La destrucción de un país

Quizás esta sea una frase repetida, pero absolutamente cierta dentro de la realidad que vivimos. Este es un país destruido, circunstancia muy rara dentro de una nación llena de riquezas que para cualquier otro sería una pena sin ninguna razón de ser. ¿Quién puede justificar algo así? La única manera es ver el problema de las políticas destructivas del gobierno y la forma en que aquí se ha gobernado. No es solo corrupción, se trata de la descomposición del entorno político gobernante, fenómeno que se repite por el mundo.

La destrucción de un país comienza con dos factores determinantes. Primero es su propio pueblo: de su determinación e inteligencia siempre organizada depende su capacidad de resistencia ante los atracos y bestialidades del poder constituido en sistema de explotación, en nuestro caso de manera bárbara. Si a ver vamos, esto no es el fruto simplemente de una mala gestión, es la gestión misma convertida en una mafia de poder, de la cual muchos no nos dimos cuenta en un principio o a la hora de tomar algún nivel de conciencia de ello era demasiado tarde: la destrucción había tomado forma y sujeto.

Ahora, ¿de qué se trata la destrucción de un país y con ello la soberanía de un pueblo propiamente? Es la destrucción de buena parte de su misma creación. Todo cuanto podamos llamar país no es más que la construcción de una comunidad que construye su propia identidad y su mismo destino, pero para ello es necesario que esta construcción se transforme en palabra creadora, su música, su literatura y cualquier cosa productiva, empezando por sus fuentes alimentarias hasta su fuerza productiva, principalmente su tecnología.

La razón por la cual hablamos de la destrucción de un pueblo o país no se trata de un juego intelectual. El problema está en que efectivamente vivimos un momento en donde la destrucción de un pueblo se ha convertido en una norma mundial mediada por un sinfín de guerras y violencias internas que son lo más cercano al terrorismo de Estado. Desde el Medio Oriente, África y ahora nuestro turno como lo que somos: un país destruido bajo una amenaza directa y absolutamente cercana de los EE. UU. No podíamos estar en peor situación, sin alternativas de ningún tipo a corto y mediano plazo, a menos que suceda el milagro del abandono voluntario del poder por parte de los actuales gobernantes y responsables absolutos de la condición de destrucción que vivimos.



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Roland Denis

Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012).

 jansamcar@gmail.com

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