Maduro y Diosdado Cabello acaban de afirmar que en Venezuela estamos en una transición "hacia el Estado Comunal" o "hacia el socialismo" (hacía tiempo que no mencionaban esa palabra). Los seguidores de MCM hablan todo el tiempo de cómo será la transición desde y después de Maduro. Hay propuestas concretas de esa transición hacia la restitución de la Constitución por arte de la Alianza Soberanía y Democracia. Varios periodistas, políticos y académicos hablan insistentemente de una transición con base en el diálogo y la negociación entre factores políticos antagónicos, en especial, con la camarilla gobernante. Hasta el presidente de Colombia, Gustavo Petro ha hablado de un "gobierno de transición". Obviamente, no están hablando de lo mismo.
La transición de la que hablan Maduro, Diosdado, Padrino y demás elenco, ya viene desde hace tiempo, más allá de documentos propagandísticos recientes como las "7T" o las "Oficinas de gobierno popular" que, para mí, son simple demagogia con un lenguaje estereotipadamente "heroico". Un antecedente importante serían las llamadas "Leyes del Poder Popular" que incluían la de la conformación de las llevadas y traídas "Comunas". Hay una ley Orgánica de Comunas, de hecho. Todos esos instrumentos jurídicos aplicaban elementos importantes de la Reforma Constitucional que Chávez propuso en 2007 y que entonces fue rechazada por el voto popular.
Pero también hubo la "Constituyente" convocada por Maduro en 2017, cuyo objetivo, según su convocante, era lograr la "paz", y que aprobó unas llamadas "Leyes Constitucionales" que iban más allá de, o sea, violaban, la Constitución de 1999, formalmente vigente. La denominada "Ley antibloqueo", aún vigente, autoriza al Presidente a suscribir contratos que comprometen sectores claves como el petróleo, prácticamente en secreto, como efectivamente se ha venido haciendo, violando, entre otras, disposiciones de la Ley de Hidrocarburos, la cual es orgánica, es decir, de una jerarquía solo inferior a la propia Constitución que, según la pirámide de Kelsen, es la ley de todas las leyes.
Así mismo, se han aprobado leyes que coartan las garantías constitucionales de libre expresión, organización y movilización, tales como la del "Odio", la que lleva el nombre de Bolívar para ir contra la libertad por la que él luchó; la ley de las ZEE, la del Arco Minero, etc. Además, el Estado se funde con la policía, las Fuerzas Armadas y el Partido hegemónico, una estructura jerárquica piramidal, antidemocrática, interviniendo todas las supuestas organizaciones de base local. En la misma onda se impulsan "constituyentes" (la sindical, la universitaria, etc.) para aplastar las organizaciones autónomas de las masas y la sociedad civil, con el control del aparato político-represor partidista único.
De tal manera que esa "transición" hacia un Estado Totalitario ya está en marcha y, posiblemente, tenga su culminación en la aprobación írrita (tal vez por la vía de todas esas "constituyentes") de una nueva Constitución que acabe, formalmente porque de facto ya se ha hecho, con el voto universal, directo y secreto de las autoridades, siendo sustituida la ciudadanía por los núcleos organizados de militantes del régimen, alias "Comunas", como decía aquel proyecto rechazado de 2007. Se marcha entonces hacia un Estado corporativista, estilo Mussolini o Franco, con sindicatos y gremios intervenidos desde arriba, sin elección universal, directa y secreta, un partido hegemónico o único, un totalitarismo tropical, capitalismo, con rasgos neoliberales, antiobreros y entreguistas, con oportunismo geopolítico. Eso de comunal es una promesa demagógica visto el control partidista de los organismos de base. Además, desaparecerían todas las distinciones entre organización de la sociedad y la del Estado/partido. Ya, de hecho, han desaparecido cosas tan básicas como el salario, las libertades públicas, y, si vamos a hablar de soberanía, ahí están los ofrecimientos especiales hechas por Maduro en sus conversaciones con Trump, referidas al petróleo y demás riquezas nacionales. Ni hablar de los coqueteos y beneficios ofrecidos a los nuevos burgueses que son compadres de los jefes.
Varios políticos, periodistas e intelectuales hablan de una transición centrada en lo que llaman un "Pacto de Convivencia Política", según el cual se perdonarían todos los delitos de lesa humanidad y de corrupción cometidos, dejándole el control de las armas a los mismos sujetos de hoy en día, a cambio de una "transición pacífica" cuyos rasgos aluden vagamente a la Constitución, porque se habla de amnistía general de los presos políticos (buena idea, sea dicho de paso) y hasta de unas nuevas elecciones generales, con un "árbitro imparcial" (se entiende que no el actual CNE) y observación internacional.
Este mismo sector habla de una "Unidad Nacional" para defender la soberanía nacional de una eventual intervención norteamericana, en la cual se reconozca a Maduro como presidente y se negocie con él y su equipo esa "transición". Como modelos de ella se mencionan los casos del Chile de Pinochet que llegó a la democracia actual, el del franquismo en España, y hasta el de Polonia, cuando el movimiento "Solidaridad". Vale decir que los presidentes Petro y Lula han manifestado su acuerdo con algunos puntos de esta idea de una transición negociada, con nuevas elecciones y cesión del poder de las armas a sus posesores actuales, aunque los dos presidentes no han reconocido el supuesto triunfo fraudulento de Maduro en las elecciones del 28 de julio y han exigido la revisión de las actas correspondientes, demandas que los partidarios a ultranza de la negociación aquí, no mencionan como parte del diálogo, al parecer porque tampoco les gustaron los resultados de esos comicios. De allí ese lenguaje de asesor leal, de recomendaciones que eviten cosas "contraproducentes" como la permanencia de la represión selectiva de los sectores más críticos, la dolencia de Macario González después de una temporada en el infierno o la muerte de Alfredo Díaz. Hasta se ha propuesto un "cogobierno" con el sector moderado, que formaría una comisión asesora de buena voluntad ara guiar a Maduro y evitar que cometa tantas acciones "contraproducentes". El problema es que esta gente no quiere dialogar mucho y solo les permite una supervivencia declarativa a los moderados. Por eso hay que explicarle a cada rato lo mismo. Y demostrar que se está contra los "extremistas".
Como Maduro habló de "transición al socialismo", cabe referirnos un poco a la noción de transición que manejaron Marx y Engels. Ellos describieron, en términos muy pero muy generales, a la transición desde una sociedad capitalista, con explotación del trabajo asalariado, con propiedad privada sobre los medios de producción, con un Estado de clase, hasta una sociedad comunista, con trabajadores asociados dirigiendo democráticamente la sociedad, sin clases y sin Estado. Esas ideas se consiguen en varios textos de esos autores, por ejemplo, en "Critica al Programa de Gotha", "La lucha de clases en Francia", y otros. Esa transición de un modo de producción a otro, sería dirigido democráticamente por los trabajadores, basándose en unas fuerzas productivas desarrolladas al máximo, hasta lograr una prosperidad tal que se hiciera posible recibir, de cada quien según sus capacidades, y dar a cada cual según sus necesidades.
Hubo intentos de aplicar este programa de transición durante todo el siglo XX, pero, en general, fracasaron. Las causas de ello ameritan una larguísima discusión que todavía continúa, y que no vamos a resumir en los estrechos marcos de este artículo. En todo caso, lo más notable de esas experiencias son lo siguiente: a) la sustitución ilícita del proletariado y el pueblo por un Partido férreamente disciplinado, sustituido a su vez por un Gran Hermano, que se asume como única vanguardia, y que se convierte en una burocracia con intereses propios, y luego, en una nueva élite o nuevos burgueses, devolviéndose al capitalismo; b) una modernización forzada de la economía con un inmenso costo humano (muertos, aplastamiento de las libertades, negación del pensamiento crítico o disidente), solo para volver, después del desastre, a los métodos capitalistas para hacer avanzar las fuerzas productivas; c) la subordinación de la sociedad a un plan de dominación militarizado.
Incluso hubo promesas, basadas en teorías, como la de la dependencia, que ofrecían a las naciones subordinadas una "liberación nacional" condicionada a un "socialismo" que, a la postre, resultó ser la dependencia más extrema a una nueva potencia. Por supuesto, me refiero a la experiencia cubana. En fin, una nación terriblemente empobrecida, dependiente de la URSS, sometida a una élite político-militar, sin libertad ni pan, mucho menos electricidad.
La otra transición es la que plantea, grosso modo, la Alianza Soberanía y Democracia, por ejemplo, desde este régimen de facto, a la recuperación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, todo un programa con sus garantías de libertades democráticas y derechos sociales, con instituciones de participación popular claras y efectivas. Para llegar allí se hacen necesarias medidas: el reconocimiento de los verdaderos resultados electorales del 28 de julio de 2025, la liberación de todos los presos políticos, la anulación de todas las leyes inconstitucionales y represivas aplicadas por el régimen de facto, la anulación también de las elecciones írritas conducidas por un árbitro parcializado, repetición de las elecciones parlamentarias, regionales y locales, la relegitimación de todos los Poderes Públicos, incluido el TSJ, la Fiscalía, la Contraloría y la Defensoría del Pueblo, para que retomen las atribuciones constitucionales.
¿Es esto posible? Es necesario que sea posible. Por supuesto, es muy difícil. Ese es un programa de los venezolanos, no de las fuerzas norteamericanas que solo quieren reafirmar el poderío hemisférico de los Estados Unidos, en el marco de un nuevo reparto del mundo entre las grandes potencias. Por eso, hace falta la organización y movilización del pueblo, venciendo el miedo, combinando discreción y audacia.