"El arado y el mar"

El Rey sigue desnudo

“El Rey desnudo”, famoso cuento de Hans Christian Andersen publicado en 1837, está lleno de enseñanzas que pueden sernos útiles en estos días de exigencias sociales. Veamos.

La fábula relata la historia de un Rey que manda a confeccionar un traje con unos sastres pillos. Los sastres anuncian que han cosido un traje muy hermoso pero que los tontos no pueden ver; en realidad, no hay traje. Ataviado con este atuendo inexistente, el Rey se pasea por las calles y nadie se atreve a decir nada, sólo un niño grita “¡El Rey está desnudo!”. El cuento termina con el Rey enterándose del engaño.

Hasta aquí el resumen del cuento. Pero ¿qué pasó después? Imaginemos a la luz de la experiencia: el niño que gritó fue puesto preso o, con el eufemismo de ahora, “privado de libertad”; los súbditos del reino se repartieron entre una gran mayoría que afirma que el Rey no va desnudo, que “eso es mentira”, que es una maniobra para romper la unidad del reino, una agresión de agentes extranjeros; una ínfima minoría que duda; y uno que otro que está de acuerdo con el niño. 

El Rey siguió desnudo, la masa orgullosa de su Rey “tan bien vestido”. Al poco tiempo el Rey se resfrió, el resfriado se convirtió en pulmonía y falleció aterido víctima del invierno y de la terquedad por no querer ver la realidad y abrigarse.

La enseñanza es mucha, se mantiene vigente hace ya casi dos siglos: el humano es el único animal capaz de mentir, de creerse sus mentiras, de matar por defenderlas, de sustituir la realidad por su imaginación y deseos. Es también el único animal capaz de percibir la realidad, de reconocerse a sí mismo, a los demás, esta cualidad le permite modificar su ambiente, reacomodarlo. En la Humanidad se entabla una lucha entre los ciegos, los que sólo ven con los ojos del rebaño, y los que tienen ojos que ven y oídos que oyen; esta batalla se libra desde hace milenios y, es lamentable decirlo, la está perdiendo la sensatez, la ganan los que ven el “traje del Rey”, el rebaño.

Así se explica que el capitalismo impere en el mundo, que destruya a paso acelerado el ambiente, que nos lleve a la extinción, y quien denuncie la desnudez es relegado, ignorado. Esa es la explicación de que el Socialismo, vale decir la manera de salvar a la Humanidad, no tenga santuario en el planeta; de que la especie pase su días pendientes de las ganancias de las grandes compañías, de los pib de China, la mayor contaminante del mundo, o de las ventas de armas de Rusia, la otrora esperanza; de que los mayores combates de la especie sean para conquistar mercados que permitan vender el sudor y la sangre de los obreros convertidos en mercancías inútiles y oropel.

Aquí, entre nosotros, alguien con la valentía y la inocencia de aquel niño del cuento, gritó desesperado que el Rey estaba desnudo, por un instante el mundo percibió la desnudez, pero el niño fue asesinado, así pagó la osadía. Y el Rey volvió a caminar con su ilusión, todos volvieron a ver el espejismo y pasaron a ocuparse de sus tonterías. El mundo siguió su camino a la extinción. La batalla entre los que perciben los males del capitalismo, los que ven al capitalismo vestido con vistosos trajes, enfrentados a los que gritan “va desnudo” continúa.

Aquel niño asesinado por ver y decir sigue entre nosotros, vive en la lucha para que todos vean, para que los reyes no se vistan con delirios, que nadie nunca más vaya preso por decir, y la Humanidad distraída en peleas bufas no se extinga.



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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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