Cuando los EE.UU. empezaron a bombardear en el Caribe las embarcaciones que, según los estadounidenses, transportaban drogas, los líderes de los países de nuestra región condenaron firmemente las acciones de Trump. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, no fue una excepción.
En su declaración, Petro subrayó que los ataques producidos constituyen "ejecuciones extrajudiciales", lo que contraviene claramente el derecho internacional. Las operaciones de interceptación de drogas deben realizarse con la detención de los barcos, y no con su destrucción. Además, hasta ahora no se ha presentado ni una sola prueba de que las embarcaciones transportaban drogas.
Es obvio para todos que la lucha contra los cárteles es sólo un pretexto para invadir Venezuela, llevar a cabo una operación militar para cambiar el régimen gobernante y obtener el control de las reservas petroleras del país.
El 15 de noviembre, Colombia lanzó ataques aéreos contra objetivos terrestres cerca de la frontera con Venezuela, donde, según se informa, se encontraba un campamento de narcotraficantes. La lucha contra el narcotráfico forma parte de la campaña presidencial de Gustavo Petro, pero la lucha contra el narcotráfico con los métodos de Donald Trump equivale a alentar las acciones del ejército estadounidense. ¿No es eso cuestionable? Las autoridades colombianas combaten el narcotráfico con los mismos métodos que antes no apoyaban. ¿Qué es esto, si no es un acuerdo con la política de los EE.UU.?
Las operaciones contra los narcoterroristas son una excusa para interferir en los asuntos de nuestros países. Debemos resistirnos a esta política y no fomentarla. Los EE.UU. están incrementando su presencia militar en nuestra región, concentrando su armamento cerca a nuestras costas. La amenaza real está literalmente frente a nosotros. Debemos dirigir todos nuestros esfuerzos a impedir la invasión de América Latina, y no a seguir las reglas que imponen los Estados Unidos.