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La elecciones universitarias de la Universidad de Carabobo

Por supuesto que la convocatoria de elecciones de autoridades universitarias en la Universidad de Carabobo, es necesaria, pertinente e interesante. Eso se cae de la mata porque la fruta se pudre en la rama. Como todo el mundo sabía y deploraba, los períodos estaban vencidos hace años debido a un forcejeo sin sentido acerca de la composición del claustro universitario, establecido en la Ley Orgánica de Educación. De modo que esas elecciones son necesarias para restablecer la legitimidad que supone ser una institución que se dice democrática. Pertinentes, porque contribuyen al objetivo de la recuperación de la vida de una institución necesaria para el país. Interesantes, porque en esas elecciones se expresará, mal que bien, qué ha quedado, qué puede haber, en fin, representará un balance de más de una década que no dudo en calificar de perdida.

Hay que decirlo. La responsabilidad de este retraso en el funcionamiento de la institución es, tanto del gobierno, por su estilo autoritario de imponer "a la macha" un cambio que iba contra las costumbres de la comunidad universitaria (el voto de empleados y obreros), como de los dirigentes universitarios que, con una terquedad ligada al extremismo opositor, no quisieron siquiera discutir o considerar seriamente esta innovación que tiene antecedentes internacionales y no afectaba significativamente la "esencia" de la universidad. La polarización política, el ambiente de confrontación total, la tendencia al autoritarismo oficial, los graves errores de la dirigencia universitaria (de toda), todos ellos son factores que conllevaron a la actual situación lamentable.

Varias situaciones incidieron, con su dura realidad, para que al fin las autoridades universitarias, no solo de la UC, sino de prácticamente todas las universidades autónomas, llegaran a un acuerdo con el gobierno para, por lo menos, reactivar una práctica que debiera ser usual en ellas: la elección de sus autoridades. En primer lugar, la derrota indiscutible de una política de confrontación, que en momentos llegó casi a la insurrección, a la cual fue arrastrada la institución por el compromiso de sus autoridades con una actitud de simple descarga emocional de frustraciones, reñida con el pensamiento racional que debiera guiar las actuaciones de los supuestos académicos. En segundo lugar, el deterioro evidente de la planta física de la institución que obligaba a acuerdos para, por lo menos, evitar que los edificios de los campus llegaran a ser como ruinas de la civilización maya, cubierta por la selva. En tercer lugar, la caída bestial de los ingresos de los universitarios que desvalorizó la carrera académica y golpeó hasta a las autoridades que tradujeron sus necesidades específicas en el odioso acuerdo de mantenerse al frente de las instituciones, negociando unas conocidas "primas especiales" que indignaron a no pocos universitarios. Cuarto: el éxodo de personal docente hacia el exterior, así como la caída de la matrícula, exacerbada por la suspensión de actividades causada por la pandemia del COVID 19.

Como resultado tenemos el presente: acuerdos con el gobierno nacional y regional para recuperar en algo los espacios físicos y la aprobación de un "Estatuto electoral" que implica la conciliación con una norma legal que incorpora al claustro elector a empleados y obreros. No se perdía nada con esa reforma; más bien se ganaba legitimidad. Por supuesto, el cálculo sectario y un poco estúpido de algunos personeros del gobierno era que, dándole esos derechos a los empleados y obreros, cambiaría la correlación de fuerzas, y habría más votos oficialistas. Eso nunca fue verdad. El problema estuvo, y está, en otra parte.

El beneficio de la convocatoria a elecciones universitarias ya se constató en la Universidad Central de Venezuela. Se "refrescaron" las caras de las autoridades. Se plantea un nuevo estilo de relación con el gobierno en términos de respeto y dignidad. Hubo una importante participación, que muestra un sentimiento que activa la institución. Lo mismo debiera esperarse de los comicios de la UC, de la LUZ, etc. Claro, con el plomo en el ala de unos pésimos convenios salariales suscritos por el gobierno con sus "gremios" títeres (en la UC, los del FITUC; una docena de individuos que pretenden representar a todos los gremios), un presupuesto universitario que no alcanza para nada, ni siquiera para dar un pago digno a sus docentes y detener su éxodo, mucho menos para financiar lo que es esencial de las Casas de Estudio: la investigación científica, la producción de conocimientos. Un verdadero maltrato de un gobierno que no entiende (nunca entendió) la importancia de la ciencia y la tecnología en el desarrollo de un país. Tampoco hay presupuesto para el bienestar estudiantil. La Universidad perdió lo poquito que le quedaba de autonomía, cuando el pago de las remuneraciones de sus trabajadores, pasó al "sistema Patria". De modo que el saldo, hecho aquí de manera muy sumaria, es de pura pérdida.

Se han perdido casi dos décadas. Aunque no totalmente. La primera década de este siglo se produjo en la Universidad de Carabobo un avance de algunos indicadores académicos: surgieron varios doctorados (Ciencias Sociales, Enfermería, Ingeniería, Ciencias Médicas, reactivación del de Ciencias de la Educación), aparecieron revistas científicas. Con algunos financiamientos de la "misión Ciencia", el ambiente académico parecía mejorar. Igual que con los pagos de las deudas históricas con los universitarios que se hicieron en los primeros años del gobierno de Chávez. Hubo un "refrescamiento" en la directiva de la APUC, por ejemplo, cuando se recuperaron las funciones más apropiadas a un gremio profesoral después de las desviaciones ultraizquierdistas de años anteriores. Después de la "despartidización" del movimiento estudiantil en el año 1987 (con la "simpática" intervención de las bandas armadas de AD), que parecía ser muy prometedor, el movimiento estudiantil se desvió hacia la negociación de cargos con los aspirantes a autoridades, y una conducción "pragmática" (con el perdón de William James, John Dewey y Charles S. Pierce). Las autoridades universitarias (y parte importante de la comunidad; hay que reconocerlo) se dejaron llevar, irresponsablemente, por la onda extremista de la oposición, lo cual llevó a empatucar la institución en una confrontación en la cual se perdió casi todo.

Ya se mencionan candidatos. La primera impresión es que son caras ya conocidas (tal vez, demasiado). Un colega bromeaba acerca de que las esperanzas de renovación, viene de caras "muy viejas", muy asociadas con anteriores experiencias de otro tiempo. Se habla (¿cuándo no?) de "recuperar la universidad". Se entiende: la Universidad se halla en tal estado, que solo cabe recuperación: de plata física, de personal, de estudiantes. Lo "nuevo" es que la mano del Gobernador está metida, ahora sí, como factor político adicional, y no necesariamente del grupito de creyentes que todavía defiende al gobierno.

En todo caso, hay que celebrar que se hallan convocado las elecciones universitarias. Es una nueva oportunidad. Se trata de volver a comenzar desde un punto anterior al cero: recuperar así sea un poquito de autonomía, luchar por presupuesto, detener el éxodo profesoral y la baja de la matrícula estudiantil, retomar las actividades académicas y de investigación (¿quién financia?), tratar de avanzar en caminos en los que se está muy atrasados incluso en comparación con otras universidades nacionales (por ejemplo: el uso de las TIC -la red y los sistemas de la UC están hoy colapsados-), la internacionalización de los programas de postgrado, la vinculación con los problemas de la comunidad y con los llamados "sectores productivos"). Definitivamente, hay que negociar con el gobierno regional el tema del mantenimiento y de la seguridad. Hay que retomar la relación con el gobierno, no sin exigir respeto.

Una cosa sí es segura: la recuperación de la Universidad tiene una relación interdependiente con la recuperación del país, que también se halla en un estado lamentable. Para ello, se requieren cambios. No hay que olvidar que una de las misiones universitarias es aportar al desarrollo de la nación. La Universidad debe participar en ellos de manera inteligente, autónoma, apropiada, aprendiendo de los graves errores del pasado, superando la pantallería, la politiquería y el excesivo ego de muchos de los ya conocidos dirigentes universitarios que se les nota mucho que utilizan la institución como palestra para otros cargos.



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Jesús Puerta


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