Los siete pecados capitales del gobierno revolucionario Bolivariano

A más de 20 años del nacimiento de la Revolución Bolivariana dirigida por el comandante Chávez y ahora por el presidente Nicolás Maduro, es necesario recordar que este cambio político tuvo y tiene como objetivo fundamental transitar del capitalismo hacia el socialismo, bajo la premisa del legado de Simón Bolívar: "llevar la mayor suma de felicidad posible, de seguridad social y de estabilidad política", máxima ésta que debe ser para todos los bolivarianos el motor fundamental para hacer la Revolución Bolivariana. Sin embargo, estamos lejos de alcanzar los objetivos planteados, en virtud de que el timón lo están desviando. Este proceso de transición en el que aún estamos no se ha concretado, ya que sus líderes han cometido una serie de daños, errores, omisiones, imprudencias, abandonos, vicios, violaciones, desacatos, que en conjunto pudiéramos denominar los siete pecados capitales del gobierno revolucionario, estos son: la soberbia de la intolerancia, la procrastinación, la corrupción, la burguesía emergente, la dolarización (dependencia del imperio), la negación al socialismo y las creencias dogmáticas. En este período presidencial se ha insistido más en las mismas políticas de ausencias de evaluaciones, de controles, de continuidad en el proyecto bolivariano, de revisión del desempeño de los funcionarios públicos que conducen las instituciones, de la permanencia de los mismos actores, de premiar a quienes han robado a la nación y/o en obviar hechos de corrupción que han sido denunciados, colocándolos como gobernadores, candidatos o ratificándolos en sus cargos. Es el tiempo de escuchar a las masas. No se trata de atacar al gobierno bolivariano por atacarlo, sino de coadyuvar al avance para la cristalización de la revolución Bolivariana, bajo la crítica objetiva, porque estamos conscientes de que la única vía para la solución de los problemas del país, para la salvación del mundo, es el socialismo. El presidente Maduro lo elegimos para que sea el líder, pero este proyecto es de todos los invisibilizados que luchamos por este momento histórico.

La soberbia de la intolerancia. Si tú quieres conocer a alguien dadle poder. Muchos dirigentes de la revolución son impenetrables, sus escoltas y carros blindados, su ego y su arrogancia de creerse superiores, no se lo permiten, sufren del Mal de Hubris; aunque hagan un esfuerzo por aparentar ser agradables, su soberbia sobresale y les encantan los elogios de manera exagerada. La soberbia de la intolerancia los lleva a no reconocer los errores ni a aceptar las críticas, con base a esa intransigencia se encuentra un pensamiento arrogante y dicotómico, justificando sus errores, culpando a otros de éstos. Sin pena ni gloria el gobierno revolucionario sacó del aire a Walter Martínez por una serie de denuncias de corrupción que él realizó, como no fue del agrado de algunos ministros lo censuraron y colocaron otro programa que debería llamarse "El COVID-19 en contexto". Fue el mismo procedimiento contra críticos como Miguel Pérez Pirela, Alberto Nolia, entre otros, a quienes la soberbia de la intolerancia de algunos ministros tuvo más fuerza que el pensamiento crítico. El segundo pecado, la Procrastinación, o no asumir los riesgos necesarios que le toca enfrentar para salir adelante con la misión del proceso revolucionario; así tejen una tela, la deshacen una y otra vez para no decidir por ningún problema puntual, o evadir una acción ineludible, entre tantos ejemplos ilustro el más contundente: no haber puesto preso a Juan Guaidó. Ahora dicen que es un prófugo cuando no se ha dictado orden de detención públicamente; si lo detienen es probable que lo lleven a una embajada, así seguirá riéndose de los venezolanos y Trump obtendrá más fuerza. El tercer pecado la corrupción, la ineficiencia, la negligencia de algunos ministros, gerentes y directores de organismos públicos, está en su etapa de nivel más alto. Mención vergonzosa hay que hacer a la SUNDDE, la institución más ineficiente del país que se colocó de espaldas al pueblo para plegarse a los grandes empresarios del país, a la burguesía explotadora y hambreadora; a pesar de vivir una crisis económica jamás vivida, los venezolanos han resistido con tolerancia, mientras que la SUNDDE se comporta como el otro enemigo sin bala, cómplice del imperio y saboteador del gobierno. La ineficiencia de los servicios públicos es cada vez peor, los alimentos CLAP y lo que fue PDVSA Gas no se distribuyen mensualmente, sus costos dejaron de ser socialistas.

El cuarto es la burguesía emergente, esa que surgió de esa clase social roja rojita, que engañó con el mismo discursito revolucionario de Rafael Ramírez, que consideran válido la formación de una burguesía revolucionaria; es decir, una nueva élite burgués capitalista que se hizo gracias a que hicieron de la revolución un puente para hacerse rico. Son descarados los funcionarios y sus familias con carros importados, con una cintura que alcanza el diámetro de una puerta, con casas cuyo valor solo puede decirse en dólares, con cuentas en el exterior, con empresas de origen dudoso. Los últimos burgueses revolucionarios que están incursionando en esa clase social, gracias al COVID-19, son los funcionarios de seguridad de la nación. El quinto es la dolarización de la economía del país, la cual genera más dependencia del imperio, viola nuestra soberanía y atenta contra nuestra independencia. El sexto es la negación al socialismo, el cual será difícil redimir si no hay un cambio de rol del Estado para lograr el mayor bienestar posible para satisfacer las necesidades básicas de la población, la defensa de la soberanía, la inclusión de herramientas viables de autogestión que ayuden al proceso productivo de la colectividad y el desarrollo de políticas democráticas en conjunto que regulen y controlen el aparato productivo en condiciones de equidad, igualdad y de justicia. El capitalismo se goza, se nutre y se impone cuando existen funcionarios como los señalados anteriormente y de esta manera estaremos negando la construcción del socialismo. El socialismo es la esperanza, por esto es necesario transformar todo lo que deba ser transformado, yendo al fondo de la raíz, cambiando el sistema de propiedad, el sistema de justicia porque está ciego, el de valores, incluso hay que revolucionar la conciencia y el espíritu para que podamos ir sin miedo, con deber social y con dignidad. El séptimo son las creencias dogmáticas, en virtud de que la religión, los dogmas, los cultos, nunca podrán ser abolidos mientras existan seres que se lucran de ella, mientras el capitalismo sea el soporte de ésta y ésta a su vez de aquella. La religión es la fuente del capitalismo y las instituciones religiosas están al servicio de este sistema salvaje para mantener al ser humano en la ignominia, subyugado, controlado para evitar que surjan las transformaciones revolucionarias que salvarán a la humanidad. Seguir alimentando al pueblo con dogmas a través de un estado forajido como las iglesias es alimentar a una sociedad burgués esclavista. El socialismo es el único sistema que puede transformar al Ser humano libre, sin miedo, sin soberbia, con valores éticos y morales. El gobierno revolucionario debe ir hacia pasos firmes hacia esta dirección, si retrocede morirá la esperanza de este pueblo y de todos los pueblos de la Patria Grande.



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Esmeralda García Ramírez

Licenciada en Administración Articulista

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