Las figuras falsas o "por la plata, baila el perro". Recordando a Kafka y Renato Rodríguez

En la Cumaná de mi linda niñez y adolescencia, aquella de las comparsas en los tiempos de carnaval, que recorrían las calles en la tarde, después de parar hasta el día siguiente, "el juego con agua y azulillo", aquellas en las cuales destacaba Mariíta Rodríguez, las misas de aguinaldo y la romería, desde la Iglesia de San Francisco hasta Puerto Sucre, se solía usar esa frase coloquial que está en el título.

"Por la plata baila el perro". El dinero lo compra todo, suele decir la gente, pese uno bien sabe hay excepciones, como hay cosas que no se pueden comprar. ¿Cuál es la proporción? Habría que preguntarle a la "Inteligencia Artificial" y a sus algoritmos, para usar una palabra prestada, como para vestirme de lujo hoy domingo, para que nos dé respuesta a tal incógnita. Lo cierto es que, por lo que dice la vida, desde la aparición del dinero, tiene mucho de cierto; por algo, esa frase, se hizo popular y traspasó las fronteras de tiempo y espacio. Es decir, ella, la moneda, se vino desde su nacimiento hasta y se trajo toda la magia y fuerza que le dieron al nacer, medio de cambio, hasta para la conciencia.

Pero en verdad, para ser justo, no sólo la plata, que por serlo brilla, es útil, estimulante, para que la gente reluzca y aparezca en escenarios hasta ajenos. La habilidad, que según creo, imagino, sólo eso, pues me muevo en la oscuridad, el ostracismo y por ende en un muy bajo nivel intelectual, forma parte de ese constructo de la inteligencia, ahora también artificial y es por demás útil para llamar la atención, como para que a uno le inviten a cuanto sancocho hagan, pese siempre lleguemos con las manos y la cabeza vacía. Aunque en Cumana, entre los muchachos de la playa con quienes me formé, solían decir y decidir con sabiduría, al momento de planificar el sancocho para todos, "todos estamos obligados a aportar algo, aunque sea el aire de los pulmones para prender el fuego".

Uno no se cansa de ver cosas extrañas, tan extrañas, que motivan, pese lo insignificante, nos pongamos a pensar en ellas. Y no es porque las vi hoy o ayer, sino porque empezamos a verlas, a partir de cierto momento, todos los días; como si fuese el sol para quienes vivimos en la costa oriental de Venezuela.

Pero no sólo es la plata; también son las compañías y hasta los contubernios. El solitario, más si está lleno de buena fe, lo que acentúa su natural predisposición a evadirse o mantenerse en la sombra o mejor no ponerse bajo la sombra de nadie, haga lo que haga, no tendrá nunca respaldo ni eco. Todo le resultará difícil y hasta inalcanzable. Pues, por solitario, a nadie sirve.

Cuando pienso en esto, recuerdo a dos figuras muy significativas para mí, Frank Kafka y Renato Rodríguez. Y conste, lo admito, es como una obsesión que anido. La historia de Kafka es por demás conocida, como que dejó toda su inmensa obra sin editar, lo que fue posible póstumamente, por la participación de su amigo Max Brod. Murió sin que el gran público supiese de su existencia y particularmente de su enorme aporte a la literatura mundial. Tanto es así que, hasta el régimen checo, dentro de la URSS, optó por reconocerle y hacer de su casa un museo, por la exaltación que Jean Paul Sartre, ya premio Nobel, hizo de Kafka en un discurso dado en Praga, donde estuvo invitado. Ni las autoridades checas, sabían del personaje, autor de obras tan trascendentes como "La metamorfosis", "El Proceso y América".

En el caso de Renato Rodríguez, mi asombro aumenta, por ejemplo, cuando pregunto a Google, ¿En qué año se editó por primera vez "Al sur del equanil"? El buscador, en el primer intento, habiendo preguntado de otra manera, una simple forma, no me dio respuesta. Es más, no mencionó siquiera a su autor; como si la pregunta estuviera mal formulada y para saber sobre Renato hay que dar datos muy precisos.

Pero no es eso lo fundamental, pues sabía que, en la década del sesenta del siglo pasado, "Al sur del equanil", había sido editada, tengo una edición, pero del año 2000 y tantos; en el 2006, al fin, a su autor, se le dio el premio nacional de narrativa y, aunque tuvo una producción literaria cuantiosa, pesó mucho, esa novela, como "premonitoria", dicho por lo que comentaré más adelante.

Los intelectuales venezolanos, incluyendo aquella como vanguardia que era "El techo de la ballena", no le dieron ningún valor; tanto que, entre los entonces jóvenes como yo, circuló en demasía, una opinión cuasi oficial, hasta negativa de aquella novela, por lo que opté por no leerla. Porque así actúan los inmaduros, alienados y por ende sujetos al mando, carentes de espíritu crítico. Pero como dice alguien, haciéndose eco de Orlando Araujo "Ciertamente, Renato Rodríguez se adelanta en más de una década a esa literatura desenfadada, fresca, irreverente y exquisitamente informal que (in)surge hacia aproximadamente 1968". Quizás, por haberse "adelantado", no fue comprendido ni aceptado, hasta por el mismo Araujo. No obstante, yo, "dentro de mi ignorancia", pienso que, por eso mismo, optaron por ignorarlo o mejor ocultarlo; pues no formaba parte de ninguno de los grupos literarios de entonces y de escuela. Y a estos les ponía como "contra la pared".

No obstante, pese reconozco, no tengo fundamentos sustantivos, me place que Orlando Araujo, haya hecho tal afirmación con posterioridad, pues ya en los inicios de la década del sesenta del siglo pasado, intelectuales de vanguardia, como él mismo, como ya dije, no sólo ignoraron a Renato y su obra, sino que dieron versiones poco estimulantes. Si releemos el texto acreditado a Orlando Araujo, sólo dice que Renato se adelantó, "a esa literatura desenfadada, fresca, irreverente", pero no le concede el mérito de haber sido propulsor de una nueva narrativa. Me suena como que, su obra y la posterior, no tuvieron conexión directa, como que la nueva no nació influida por el trabajo del narrador margariteño.

Y es que pese, soy un admirador del trabajo literario y de historia de la economía de Orlando Araujo, no olvido que formó parte del "Techo de la ballena", de la década del 60 y en este grupo, como ya dije, no había una opinión favorable a "El sur del equanil" y su autor, más cuando este no formaba parte del mismo y todavía llevaba una vida trashumante en el exterior. Es posible, dada esa vida de "viandante", de Renato, quien tampoco estuvo ligado a las luchas de su generación dentro de Venezuela, por lo que aquí, por lo menos fue un solitario, eso haya influido para que lo ignorasen o le diesen poco valor. Su narrativa no estaba dentro de los parámetros de aquellos grupos y él era ajeno a todos.

Como he dicho antes, leí "Al sur de equanil", en los primeros años del siglo XXI. Más de cincuenta años después de haber oído hablar de esa obra de boca de compañeros, como el poeta José Manuel Mérida, que la había leído. La valoración y hasta el silencio de los intelectuales de aquel tiempo, incluyendo los medios como El Nacional, sobre la obra de Renato, influyó en mí y quizás en muchos, para que no lo leyéramos. Pero cuando leí aquel libro, me juzgué mal por haber incurrido en tal inducido proceder; y por eso, para expiar mi culpa, en un muy breve tiempo, leí todo lo de Renato que tuve a mi alcance y, todavía, de vez en cuando le leo. Y ahora pienso que fue uno de los mejores narradores de la literatura venezolana y está entre mis preferidos. Renato pagó la culpa de ser un solitario; tanto que, según leo en un texto, todavía cuesta hallar una de sus trabajos; no lo han vuelto a editar desde el 2000 y tantos.

Por lo atinente a Kafka, un solitario que además se negó a publicar en vida su obra, pero más por lo de Renato y la suya, empezando por "Al sur del equanil", uno sabe que los solitarios, además sin plata, por mucho que griten, nadie los oye.

Uno se asombra como hay personajes, por ejemplo, "analistas políticos", sin nada en la bola, lo que implica talento, cultura y densidad, sino informaciones insustanciales y manifestaciones de deseos de poca monta, ideologizantes y propagandistas solamente, a quienes por demás se les toma tanto en cuenta y hasta exhibe. Y asombra más, cuando tampoco son voceros de ningún sector o bastión político, cultural de mucho peso o significación. Y después de asombrarse, uno comienza a preguntarse, "¿cómo se come eso?", "¿a qué se debe tanta atención?". Y después de darle vueltas y vueltas a la cabeza y dentro de ella la interrogante, me pregunto, con aquel refrán, pero con mayor asombró ¿será que dónde uno menos piensa, "el perro baila por la plata"?

Hay personajes que no pueden volverse buenos narradores como Renato o sensatos y profundos analistas, mediante la plata y la adulancia, pero si ganar público, espacios inexplicables, oyentes y lectores. Lo logran sumando amigos y comprando espacios. Pues hay quienes venden y se venden; me sirves y te sirvo.

A quien le caiga la chupa que se quede con ella, como también decíamos en Cumaná.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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