Entre los votantes de Nueva York, 67% apoya a Ocupa Wall Street

Toro de Bronce de Wall Street

Toro de Bronce de Wall Street

18/10/11.-El famoso toro de Wall Street, la escultura de bronce colocada donde desemboca Broadway, en la punta sur de Manhattan, sigue encerrado detrás de barreras policiacas y una guardia de por lo menos 20 uniformados desde hace más de un mes, cuando comenzó el plantón de Ocupa Wall Street. Así, el símbolo de Wall Street permanece acorralado y bajo protección del Estado.

Uno de los símbolos de Ocupa Wall Street es la imagen de ese toro con una bailarina haciendo una pirueta sobre su cabeza. También juegan con otros símbolos: ayer en Broadway unos 30 jóvenes empujaron un becerro dorado, símbolo bíblico del culto a la avaricia, y afirmaron que expulsaban a este representante del uno por ciento más rico en nombre del 99 por ciento.

Un adolescente caminaba con su padre y al observar la escena le preguntó qué representaba el becerro. El padre respondió que es símbolo de avaricia, ídolo de un dios falso. ¿Y los manifestantes, a quiénes sirven? “A la humanidad”, dijo el padre.

A veces todo esto se parece a una corrida de toros, donde los toreadores son los manifestantes y el toro las grandes empresas financieras, los políticos que trabajan a su favor y la policía.

El Nobel de economía Paul Krugman afirmó en su columna del New York Times que Wall Street “está perdiendo su inmunidad” como resultado de esta expresión de protesta y denuncia, que ahora ya alcanza trascendencia mundial.

“Hasta hace unas semanas parecía que Wall Street efectivamente había sobornado e intimidado al sistema político, para que se olvidara que recibe pagos espléndidos mientras destruye la economía mundial. De pronto, algunas personas insistieron una vez más en abordar ese tema. Y su indignación ha encontrado resonancia en millones de estadunidenses”.

Por esto también cada vez más políticos de la cúpula se han visto obligados a abordar de alguna manera la ola de protesta impulsada por Ocupa Wall Street. Sólo en los últimos días, el presidente Barack Obama dio razón, una vez más, a los trabajadores desempleados y otros, al denunciar “los excesos de Wall Street”, y hasta se atrevió a decir que “aquellos con poder y privilegio frecuentemente condenan cualquier llamado al cambio; dirán que todo desafío a los arreglos existentes es poco sabio y desestabilizador. El doctor (Martin Luther) King entendía que paz sin justicia no es paz”.

Líderes demócratas del Congreso y estrategas políticos de Obama buscan, cuidadosamente, cómo usar esta expresión de ira para sus fines electorales. “Tenemos la intención de hacer de esto (la ira popular contra Wall Street) uno de los elementos centrales de la campaña (de reelección) el año entrante”, comentó hace poco el asesor de Obama, David Plouffe, reportó el Washington Post.

Pero para muchos esto huele más a manipulación que a convicción, ya que afirman que muchos de los asesores e importantes funcionarios del gobierno de Obama están relacionados con el sector financiero.

Otras figuras se van sumando. El ex vicepresidente Al Gore escribió que ha estado observando las protestas de Ocupa Wall Street y que “desde la economía a la crisis climática, nuestros líderes han perseguido soluciones que no están resolviendo nuestros problemas… Con la democracia en crisis, un verdadero movimiento de base que señala las fallas en nuestro sistema es el primer paso en la dirección correcta. Inclúyanme entre aquellos que apoyan y elogian al movimiento Ocupa Wall Street”.

Con creciente apoyo, y sobre todo después de las acciones en más de 82 países desplegadas el pasado sábado, hasta algunos opositores moderan sus declaraciones y aceptan que se está expresando una “frustración” popular “legítima”.

Este “¡ya basta!”, combinado con el simple consenso de “nosotros, el 99 por ciento, queremos un futuro diferente al que nos ofrece el uno por ciento más rico”, está complicando cada vez más la vida de los políticos, sobre todo los que pertenecen al uno por ciento, o que son políticos gracias a esa opulenta minoría.

Para el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, es una pesadilla, tanto por ser un prominente miembro de ese club exclusivo del uno por ciento como porque el epicentro de estas acciones está en su ciudad. Sus amenazas de expulsar el plantón, el despliegue masivo de policías en las marchas, el uso de fuerza excesiva y sus críticas personales contra una expresión que hasta la fecha no ha roto un solo vidrio en esta ciudad (aunque hay informes de un número muy reducido de enfrentamientos físicos con policía), exhiben un enorme desprecio e ira contra los que se atreven a desafiarlo.

Una pesadilla para Bloomberg

Pero la respuesta hostil del gobierno de Bloomberg ha tenido un efecto búmerang: cada vez que hay una acción represiva, brota más apoyo para Ocupa Wall Street. El alcalde ha dicho que respetará la libertad de expresión, siempre y cuando los manifestantes “respeten la ley”. Él y algunos medios han indicado que el plantón es una molestia para otros habitantes de esa zona y hay acusaciones, ecos de los sesenta, de “sexo, drogas y música” de alto volumen (tambores, más que nada) en la plaza ocupada.

Pero esta campaña negativa está fracasando y hoy hay más malas noticias para Bloomberg y quienes se quejan o critican que los manifestantes son sólo unas voces de un sector marginado. Entre los votantes en la ciudad de Nueva York, 67 por ciento dice estar de acuerdo con Ocupa Wall Street, y hasta más, 87 por ciento, defiende el derecho de los manifestantes a mantener su plantón en esa plaza si respetan la ley, según el sondeo de la Universidad Quinnipiac, reportó la agencia Reuters.

Mientras tanto, el apoyo continúa llegando de todas partes. Kilos de alimentos, medicinas, ropa, cobijas y materiales de arte, como decenas de miles de dólares, han sido donados a Ocupa Wall Street, muchas veces por anónimos. Por ejemplo, alguien en California llamó a una pizzería a la vuelta del plantón y pagó por el envío de 50 pizzas a los manifestantes.

Ahí se entregan envíos enormes y pequeños que llegan desde todas partes del país y hasta del mundo, por servicios de paquetería o por individuos que pasan para entregarlos. Un trabajador desempleado que se sumó al plantón hace un par de semanas se quejó de que ha subido de peso desde que llegó, por la abundante comida gracias a la generosidad de los que apoyan a estos toreadores.

Mientras tanto, dicen, el toro está cada vez más preocupado.


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