La esperanza extravagante. Marcos 1.1-8

El Socialismo del siglo XXI tiene que alimentarse del Evangelio del Siglo I

EL PRETEXTO
Nos enseñaron que quienes tienen algo que decir y hacer no pueden ser los/as de “afuera”, los/as “marginados/as”, los que se visten diferente y cuya apariencia es poco atractiva según los criterios de la lógica del sistema. Los mensajes importantes y las noticias relevantes las decían quienes podían perfumarse y comer exquisiteces. La apariencia y gustos del mensajero determinaban el impacto de su mensaje. Los grupos que se atrevían a interpretar la realidad de una manera diferente a la establecida, eran descalificados y “estigmatizados”; señalados como “extraños” y “excéntricos”.

EL TEXTO
El evangelio según San Marcos inicia con la presentación de un personaje extravagante, de escandalosa apariencia y extraña dieta: Juan el bautizador. Su misión esta definida como la del mensajero que anuncia la llegada del Mesías y llama a la conversión. El Mesías es la esperanza del pueblo judío y de todos los pueblos. Juan es sólo un profeta al servicio de este sueño liberador sembrado en la historia bíblica, como nos los recuerda el evangelista al citar el libro de Isaías. El bautizador surge, aparece, procede del desierto, sitio inhóspito y habitado por quienes tiene otra manera de ver las cosas desde la periferia. El desierto en la Biblia es espacio para el encuentro con Dios, para la construcción de la vida, para crear caminos, para ser desafiados, etc.

El bautismo no era una novedad, los conversos se auto bautizaban al adoptar la religión de los judíos, así que éste no era ninguna innovación por parte de Juan. La novedad estaba en que el bautizador anunciaba un cambio de mente y conducta para ser bautizados por él. Además, Juan asume su papel de servidor al anunciar que él es sólo el anunciador de la llegada de alguien que es más “fuerte” que él, en clara alusión al Mesías.

EL CONTEXTO
En Venezuela ha comenzado a gestarse un movimiento profético que surge desde la periferia y no desde los centros de poder. Tienen una apariencia que no entra en la categoría de lo “cool”, lo “nice” o lo “fashion”, escandaliza a unos y espanta a otros; no usan ropa de marca ni comen caviar. El sistema los califica de “monos“, “lumpes”, “tierruos”, etc., pero tienen una vocación profética que demanda cambios radicales a fin de construir “sendas rectas” y dar paso a la esperanza que viene detrás. Denuncian la ruptura con la vida y anuncian la posibilidad del reencuentro con la justicia. Los profetas y las profetisas no se promocionan ni publicitan así mismos/as, sino que entienden que están al servicio de algo mucho más grande y poderoso que ellos y ellas mismas: la vida plena y en abundancia que promueve el Reino de Dios.

Rev. Marapacuto cesolka@gmail.com


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César Henríquez


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