Autocrítica a fondo o se destruye la “revolución”

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No basta con hablar, hablar y hablar. No basta con esgrimir que el PSUV es la primera fuerza política del país. No basta con un mea culpa de la dirigencia del PSUV. No basta con continuar llenado el Poliedro para que la vanguardia grite y aplauda las consignas del presidente Nicolás Maduro. No basta con seguir pasando videos del Comandante Supremo Hugo Chávez. No basta con las concentraciones que haga la vanguardia frente al Palacio de Miraflores. No basta con seguir hablando de "pelucones", del "majunche lechero" o del "monstruo de Ramo Verde". Esas frases son infelices y carentes de creatividad. Mantenerlas es potenciar a quienes van dirigidas. Y en todo caso, tendrían "aceptación" en un programa como la Hojilla. Pero no en la boca de quien es presidente de la República Bolivariana de Venezuela. En fin, hace falta una férrea voluntad para ir al meollo de la cuestión para poder rectificar y avanzar.

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No basta realizar enroques en el gabinete ministerial. Porque aquí o allá, seguirán siendo los mismos. Cometiendo los mismos errores, generando la misma burocracia, la misma ineficiencia y la misma corrupción. No basta con radicalizar el verbo de Diosdado Cabello o el presidente Maduro. No, por favor. Allí no está la solución de este caos.

Como no está tampoco en seguir ofreciendo dádivas al pueblo. Ese es uno de los grandes errores que debe corregir la cúpula del PSUV y del gobierno. La crisis generada por el latigazo recibido el 6D requiere de una autocrítica a fondo. Así como lo digo. A fondo. Donde salgan a la luz pública la idiotez de los expertos en ganar elecciones. Donde salgan medidas drásticas contra la corrupción, la impunidad y camaleonismo. Donde salgan lineamientos serios para quienes dirijan al PSUV. ¡Urge una meneada de mata en el gobierno y el partido!

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Durante el mandato de Hugo Chávez, él hablaba insistentemente acerca de la autocrítica como un método de aceptar los errores, corregirlos y avanzar… Pero eso nunca se hizo en su mandato. Nunca se atacó a fondo la corrupción y nunca hubo cambio serio en el gabinete ministerial. Se conformaba con quitar a éste de aquí y ponerlo allá. Y así se inicio una burocracia hambrienta de poder, de dinero y prebendas. Cuando era imposible de ocultar la ineficiencia y el robo, entonces se producía una ausencia cómplice de éste o aquel ministro o aquel general. Y "guillaítos" se marcharon para Europa a vivir cómodamente. Y así ha sido en el mandato de Nicolás Maduro.

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En una verdadera revolución están reñidas la impunidad y la complicidad. Una revolución que se califique como tal no permite el robo descarado, en la cara del presidente, sin que caiga sobre los ladrones un castigo ejemplar. El ex presidente de Cuba, Fidel Castro, ante estudiantes cubanos dijo hace años que había que rectificar los errores para la revolución cubana siquiera viva… "Entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o alguien sabía de cómo se construye el socialismo…". En Venezuela abundan los "expertos" y "sabiondos" sobre el socialismo del Siglo XXI, y además, saben cómo se construye. Pero ese castillo de mentiras se derrumbó el 6D. Mal quedaron estos sesudos.

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Hugo Chávez hablaba mucho de la crítica y la autocrítica. Una vez dijo que "…La autocrítica debe ser para revisar, para rectificar y para reimpulsar la revolución por dentro de ella misma". Esta frase es cierta. Pero en su mandato nunca se hizo una verdadera autocrítica. Ahora, después del Tsumani, es necesaria. Es conveniente y se requiera para mantener viva la esperanza de una verdadera revolución. He oído que se está hablando de una "ofensiva revolucionaria". ¡Cuidado, mucho cuidado! De los apuros no queda nada bueno. Cuidado con alborotar el método de las expropiaciones o confiscaciones. Lo que arrojó ese acto de Hugo Chávez, no fue nada bueno. "Quien tenga ojos que vea, y quien tenga oídos que oiga. Los resultados están a la vista. Toda medida tomada apresurada, bajo ráfagas emocionales no conduce a nada bueno. Todo lo contrario. En fin, si se quiere preservar el proceso, se requiere fuerza de voluntad en quienes tienen en su mano su conducción. Se requiere que los lineamientos emanen del cerebro y no de las vísceras. Pero también se requiere una dosis de cojones…

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Conclusiones: una revolución es más que gritos destemplados. Es más que concentraciones acá y allá. Es más que las ofertas de esto y aquello. Es más que las promesas sobre la eminente derrota de la "guerra económica". Se conoce, históricamente a una revolución, como un proceso dinámico que avanza mientras va derrumbando las estructuras podridas del capitalismo. Se conoce por los cambios que genera en donde haya que cambiar. Se conoce porque se mueve dentro un escenario de libertad plena, donde se trata a los demás como verdaderos seres humanos. Una revolución es emancipadora, a través del esfuerzo de cada hombre y cada mujer por sí mismos y con sus propios recursos. Se caracteriza por no tener contemplaciones con los enemigos del proceso, sean los de adentro o los de afuera. Una revolución, conducida por verdaderos revolucionaros, se nutre de valores nuevos… Con una moral y ética nueva, donde no tiene cabida la corrupción so pena de ser castigada drásticamente. Como no tendrán cabida los viejos vicios del sistema capitalista. En fin, una revolución se construye con la fuerza creadora del pueblo, lo que evita que se desarrolle con grietas por donde se pueda colar la contrarrevolución… ¡Volveré!



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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