Al día de hoy hemos discutido y comentado “el caso Walter” desde infinidad de puntos de vista, aplaudo tan magnífica diversidad e interés en este asunto, pero, debo insistir en lo negativo de la utilización de la descalificación personal como argumento base de la discusión, así como me parece poco útil “suponer “ que las acciones del Sr. Walter Martínez solo estan basadas en su ego, en una pataleta por no haber sido invitado a la ONU, en que es un burgués o lo que es peor, en que no hay pruebas de su compromiso con la revolución.
Asi que ahora hay compatriotas que merecen entrar y otros no, y esto solo basado en que algunos tienen “pruebas” de su pasado revolucionario y por lo tanto pueden decidir quien sí y quien no.
Por supuesto que es necesario en un revolucionario ética, conciencia, principios y sobre todo _coherencia_ en su actuación a lo largo de su vida pública (si la tiene) o privada, y es vital que su decir concuerde con su hacer, pero (si, otra vez) no es aceptable que compatriotas revolucionarios creen una versión neo-inquisitoria a la que solo le falta un Torquemada moderno para condenar y luego juzgar (en ese orden) a todo el que disienta o proteste y llevarlo a la hoguera “sin aviso y sin protesto” como en aquellos antiguos giros de la mueblería que nuestros padres pagaban.
La información de la que disponemos es incompleta, por lo que lo primordial es saber a cabalidad las motivaciones de cada lado y el fondo “real” del problema entre ambas partes. Hasta ahora lo que con certeza podemos ver es que ha habido censura y un pésimo manejo de la situación, y que la denuncia u opinión del Sr.Walter Martínez es reflejo de lo que de manera general percibimos.
Continuar argumentando sobre la base de rumores, chismes o supuestos no dejara ningún beneficio a nadie, y menos a la necesidad de discutir extensamente, profundamente y abiertamente qué política comunicacional tenemos (¿ existe? ) _discusión que necesita urgencia y conclusiones para ya_, pues la falsimedia golpista esta arreciando con sus ataques y lo que viene desde ahora hasta que el presidente Chávez confirme su reelección en diciembre del 2006 no será precisamente una fiesta.
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