Miguel Angel Pirela tiene razón

Tuve la oportunidad de ver la intervención que en su programa “Cayendo y corriendo” hizo Miguel Angel Pirela a propósito de la manipulación mediática de la que se valió El Nacional para proyectar la imagen del Maestro José Antonio Abreu como padrino de las pretensiones canallas de Miguel Bosé y Juanes. Me sentí muy bien que, ante la carnicería inmerecida de que era víctima este venezolano de excepción, por quienes, a estas alturas, todavía son capaces de creer lo que publica El Nacional, Pirela utilizara su voz y su prestigio para hacer justicia con quien es el creador y espíritu de esa experiencia pedagógica y humana extraordinaria llamada el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de la República Bolivariana de Venezuela.

Solamente agregaría que no hay derecho a exigirle al Maestro Abreu más de lo que ha dado y lo que sigue dando: Poner lo mejor de su esfuerzo y de su talento en continuar un programa que ha dado felicidad y formación musical y humana a miles de jóvenes venezolanos y a sus orgullosas familias. Parafraseando a Fidel, diría que no es una revolución marxista; pero, en términos marxistas, ¡es un carajazo de revolución!: humana, estética, solidaria y profundamente popular. Nada menos y nada más que ha popularizado lo que antes sólo estaba reservado a los llamados altos estamentos sociales.

¿Por qué pedirle conductas propias de un militante político? ¿Lo preferiríamos en las plazas públicas y en los espacios de televisión dando discursos a favor de la revolución e insultando a sus enemigos antes que concentrado en su tarea pedagógica y organizativa? ¿Qué una cosa no niega la otra y hay gente que puede hacer ambas? Es verdad. Pero eso no desmerita a quienes se dedican intensamente a una sola cosa: A hacer la revolución política, o hacer la revolución musical con la incorporación masiva de jóvenes de sectores populares, o hacer productivos los campos venezolanos, o a defender nuestras fronteras, o a curar a los enfermos, etc., etc. En todos esos casos, hay que hacer bien el trabajo. Y cuando se hace bien el trabajo, satisfaciendo las necesidades materiales y espirituales de las mayorías e incentivando los poderes creadores del pueblo, como decía Aquiles Nazoa, no sólo se hace política sino que se hace la mejor política.

No conozco personalmente al Maestro Abreu ni necesito conocerlo para tener una opinión sobre su obra. Eso sí, he sido testigo de la transformación profunda y de los rostros de felicidad de niños que acudían y acuden a núcleos del sistema. En particular, recuerdo a un niño –hoy es un adulto- que hacía de empaquetador en un automercado de Catia. El entusiasmo y la alegría contagiosa con que hablaba de su experiencia de aprender a tocar el violín es lo más parecido que he visto a la igualdad de oportunidades para acceder a todas las opciones de la cultura que han sido negadas a los pobres durante toda la historia de este país.

Así, compañeros, tomen un poco de valeriana y pongan sobre una balanza la palabra y, sobre todo el trabajo del Maestro Abreu, de un lado, y la palabra y –otra vez, sobre todo- el trabajo de El Nacional, Bosé, Juanes y cuanto enemigo del proceso de la revolución ande suelto por allí. Verán, que al igual que yo, terminarán concediéndole la razón a Pirela.

rhbolivar@gmail.com


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Rafael Hernández Bolívar

Psicología Social (UCV). Bibliotecario y promotor de lectura. Periodista

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