Neoliberalismo, Caracazo, Chávez, Maduro y Guarimbas o un breve recuento

Quiero comenzar diciendo que uno de los ciclos de mayor convulsión por la que ha atravesado el capitalismo es el que hoy vive. En su representación, los Estados Unidos han venido perdiendo paulatinamente terreno económico, político y por si fuera poco, el terreno ideológico frente a las nuevas tendencias del pensamiento, pisoteando o echando a un lado aquella tendencia de que existe un pensamiento único producto intelectual del periodo actual de la globalización, es decir, la derechización de las ideas y de la acción o como decía Fukuyama, a partir de los procesos de desmoronamiento de los regímenes de Europa Oriental y la perestroika de Gorbachov, el desmembramiento del pensamiento marxista vista desde la referencia de la desaparición de la Unión Soviética.

Hoy, en el comienzo de una nueva etapa del pensamiento humano, una nueva forma de interpretar la historia por las nuevas tendencias políticas y la precisión de entender el camino hacia la solución de los conflictos sociales, hemos llegado a concluir que existe una historia, que hay una historia y el centro del mismo es el hombre y no el mercado, que ya el hombre colectivo no es el instrumento dócil de la economía y que el hombre tiene un papel que cumplir y su papel es y ha sido fundamental para las nuevas relaciones entre él y su entorno.

El papel del individuo en la historia, para el marxista ruso Plejanov (1898), de explicar la genuina posición del marxismo en esta cuestión y responder a todos los mercenarios del capital, es que el individuo es la fuerza productiva que impulsa la historia. Es el grado de desarrollo de esa fuerza productiva quien determina la historia, no la acción de los hombres escogidos por los manipuladores de la historia, sin obviar el papel de los individuos hacedores de cultura, decía Plejanov que "Los individuos pueden influir en los destinos de la sociedad. A veces, su influencia llega a ser muy considerable, pero tanto la posibilidad misma de esta influencia como sus proporciones son determinadas por la organización de la sociedad, por la correlación de las fuerzas que en ella actúan. El carácter del individuo constituye un ‘factor' del desarrollo social sólo allí, sólo entonces y exclusivamente en el grado en que lo permiten las relaciones sociales".

Hasta aquí, el papel del hombre que transforma su medio y que asume una posición dialéctica en la historia hasta generar modelos determinados de sociedades a través de su acción cultural. No obstante, todo esto nos ha permitido comprender la dialéctica, el movimiento como forma de existencia de la materia, un movimiento que es no es lineal, fundado en contradicciones, es un factor decisivo para comprender la marcha de la naturaleza, del hombre y la sociedad.

Estas contradicciones me permiten llegar al análisis de los movimientos sociales que se han gestado a partir de la ofensiva neoliberal, como un hecho dialéctico, los cambios suscitados en algunos países de la región latinoamericana, constituye el paso fundamental que ha dado el desarrollo de las fuerzas productiva como elemento ductor de la historia y la sociedad.

No cabe duda de que los Estados Unidos, a pesar de su poder tecnológico y militar, ha venido perdiendo terreno en América Latina, hemos notado, hasta con el ojo más ingenuo, que esta región ya no es el patio trasero del país de la Doctrina de Monroe, los grandes movimientos sociales a partir de la fase más agresiva del capitalismo en su etapa de auge neoliberal, es una respuesta y para el entonces gobierno nefasto de Bush padre (1989-1993), quien suelta las cadenas a la economía más agresiva del siglo XX, quien legitimaria los cambios impuestos por las fuerzas del sistema de dominación en América Latina, inaugura un nuevo orden de dominación en nuestra región por medio del esquema neoliberal.

Los cambios políticos y las grandes amenazas ideológicas contribuyeron a un aceleramiento a la demanda de los pueblos de esta región. Comienzan a gestarse los primeros movimientos anti-neocoloniales, comenzando por Chiapas (1994), los movimientos altermundista de Seattle, en 1999, el Foro Mundial de Porto Alegre (2000), donde se concluye de que si es posible otro mundo. El resurgimiento de nuevas izquierdas, más radicales y más contestatarias, firmes en su convicción política.

Uno de los acontecimientos más analizados por sociólogos e historiadores es el que marcó la clave para el desenvolvimiento histórico de los pueblos de América Latina en su lucha contra hegemónica: el denominado Caracazo en 1989, producto del deterioro de la Venezuela distributiva a través de las elites dominantes, lo que provocó la deslegitimación de un proceso que arranco a partir de 1958, el fin de la era puntofijista que había gobernado la vida institucional del país durante cuarenta años. Aunado a ello, la rebelión de un grupo de militares de nivel medio, dirigido por el Teniente Coronel Hugo Chávez en 1992, cuyo “Por Ahora”, lo llevo a cristalizar el sueño de muchos venezolanos y que, no obstante, cambio el rumbo de la historia, dividiéndola en dos Venezuela la representada por una elite desnacionalizada que dirigían la toma de decisión y la organización del Estado para mantener el equilibrio sociopolítico de dominación, es decir, mantener la desigualdad entre los que hacíamos vida social en nuestro país, y la Venezuela representada por un pueblo protagonista.

Con el surgimiento de Chávez a la presidencia, se resquebraja el esquema de Washington, impulsada en el comienzo del periodo de Carlos Andrés Pérez (1989), mediante una serie de medidas económicas con una sobredosis de reglamentaciones y controles económicos en contra de la calidad de vida de los venezolanos, bajo el control de la mano invisible del mercado, comprimiendo los efectos distributivos de la intervención estatal en la acciones económicas.

La nueva Constitución del 99, las medidas económicas populares, el nuevo sistema social y económico impulsadas a través de la Misiones Sociales y Productivas, las 49 leyes Habilitantes y otros beneficios dirigidos a las clases olvidadas durante casi un siglo, dieron un cambio en la filosofía económica y social del gobierno socialista y revolucionario del presidente Chávez, lo que a su vez engendró enérgicas tensiones políticas entre factores opuestos que se negaban al cambio, de allí el golpe de Estado del 2002 y el paro petrolero del 2002-2003, cuyas pérdidas incalculables de este último nefasto acontecimiento no han sido recuperables hoy en día.

Durante el periodo de Hugo Chávez, Venezuela vivió momentos de contingencia política, por las constantes amenazas del imperio yanqui en su intento de recuperar los espacios naturales del país y en su afán de adueñarse de los yacimientos de petróleo unido a una elite entreguista que ha querido recuperar sus privilegios. Sin duda alguna, la pérdida del poder de un grupo en alianza para mantener el equilibrio de dominación social no ha dado ni dará su brazo a torcer. Hoy, con el ascenso del presidente Nicolás Maduro tras la pérdida física del comandante supremo, estos factores, conscientes de que realmente existe democracia, por el continuo de las elecciones, la participación popular, los beneficios sociales y económicos al pueblo, la disminución de la pobreza y el desempleo, entre otros, son irreconocibles por la antigua alianza hegemónica social.

Los “métodos criminales” a través de las denominadas guarimbas llevadas a cabo para derrotar esta nueva democracia, verdadera democracia, no han sido posible, ni con las elecciones transparentes y convincentes, ni golpes de estados, ni la tergiversación de acontecimientos mediáticos, ni con paramilitares coordinados por el narcoparamilitar Uribe, ni con desabastecimientos de productos de la sesta básica, ni los senadores republicanos del imperio, ni los gritos de Leopoldo López, ni las embustes y los melodramas de la ex-diputada María Machado y ni siquiera las incoherencias del discurso del perdedor pro-sionista Capriles, han podido con las toneladas de conciencia de un pueblo que acumuló experiencia y que está muy claro de su destino y a toda esta……¡No Volverán!




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Edgar Martínez-Castillo

Dr. en Ciencias Políticas


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