En Venezuela solemos decir, refiriéndonos a alguien que nos luce mala persona, "ese tipo es un mal culo" o "culo malo". No importa si el trasero lo tiene blanquito, redondo, paradito o "metío". No, no es el trasero lo que cuenta, sino la calidad de persona. Trump es "un mal culo" y los hay tanto como él, quienes, por placer, andan adulándole, desde lejos y hasta pidiéndole milagros o les haga las cosas para las que ellos son definitivamente incompetentes. Y el tipo de relaciones que EEUU siempre ha querido con nosotros, es propia de un modelo de "mal culo".
Una Miss Mundo, universo y más si es Miss Venezuela, con unos glúteos hermosos, atractivos y hasta como unos imanes, pudiera ser calificada de "mal culo", depende de cómo se comporte con la gente. Y es peor quien, teniendo los glúteos caídos, "metíos" o "arrugaos", como lo tiene Trump es, además, es "un mal culo". Los viejos, por la usual sabiduría que a ellos embarga, envuelve, suelen ser modestos, nada arrogantes y buenas personas.
Trump, por su egocentrismo, indelicado uso del lenguaje, desde lejos se le percibe "mal culo", pese su vejez, por lo que es muy poco probable haya gente, en abundancia que, por placer estén dispuestos a besarle el trasero pese, el día anterior, haya comido sanamente y las tripas se hallen en descanso.
He dicho lo anterior, como inspirado en el artículo de mi amigo José Sant Roz, en el cual habla de la gente que hace cola para besarle el feo trasero al presidente de Estados Unidos. Pero hay algo ineluctable, quienes tienen poder, como "el mal culo" de Trump, pese sus nalgas sean horribles, como en efecto deben serlas, en principio por ser las de un viejo, caídas y hasta guindándoles, bamboleando de un lado a otro, como las tetas de una vaca vieja, les sobra quienes quieran besarlas, más si ellos, los dueños de esos ellas, pudieran estar en disposición de satisfacer los deseos, caprichos y ambiciones de quienes están en la cola y no porque el culo queda atrás. Y Trump, por lo menos, es el "culo", con el cual cuentan muchos para satisfacer sus íntimos placeres, como llegar a gobernar a Venezuela.
Pero yo no me preocuparía tanto por Trump, pues le veo como quien, al llegar a la Casa Blanca por segunda vez, encontrándose con un cuadro por demás complicado, frente a un tablero de ajedrez, donde la ubicación de las piezas, hablaron a sus asesores y, a él mismo, que bastante sabe de negocios y, a lo mejor, de ajedrez, de un muy mal presagio a nivel global. Entonces, si por lo "mal culo" e indigesto que le resultó aquello, comenzó a lanzar "pedos", dicho así a la española para no ser tan prosaico, pese prefiero decir, como nosotros "peos", con su culo apuntando al tablero. Las piezas comenzaron a moverse, unas cayeron al suelo y otras se desparramaron por el tablero. Lanzó no sólo "peos", bombas, en forma de aranceles hasta contra sus socios y a quienes uno, en el trajinado y, a lo mejor obsoleto diagnóstico que llevamos de aquí para allá para aplicarlo sin mirar los detalles, les tiene como sus panas burdas, aliados inamovibles. A los migrantes que llegaron a EEUU, incitados por las políticas diseñadas allá mismo, sobre todo con respecto a Venezuela para tumbar al gobierno de este país, desde los tiempos de Obama hasta ayer mismo, a quienes hasta les ofrecieron asilo político como alternativa, sin que nadie por eso les estuviese persiguiendo, optó por declararles delincuentes, integrantes de El Tren de Aragua, una banda que según eso es una multitud que se disgrega como un viento y multinacional. Y como quien disuelve una manifestación con bombas lacrimógenas, él optó por disolver la banda y expulsar sus integrantes, a base de iracundia gasífera rectal.
En medio de ese accionar, como quien borracho, excitado por algo, tira golpes a diestra y siniestra, lanza frases procaces sin importar a quien, es decir formó un "peo" de padre y señor nuestro. Y pese a esto, habrá sin duda, hasta sin taparse la nariz, quien se le acerque a besarle el trasero gaseoso.
Y ahora habrá gente, por lo menos de aquí de Venezuela, que lo hará con más gusto y hasta absorbiendo con placer aquellas inmundicias, habiendo percibido antes, que Trump, en lo inmediato, pudo haber venido hacia acá, en una actitud distinta y apretando las nalgas para que los peos no se les escapasen.
Es obvio que, cuando Trump se paró frente aquel tablero de ajedrez, puesto sobre una mesa en medio del Salón Oval de la Casa Blanca, a la que arribó por segunda vez, después que Maduro había tomado posesión como resultado de las elecciones del 28 de Julio pasado, en medio de grandes incertidumbres como para que Lula y Petro no admitiesen los resultados como válidos, eso en particular también lo motivó a tumbar el tablero y dispersar las piezas por el suelo. Se sintió tentado a pensar, ante aquel cuadro, que le daba poco aliento, por un lado, pero esperanzas por el otro, si generaba una confusión, formaba un vainero, desataba una "peorrera", una tempestad, terremoto, tsunami, maremoto, para cambiar aquel cuadro que le provocó miedo e incertidumbre. E hizo cosas que, al poco tiempo corrigió, porque sólo quiso lanzar señales, como midiendo el pulso; otras las dejó para la diplomacia de mañana y mantener vivas las esperanzas de otros que necesita para sus planes inmediatos.
Esa "peorrera" de Trump, a unos los puso a la defensiva, como los países de la OTAN y otros a la ofensiva, como China y Rusia. A unos a correr, sufrir, hallarse ante lo inesperado, más cuando soñaban que habían alcanzado la libertad, como aquel Rey, dictador, destituido por un alzamiento militar y una intensa movilización de masas, quien, al llegar a Nueva York, dice algo más o menos parecido a "al fin, he llegado a la libertad", escenas de la película "El dictador", de Chaplin.
Habrá y seguro los hay, muchos, detrás de los "peos" de Trump. Quizás hasta halla alguno o alguna, entre ellos, esperando que uno, fuerte, sonoro, salido directamente del intestino grueso, lo o la eleve, después de rebotar en el piso, por los aires, les haga aterrizar en la silla de añoran. Viento y rebote se unen y le dan más fuerza al movimiento, al impulso de una carga, más si esta es insignificante y poco pesa.
Pero si todo eso o mejor Trump, preocupa, también debería hacerlo lo que adentro genera y acontece. Si no hay que formar peos, tampoco besar traseros, aunque sean blanquitos como los Trump, si es pertinente reclamar una revisión a fondo de "cómo vamos y con quién", para que los peos, la ventolera del rabo de Trump, no genere tempestades en el mar nuestro.
Cuando, al parecer de muchos analistas, el nuevo presidente de EEUU, Trump o Harris, vendría con una nueva política frente a Venezuela, lo acontecido el 28J, al margen de la lectura que cada quien de ello tenga, dio fundamento para que el electo posteriormente presidente de EEUU, incluyera a Venezuela en la tramoya que antes había programado, más si Boric, Lula y Petro, mencionados en orden alfabético, le dieron fundamento. Y a empresas como Chevrón, se les ordenó empezar a recoger sus corotos para irse, creo que después de mayo, lo que les agarró de sorpresa, dado que, sus análisis políticos, pues ellos también los hacen y con mayor información, les indicaban, como todavía parecen indicar, que su destino era y es otro.
Entonces nuestro interés o motivo de preocupación no es el trasero de Trump, y quienes hacen cola para besárselo después de vencer la tempestad generada por los "pedos" o gases, pues es hora de adecentar el lenguaje, porque las cosas se nos están poniendo serias, sino nuestro futuro. El presidente acaba de anunciar un aumento "del ingreso integral" del trabajador, o mejor del bono indexado, que por mucho que suba, cuando suba el dólar, no evitará la disminución del salario y con ello, beneficios sustantivos como aguinaldos y vacaciones. Sé bien, que tal medida a mucha gente humilde, pero al margen del proceso productivo, lo hizo antes y lo hace ahora, eso beneficia. Pero no a factores que sí, como los del área productiva privada y del Estado, del sector servicio como docentes, enfermeras, médicos, educadores, trabajadores de la salud, de sus propias empresas y de todos estos a los jubilados. Y esto preocupa. Primero porque genera un enorme, malestar y luego descontento, en una enorme capa de la población; más sabiendo que, quienes se deleitan con las emanaciones de gas del tripero de Trump, por ese asunto de la sustitución del aumento salarial por los bonos, sienten mayor deleite y aumentan sus expectativas.
Preocupa también, porque un modelo de esa naturaleza, pudiera generar unas ciertas ventajas políticas, insustanciales, diría yo, de corto plazo, pero estar destinado o condenado a impedir el crecimiento del venezolano y de la economía toda.
Por nuestra parte, Trump puede exhibir su trasero como quiera, hasta como lo hizo Guaidó en los tiempos de las guarimbas, eso no será motivo para preocuparnos, pero si el tema salarial, el llevar a cero beneficios sustantivos como aguinaldos y vacaciones; las prestaciones sociales no "por ahora", porque estas, de hecho, están aniquiladas y borrar toda expectativa de crecimiento en el economía toda, la sociedad y entre los individuos. Y eso, aunque sea en las venideras elecciones, podría ser un ingrediente que motive una ventolera y hasta diarrea de votos en contrario o una abstención que sirva para darle fuerzas a quienes privilegian la violencia y la entrega del país.