Hoy, como ayer: ¡Un borrador! ¡un borrador!

Atento a las explicaciones sobre las calamidades ocurridas en el Nuevo Mundo, donde unos “salvajes indios”, flechaban a los enviados de su majestad; el funcionario llegado de esas tierras con tan malas nuevas, sosteniendo en sus manos un Portulano, a requerimiento del monarca, indicaba el sitio de tales sucesos: ¡Un borrador! ¡Un borrador! Ordenó enérgicamente el Rey que le trajeran e inmediatamente procedió a borrar aquel lugar del mapa.

Aquel Rey y Emperador, en cuyos dominios “no se ponía el sol”, no estaba para distraerse, precisamente se es jefe de un imperio para gobernar con una larga mirada sobre el horizonte, sin detenerse en daños y pequeñeces colaterales. Así era el imperio en el siglo.XVI, y así es el imperio en el Siglo XXI. Esta anécdota, puede tildarse de exagerada, pero uno se pregunta: ¿Hay algún evento imperial que no sea exagerado?

Hoy se pretende borrar una experiencia indígena, política; y social en nuestro hemisferio, y esto no es una visión patológica memorística del ayer; es una amenaza real que no debería extrañarnos por cuanto ese pasado, está muy visible en el presente. Se trata de un asunto de mentalidades históricas no finiquitadas.

Bolivia, ocupa geográficamente el corazón de Sur—América. El ejército gran colombiano con Sucre a la cabeza, después de Ayacucho libera el Alto Perú. (Bolivia) El Libertador la llamó su “Hija Predilecta”. Hoy es el Estado (República) plurinacional de Bolivia, con un territorio de más de un millón de Km2, y una población integrada con altísimos componentes originarios. De este territorio y particularmente desde las minas de Potosí, durante el periodo colonial, el trabajo esclavo indígena llenó de Plata las arcas españolas con la cual el Emperador sostenía su corte y las habituales guerras.

Después de la independencia de nuestros pueblos del imperio español, el asesinato del Antonio José de Sucre, Gran Mariscal De Ayacucho y primer Presidente de la Bolivia; la disolución de la Gran Colombia, y la muerte de Bolívar; la urdimbre política tomó varios caminos, y en el caso de Bolivia, politiqueros civiles y militares, hicieron lo que la historia para vergüenza de ellos, recoge.

En nuestro Siglo XXI, de los trece años del gobierno de Evo Morales, hasta ahora ha habido una opinión bastante extendida de haberse dado allí, una experiencia de gobernanza diligente en lo social, e incluso se mencionan datos estadísticos que avalan tales aseveraciones. Estas iniciativas benefactoras en un país tradicionalmente esquilmado, a quién hasta el agua del mar le han negado, seguramente, esta abrupta salida de Evo de la Presidencia, que ha generado muchas opiniones entre legos y análisis entre algunos intelectuales bolivianos y de otros lugares del mundo; por cuanto son muchas las interrogantes que hay que responder, que serían claves para entender, comprender, determinar los alcances y la viabilidad de los procesos “Progresistas” o “reformistas”, en los actuales contextos latinoamericanos, donde además existen procesos políticos que se autodefinen como revolucionarios o socialistas.

Ahora bien, hay una cosa que hay que ponderar, enfrentando timideces y prejuicios políticos, y bajándole dos, en cuanto a ignorar las capacidades del adversario, y, es admitir que el capitalismo y el imperialismo existen; ciertamente ancianos y decrépitos y vienen navegando en sus contradicciones, pero saben remozarse. Sus escuelas de pensamiento, no son de utilería. Esas plataformas jurídicas que desde hace mucho han creado, modificado, y actualizado, son tan letales como sus portaaviones y misiles. ¿Cuántos leguleyos, habrá en el mundo repartidos en Instituciones e instancias legislativas, que arriman saberes y ventajas jurídicas para el mingo capitalista imperial?

Carlos V, en el Siglo XVI, quería borrar de la faz de la tierra a esos “indios Flecheros”; que no darían los emperadores de hoy por borrar del corazón del mapa suramericano y de la Historia esos nombres perturbadores: Bolívar y Sucre instalados allí. Lo grave para el imperio y sus colaboradores, es que las utopías, y la historia, no acaba allí, dicen los Quechua que “La meta es el Camino”, y ellos, el pueblo boliviano, guiados por sus ancestros y acompañados por Bolívar y Sucre, seguirán caminando.

 

LA REVOLUCION ES CULTURAL



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Rafael Castro

Especializado en Gestión Cultural. Colaborador y Fundador de Instituciones de la Cultura, en el Sector Público y Privado.

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