Alquimia política

La duda como necesidad metódica

Vuelvo a René Descartes (1596-1650), un francés muy peculiar del siglo XVII, porque aprecio la necesidad de volver a Descartes para redefinir los criterios metodológicos de las ciencias sociales. Descartes creía poseer, más motivos de duda que de certeza; investigó desde la perspectiva de descubrir un mundo que se apoyara en la objetividad, en caso contrario, al menos que pueda extraer de ese mundo cierto grado de certeza de que no hay en absoluto ninguna verdad. El método que propone aplicar se basa en la duda, de modo que considera falso todo aquello en lo que se encuentre el menor motivo de duda; Descartes se convierta en un escéptico y trata la llamada "duda metódica" (también conocida como "hiperbólica") que le conducirá a un dogmatismo absoluto. Hay varios estudios, en traducción española, que profundizan ampliamente el pensamiento cartesiano; el de Martial Gueroult (1891-1976), filósofo e historiador francés, titulado “Descartes según el Orden y las Razones”, que la editorial Monte Ávila publicara en 1995, una traducción de Francisco Bravo, es quizás uno de los trabajos más completos que ahonda el punto de vista cartesiano.

Gueroult dice que Descartes consideraba el conocimiento, para ser tomado como verdadero, desde una perspectiva de la certeza, significando con ello una especie de seguridad en la verdad del conocimiento. Un ejemplo de esta manera de ver la realidad, es cuando abstraemos una verdad absoluta, en el caso de las matemáticas, como la proposición 2 + 2 = 4; pues bien, Descartes exigiría ante tal afirmación, además que estemos seguros de la verdad de esa proposición para poder considerarla como un conocimiento verdadero, que su certeza viene a significar, la seguridad en la verdad de nuestros conocimientos, por consiguiente, la menor sombra de duda hará desaparecer esa certeza y Descartes considerará necesario asimilar dicho conocimiento a un conocimiento falso. Habrá que examinar si lo que hemos tomado hasta ahora por conocimientos verdaderos poseen o no esa característica, y pueden o no ser sometidos a duda. No será necesario examinarlos todos; basta examinar los principios en que se fundan y, del mismo modo que un edificio se derrumba si fallan sus cimientos, el edificio del saber se derrumbará si los principios en que se funda resultaran ser dudosos. En la abstracción y proposición real de que 2 + 2 = 4, parte de la consideración de que existen, por agregación, la sumatoria exacta de dos elementos X con dos elementos X; pero en el ámbito del conocimiento moderno la agregación de elementos no necesariamente dará 4, puede suponer que en la unidad de dos se pueden dar otros elementos por diversas circunstancias, y ante esa posibilidad, desde la postura cartesiana, la proposición 2 + 2 = 4, no sería verdadera, sino condicionada. He aquí un argumento válido a la postura de Descartes.

Ahora bien, Descartes destaca los motivos de duda que pueden afectar el conocimiento; según él los sentidos se presentan como la principal fuente de nuestros conocimientos; constató que los sentidos engañan, como cuando introduzco un palo en el agua y parece quebrado, o cuando una torre me parece redonda en la lejanía y al acercarme observo que era cuadrada, y situaciones semejante; Descartes dudaba de todo lo que percibo por los sentidos, ya que parece que son evidentes pero no hay la seguridad de que sean ciertos en la sensibilidad de lo que creemos real o verdadero; aun así, expresa Descartes, los conocimientos como los conocimientos matemáticos, tiende a ser difíciles de objetar, desde el plano abstracto, pero en otros planos es potencialmente cuestionable estas proposiciones. Sin embargo Descartes plantea la posibilidad de que el mismo Dios que me he creado me haya podido crear de tal manera que cuando juzgo que 2+2 = 4, de hecho permite que a veces se equivoque uno en la abstracción, por lo que podría permitir que haya una equivocación siempre, incluso cuando se juzga de verdades tan "evidentes" como la verdades matemáticas. Descartes plantea otra opción: la de que exista un genio malvado que esté interviniendo siempre en mis operaciones mentales de tal forma que haga que tome constantemente lo falso por verdadero, de modo que siempre me engañe. En este caso, dado que uno no tiene la posibilidad de identificarlo y controlarlo, puesto que realmente engaña, a veces, se considera que todos los conocimientos son dudosos, así que la duda ha de extenderse también a todos los conocimientos que no parecen derivar de la experiencia. La duda progresa, esgrime Descartes, puesto que de lo sensible a lo inteligible, abarcando la totalidad de mis conocimientos; Descartes dice: “…debo dudar de todos los conocimientos que proceden de los sentidos, sino también de aquellos que no parecen proceder de los sentidos, ya que soy incapaz de eliminar la incertidumbre que los rodea...”

En otro trabajo valioso (de Diego Morillo-Velarde, “René Descartes: De ómnibus dubitandum”), la duda es algo inaceptable, lo más contrario a la verdad; a pesar de las semejanzas, no se puede decir que sean anticipaciones; pero es una duda contra la certeza mal fundamentada que lleva a una certeza bien asentada.



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Ramón Eduardo Azocar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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