¿Somos revolucionarios con tremenda tormenta colonial?

Decía el sociólogo brasileño André Gunder Frank en su artículo titulado: "América Latina al margen del sistema mundial. Historia y Presente" que: (Ver en Revista Nueva Sociedad Nro. 123 enero- febrero 1993, PP. 23-34)

"El centro hegemónico político-económico nunca ha estado en América Latina o en

otro lugar del hemisferio sur. América Latina ha sido aún más marginal

que regiones de África y Asia. Algunas de estas últimas, han participado del centro

o de las rivalidades hegemónicas en el pasado y sólo con posterioridad fueron marginadas y periféricas. No obstante, aun entonces, asiáticos y africanos continuaron económica y políticamente más integrados al sistema mundial y sin perjuicio de ello mantuvieron muchos más valores de su propia cultura que los pueblos nativos de las Américas. Desde aquí, comienza un largo periodo de formalización sociopolítica que se instaura en una razón instrumental orientado a alcanzar los medios formales, como instituciones coercitivas, patrones de comportamiento, leyes, que generaron códigos genéticos en las sociedades naturales para establecerse como colonias dominantes, esa era el fin como prioridad."

En otrora, poderosas ambiciones invadieron nuestro espacio vital, en nuestro espacio de convivencia donde el uno y el otro compartían un núcleo en sana integración con la naturaleza que por un lamentable destino de la historia se interrumpe y estanca un proceso evolutivo donde dejamos de ser nosotros mismo productos de esas fuerzas de la historia que arrastra al hombre hacia su perversa destrucción debido a la ambición.

Una sociedad del otro lado atlántico que a partir del establecimiento de una sociedad llena de caos y prejuicio se instala a lo largo del siglo XVI, comienza, no obstante, un largo de fundaciones de ciudades y con ellas un marco institucional opresor, racista y segregacionista. Una cultura con prácticas comunes de la Europa sumergida en la guerra y el caos social e institucional y la competencia económica irracional. Considero antropológicamente que los Latinoamericanos somos portadores de los genes del caos europeo.

Es de esta manera que se trata, para dar una explicación menos formal, de la instauración de una estructura invasora de la cotidianidad comunal a una estructura que privilegio la utilidad de la acción considerando que los medios establecidos buscaba alcanzar un fin determinado: la trasmutación hacia un capital europeo y enseguida, considerando la historia como la existencia de una mariposa, en capital norteamericano (siguiendo a Eduardo Galeano, "Las Venas Abiertas de América Latina").

La velocidad de la historia es producida por la capacidad invasora de cada potencia o la invasión de una potencia poderosa convirtiendo los espacios invadidos en una necesidad que están enfocados en la explotación de recursos, sujetos que forman parte de la misma dinámica de desposesión dentro del marco de nuestro espacio de vida.

Para que pueda sobrevivir una potencia, como necesidad fundamental, quizás cartesiana, la invasión, la apropiación territorial, el control de los espacios para la supervivencia del sistema instaurado y luego la apropiación del sujeto mediante estrategias y técnicas como el control del individuo a través del cuerpo y vida. Es lo que Michel Foucault atribuía como el control del sujeto, de la vida para el mantenimiento del poder (biopolítica), el mismo autor explica cómo en los dos últimos siglos se ha dado un paso en la forma de ejercer el poder por parte de los Estados: anteriormente el poder se basaba en la capacidad del soberano de dar muerte, ahora se basa en la capacidad de gestionar la vida.

La vida está completamente invadida y gestionada por el poder. Por ello, las técnicas de los países dominante nos atacan por allí, en principio, el control del sujeto por medio de diseñarnos una vida creada por el poder del capital y el mercado, la raza superior y la tecnología, el consumo y la apariencia, el modelo de sociedad opulenta producto de la globalización en la sociedad colonial. En nuestro ejemplo, el Estado petrolero, como eje central, con una economía bajo el control hegemónico de las transnacionales, nos hicieron creer que el mito del progreso estaba en un Estado sumiso como un núcleo que nos garantizaba el camino al progreso.

Atendiendo estas particularidades, de nuestro modo de vida amarrada a un pasado que está muy arraigado en nuestras mentes, que todavía no ha sido superada, una parte cree que estamos en revolución, en un estado de cambio participativo porque tenemos una Constitución más democrática, pero el ejercicio participativo es otro porque si bien, analizando de manera científica y arduo desde el punto de vista sociológico y antropológico (porque el individuo sigue siendo el centro de la economía), todavía estamos subsumido en una práctica si se quiere, política y económicamente liberal.

El Estado con sus disposiciones legales e institucionales es todavía el instrumento que configura la representatividad entre las necesidades del pueblo (no integrado, no comunal) y el Estado que dispone de decretos populistas, leyes representativas del poder popular pero mediados y controlados por el Estado, con ello se demuestra ontológicamente, de que no existe un sujeto histórico capaz de sobrevivir en integración, es decir, en lo realmente colectivo. Mucho falta asumir nuestro compromiso para con nosotros mismos, compromiso este que nos permita decir que somos capaces de autogobernarnos.

Por ello seguimos bajo el control de los grupos que asumen la dirección política y económica dentro del Estado, hablo de los grupos políticos y económicos que están sentados en las sillas del poder representativo.

Dependemos de los flujos del petróleo, su precio, su volumetría, su distribución, comercialización y de su capacidad inversora para la sociedad. Ese es el esquema social que nos dejaron el poder de los enclaves económico desde la época de las concesiones, herencia esta que nos ha despojado de la identidad colectiva y eso mismo nos mantiene fraccionado y debilitados como para practicar la revolución como lo definió el comandante Ernesto "Che" Guevara: "Revolución es el cambio o transformación radical y profunda respecto al pasado inmediato. Se establece la revolución como una idea cambiante debido a lo que las circunstancias ameriten en el momento, estas pueden ser tales como económicos, culturales, religiosos, políticos, sociales, y militares".

Otro aspecto que nos aleja del concepto revolución es la circulación de la renta que justifica el deseo social. Terán Mantovani, nos ilustra con este párrafo lo cual nos da toda la razón al decir que estamos alejados de la praxis revolucionaria, leamos e interpretemos:

"La sociedad de consumo es contrarrevolucionaria porque despolitiza al sujeto y lo sumerge en la inmediatez, en el vacío, en el estereotipo, estableciendo una especie de presente eterno en la medida en que fragmenta la Historia, el espacio y la política. Y no se trata de una fragmentación comunalizada, sino de una en la cual el individuo queda desprovisto ante el poder del capital. Las Hummer, el silicón, los biopolímeros, el Blackberry y el Miss Venezuela se entremezclan así con el Che Guevara y Antonio Gramsci, con el cantar de Alí Primera, con los Consejos Comunales y el antiimperialismo. Bajo esta fórmula, la revolución se convierte en espectáculo." (https://www.alainet.org/es/active/69231).

El perfil del revolucionario es el de un individuo (termino genérico y perdonen el machismo lingüístico), es el de ser un sujeto preparado, critico constructivo de su entorno, que sepa dialogar en colectivo, que replantee la relación entre lo cotidiano y el conocimiento, que sepa articular entre la acción y el pensamiento, es decir, que profundice la esencia de los hechos y no se quede parado solo en la apariencia, que se involucre en la dinámica del aprendizaje permanente y que rompa con los estereotipos y que responda a las necesidades de lograr respuestas contextuales adecuadas, estos son los perfiles que en este momento me vienen a la mente, considerando que son muchos más.

Estamos en un mundo pequeño, producto de la aldea global, donde la economía de mercado también involucra al individuo como el centro de la economía porque lo involucra en la competencia y lo mantiene en constante competencia. Es el individuo y no el colectivo el que ofrece la libertad del mercado. El mercado te impone una agenda, te separa de la razón, puesto que esa razón, para los neoliberales no posee poder para organizar la sociedad. La sociedad, según Frederick Hayek, no se organiza a través de un proceso racional deliberativo (como arma constructora). La sociedad, según los liberales, se organiza espontáneamente bajo la dirección del mercado mismo y no de los planes colectivos conjuntamente con el Estado.

Entonces, ¿somos revolucionarios en una acida lluvia colonial?

Estos preceptos nos indican lo lejos que estamos para construir un socialismo auténticamente bolivariano. Por tal motivo mi única conclusión es recordar las tres palabras que nos dejó nuestro comandante eterno Hugo Chávez: Revisión, Rectificación y Reimpulso Revolucionario.

 



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Edgar Martínez Castillo

Dr. en Ciencias Políticas


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