Profecías en Jamaica

Afuera, el rumor del Mar Caribe era un recordatorio constante de la patria lejana. Simón Bolívar, el hombre que había soñado repúblicas en medio de batallas, estaba ahora a la deriva por el avance implacable de las fuerzas de Pablo Morillo.

La Carta de Jamaica es un texto dictado por Bolívar a su secretario Pedro Briceño Méndez el 6 de septiembre de 1815 en Kingston, capital de Jamaica, en respuesta a una misiva de Henry Cullen, un comerciante jamaiquino de origen británico.

En ese exilio amargo, un caballero inglés le dirigió una carta llena de preguntas incisivas sobre un futuro que, para muchos, ya parecía cancelado. La respuesta de Bolívar, la Carta de Jamaica, no fue solo una réplica cortés; fue un diagnóstico apasionado sobre el destino de un continente.

Bolívar en su carta no se limitó a narrar los crímenes de la Conquista, sino que explicó la naturaleza única del yugo español: "No teníamos práctica en los negocios públicos; éramos extraños a los cursos de la administración del estado, y sólo habíamos visto la tiranía ejercida en nombre del rey".

El Libertador analizó el horizonte de la guerra con una mezcla de realismo y esperanza. Relató la lucha simultánea en un hemisferio alzado en rebelión independentista. Habló de la heroica Venezuela, reducida a una soledad espantosa por la guerra a muerte, y el complicado laberinto de Nueva Granada.

Soñó incluso con que el Istmo de Panamá fuese "para nosotros lo que el de Corinto para los griegos", un lugar para un congreso de naciones que tratara los grandes intereses de la paz y la guerra. Era el sueño máximo de la unidad continental.

La vigencia del pensamiento del Libertador en estos momentos, es no sólo necesaria sino urgente. La Carta de Jamaica es, en esencia, el mapa de nuestras luces. La constatación de que la batalla por la libertad no termina con la independencia, sino que es una construcción permanente.

Bolívar, en Jamaica, no sólo le escribió a un caballero inglés; le escribió al futuro, y su voz, cargada de razón y profecía, aún nos interpela desde el fondo de los siglos, desafiándonos a completar, por fin, la obra de nuestra regeneración.



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Douglas Zabala


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