El golpe que viene

La Revolución no contiene trazas de quinta columna; lo que está es cundida de ladillas neoadecas quienes ponen en práctica aquel adagio mafaldiano de que un millón de pulgas no pueden detener un tren pero sí llenar de ronchas al maquinista. La Revolución está acatarrada de secreciones pitiyankees, de funcionarios trastocados en caricaturas de bati héroe con capa roja rojita para luego darse la vida de Bruce Wayne.

La Revolución está hasta los tequeteques de una cuerda de adoradores llamados “asesores de imagen”, encargados de mostrar el mejor perfil de su señor feudal para que quede bien de pinguita en vallas y avisos publicitarios pagados con recursos del Pueblo, que estarían mejor invertidos si pusieran en ellas a los vecinos que gestionaron la obra que al lord de turno le salió del forro hacer. Con fotoshop los ponen abrazados con el Líder Comandante, a quien traicionan sin rubor en sus devaneos con contratistas y testaferros de la derecha. Que burla tan asquerosa, sobre todo cuando la valla lleva el consabido “Gracias Don Safrisco Masquetú”, como una letanía de manumisos ante la venia del amo. La cuarta en acción.

La Revolución tiene un partido que le está pasando algo parecido a lo que le ocurrió a los soviets en Rusia hace un montón de años. Coño y yo formo parte de ese partido y veo cómo esta vaina se está mimetizando con los cogollos adeco copeyanos y uno habla y dice que las bases deben ser crisol de los nuevos liderazgos porque allí hay gente con un pensamiento crítico y radical fundamental para el avance. Pero en todas las elecciones internas los grupetes de los lores, que tienen la concepción de revolución en la misma parte del cuerpo que enseñaron los carajitos en la última marcha opositora, se las han arreglado para asirse de posiciones dentro del PSUV.

La Revolución está preñada de bienintencionados y faramalleros que luego de un tiempo el Pueblo mira con la misma desconfianza que tiene hacia un Ledesma, un Ramos Allup, un Pérez Vivas, un Leopoldo López y siga usted. La Revolución está familiarizada con el nepotismo de Gobernadores y Alcaldes no importa que como funcionario su consanguíneo sea todo un batracio, hiena o malparido. Añádalos como neonatos en la clases de “cuadros”, compa y el partido estará por pujar talentosos azotes que aun sin querer queriendo no les simpatiza el proceso. Pero en sus despachos no falta un cuadro del Padre de la Patria ni un planigrama del Proyecto Nacional que lleva su nombre.

La Revolución se está acostumbrando a rocambolescas brincadas de talanquera como pleitos de comadres o montada de cachos. Dimes y diretes de variado calibre sin acciones específicas ni morales ni jurídicas ni políticas. Como sucedáneo de ello, se utiliza el espacio mediático como plató para sacar los trapitos al sol, muchas veces solo porque no alcanza el dedo como sombrilla.

La Revolución tiene en este momento menos Gobernadores y Alcaldes revolucionarios que candidatos rojos rojitos antes de las últimas elecciones para esos cargos. No puede seguir bastando aquello de que se cocinen en su propio caldo, porque ese caldo se lo están dando al Pueblo y la indigestión es notoria.

He allí el sustrato del golpe que viene si no nos avispamos. Harto se ha expresado por aquí con distintos bemoles, sobre la necesidad de trasponer una encrucijada, momentun, ciclo, etapa o como carajos quieran etiquetar, so pena de descarrilamiento. La desidia, la falta de compromiso, la indolencia, la intoxicación de poder, etcétera son manifestación de un esquema cultural contra el cual el Líder Comandante nos anima a luchar todos los días pero parece que arara en un mar de orejas con tapones.

La Revolución evidencia debilidad en una variopinta ensalada de flexibilidades ideológicas, aderezadas por una derecha que promociona taimadamente la coexistencia de capitalismo y socialismo, como un chef adulón que te enseña con qué se come eso. La Revolución acusa recibo de toda esta pléyade descrita, que viene capitalizando un NEO pensamiento para que la gente crea que ser LIBERAL no es contrarrevolucionario pero sí intolerante si se exige radicalizar el proceso. A la sazón, los profetas del equilibrio y de las soluciones dialogadas hacen las veces de catalizadores del Chavismo sin Chávez.

El golpe que viene provendrá de las pústulas seudo revolucionarias que no hemos extirpado. Se parecerá mucho a aquel de la Reforma Constitucional porque será en centros de votación.

pladel@cantv.net


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Plácido R. Delgado


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