándo Guaidó libre? Pareciera que no solo Trump lo avala como presidente, sino el gobierno también. No queremos que se firmen más acuerdos muy bien negociados con el sector empresarial, porque solo sirven para hacer más fuerte a esta burguesía, incluyendo a los árabes. Nosotros seguimos de pie, sin arrugar, sublevándonos, para crear un auténtico socialismo, una genuina democracia, llevamos más de 20 años en este proceso y no se ha podido cristalizar el socialismo. Ya es el tiempo. El mundo está cambiando, si se inicia desde la matriz ayudando a formar consciencia la crisis se superará sin mayores traumas. Termino ilustrando a Bolívar: “ya la veo servir de lazo, de centro de emporio a la familia humana, ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra los tesoros que abrirán las montañas de plata y oro; ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo…” Palabras profundas que van más allá de una simple retórica. Venezuela, la tierra de los orígenes, el emporio para mostrar a la humanidad la majestad del nuevo mundo. 

 

 



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Esmeralda García Ramírez

Licenciada en Administración Articulista

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