1. El fin de la contradicción progresiva
El chavismo como fenómeno político nacido desde la base social es un hecho totalmente contradictorio. Quienes por las razones de su propio proceso y acceso al gobierno por medio de la figura de Chávez, tomaron su “representatividad” burocrática y partidista, más adelante se convierten en una cúpula pequeña que protege sus intereses de poder y riqueza por medio del legado simbólico y orgánico revolucionario que ha dejado este extraordinario movimiento; son los capturadores provisionales del mismo y reproductores del orden capitalista-estatal. Mientras que en su base se siguen construyendo de manera dispersa y con muchos problemas con todo el orden constituido, hechos (acontecimientos) y procesos (saberes y tejidos activos de autogestión y autogobierno colectivo) que le permiten al chavismo seguir siendo una expresión fiel de lo que podríamos la expresión nacional del movimiento comunista internacional y particularmente nuestramericano.
Por mucho tiempo este fenómeno contradictorio, inevitable incluso desde los inicios del chavismo cuando era solo un movimiento confrontado abiertamente con el orden establecido de la IV república, por muchos costados de su liderazgo y dirección se intentó de convertirla en una dialéctica contradictoria pero progresiva. Es decir que “los de arriba y los de abajo” generen en su contradicción, dentro de la propia lucha de clases inherente a todos estos movimientos, un saldo en favor del acto emancipatorio: es hasta cierto punto la tesis básica del marxismo y su propuesta de transición utilizando las viejas instituciones del Estado nacional.
Es decir, que sea posible forzar a los de arriba, empezando por el propio Chávez, a utilizar los poderes primeramente representativos del movimiento y luego burocráticos como cúpulas que toman el poder de Estado, en favor del establecimiento de un conjunto de medidas políticas que realmente ayuden romper con las bases de un sistema de dominio que ha garantizado entre nosotros un particular modo de la reproducción del colonialismo interno, la dependencia, la desigualdad social, la pervivencia de un estado eminentemente despótico, prooligarquico y corrupto. Si esta ayuda de “los de arriba” se podía garantizar, el resto del trabajo a hacer de acuerdo a la dinámica horizontal de “los de abajo”, fuera del gobierno, alrededor de la expansión del poder popular, tenía todas las posibilidades de salir vencedora.
Muchos dirán hoy que esto fue una inocente ilusión o una jugada oportunista, personalmente no lo creo así aunque se haya trabajado con todas las dudas del mundo y se nos pueda acusar de los que sea, con mucha razón probablemente. Pero a buena fe, era una apuesta que valía toda la pena tirarla y cualquiera que haya sido el saldo de frustración, por otro lado ha sido una aprendizaje colectivo de una inmenso valor histórico. En todo caso esto queda para la discusión de los cafés y los libros, porque ya los hechos están cumplidos. Hoy en día a nuestra consideración seguir hablando de “una dialéctica progresiva” entre “los de arriba y los de abajo” no tiene el más mínimo sentido. Y el problema no es en sí mismo político o ideológico, si el gobierno de Nicolás es o no revolucionario en sus formalidades e intenciones.
El problema en este caso comienza siendo un hecho eminentemente moral. Por solo poner un punto: establecer un sistema de cambio donde un chiquito mundo de sátrapas de la oligarquía junto a sus contactos de gobierno absorben una gigantesca parte de las divisas de Estado en un determinado precio para venderlas hasta legalmente por un precio veinte veces mayor (y más aún en el mercado negro), poniendo a toda una población a pagar estas ganancias (o este acto de descomunal desfalco público) por medio de la hiperinflación que esto genera, o a vivir desesperados por conseguir aunque sea un dólar para entrar por lo menos en una ínfima parte de esta ganancia, es algo que trasciende toda discusión política y se convierte en un acto de inmoralidad absoluta por parte “de los de arriba”. Están haciendo exactamente lo mismo que la “troika” europea quienes, quitándole todos sus beneficios históricos a las clases trabajadoras europeas, esa inmensa expropiación a la clase trabajadora la hacen en función de retribuirle sus ganancias a las cúpulas bancarias más ladronas del mundo. Solo que en este caso los políticos europeos aparentemente no están engañando a nadie, lo hacen defendiendo este sistema de dominio y asumiendo como derecho a hacerlo el voto popular que los ha elegido. Mientras que entre nosotros, el engaño es absoluto, esencialmente el mismo mecanismo se hace en nombre “de la revolución popular, anticapitalista y etc”. Esto es simplemente un descaro de la peor calaña que nada tiene que ver con tendencias políticas y de pensamiento (al menos que aceptemos que el descarado engaño sea una tendencia legítima dentro del pensamiento revolucionario). Por supuesto, lo hacen bajo la creencia que su fuerte “aparato de captura” de cuerpos y conciencias, utilizando el legado chavista es infinito. Ya veremos si es así, si podemos ser tan infinitamente imbéciles y engañables…es posible, Diosdao está contento, el devenir dirá.
2. Premisas para una metodología de Gobierno Popular
Entrando ahora en el problema del método, este comienza con la pregunta respecto al ¿cómo hacer?. Un punto que para nosotros supone responder metodológicamente a una pregunta respecto al “¿qué hacer?” y para lo cual utilizamos la figura de “Gobierno Popular” desarrollado en el artículo anterior “Principios y preguntas de Gobierno Popular”. Pero antes precisemos una cosa. ¿Cuál es la posición que hemos asumido respecto al que hacer?, ¿por qué tiene sentido ahora más que nunca hablar de Gobierno Popular fuera del Estado?. Se pueden asumir tres posiciones, y de hecho las hay, frente a las circunstancias que vivimos (a parte de apoyar pasivamente el gobierno y ser un burócrata o un iluso más metido en este engaño). La primera: seguimos jugando el juego de la “dialéctica progresiva”, a una especie de acumulación de fuerzas bajo un horizonte que se pierde todos los días. El mecanismo es el silencio y una complicidad que todos los días es más imposible al menos que entremos en el juego oscuro, es decir la inmoralidad y la corrupción. Descartada esta posibilidad. La segunda: es jugar a la conspiración y el desespero, o la saltadera de talanqueras, a la frustración de quien se asume víctima de un engaño, ayudando en el fondo a que el lado oscuro de la misma luna, la derecha oficialmente establecida, sustituya este gobierno de ricos. Un absurdo. O por el contrario a estas dos primeras: reconocemos que el movimiento contradictorio de esta historia, el “no-lugar” a que ha llegado, no solo es la historia de “los de arriba” sino también de “los de abajo”, asumiendo que ha llegado el momento de politizar esa historia, es decir, convertirla en un acontecimiento que empiece a quebrar los mecanismos de dominio, no importa cuán grande o pequeña es esta opción. Eso es lo que hemos llamado “construir Gobierno Popular”, convertir en política y en estrategia lo que hemos venido reconociendo como “la moral del alzado”.
3. Cuatro puntos metodológicos básicos
-¿Cómo gobierna el Gobierno Popular?, una de las preguntas iniciales que intentamos responder dentro del documento anterior. Se establece que su método de gobierno es la capacidad que se tenga de concentrar procesos de autogobierno colectivo y que su decisión tenga la fuerza suficiente como para poner “al estado contra la pared”. Esa es la premisa metodológica básica.
-Ahora bien, entendamos que la capacidad que se va gestando de agrupar y sintetizar espacios plurales de autogobierno por fuera del Estado, necesita reconocer cuál es la situación que hoy vive el estado venezolano como maquinaria de poder. Muy buena esa aquella alegoría de Deleze y Guatari de visualizar el Estado como una “maquinaria de captura”. Desde ese punto de vista el Estado venezolano, es un viejo instrumento de dominio que se va desgastando y siendo sustituido por formaciones paraestatales que se internan dentro de él, capturando territorios, y estableciendo nuevos órdenes despóticos donde solo impera su propia ley, acumulando una fuerza militar que muchas veces es superior a los cuerpos de seguridad del Estado (es una situación que se multiplica dentro de todos los Estado subordinados del mundo). La situación en el estado Bolívar es un típico ejemplo de ello. Todo espacio de Gobierno Popular necesita entonces tener la capacidad de quebrar estas lógicas de captura y sustituirlas no con una nueva sino por redes asamblearias con suficiente capacidad operativa como para ir desplazando los viejos y nuevos despotismos.
-Ningún Gobierno Popular es una voluntad concentrada que toma el Estado para sí. Como dirían los filósofos no aspira a ser una nueva totalidad dominante, un “Uno” que sustituye el viejo estado por uno nuevo. Por tanto, metodológicamente hablando su desarrollo no se da de acuerdo a los viejos parámetros de la acumulación de fuerzas (se condensa y condensa fuerza hasta llegar a tener la suficiente como para plantearse por las buenas o las malas capturar el Estado). Su lógica es la del tejido que se expande, que va produciendo capacidad colectiva para gobernar aspectos distintos y a la vez entremezclados en la vida colectiva común: espacios de producción y distribución, generación de tecnologías, de educación, cultura, defensa. Cada uno de ellos constituye un tejido particular que a su vez se centraliza y articula con el resto dentro del espacio de conexión que estamos llamando “Gobierno Popular”.
-Y un cuarto punto que desarrollaremos mejor en la segunda parte de este artículo, tiene que ver con el Gobierno Popular como acontecimiento y como proceso. Es decir, no se trata de prefigurar una espacie de modelo a priori de Gobierno Popular. La revolución es siempre un impredecible que acontece o no. Apostamos a que la revolución “por fuera del Estado” aunque formalmente suceda dentro de un espacio de gobierno estatal determinado, en este caso el estado nacional venezolano, comience a ser un hecho siguiendo los horizontes autogobernantes planteados desde la misma revolución bolivariana. Es un acontecimiento confrontado y a la vez distante de todos estos aparatos sobre el cual es imprescindible comenzar a trabajar conjuntamente, dado el desastre que han generado “los de arriba”.