Los falsos ideológicos

“El camino al infierno está hecho de buenas intenciones”… y con aceras de deseos

Dicho popular complementado por un filósofo callejero.

Hace tiempo escribí un artículo titulado “¿Quién detiene la revolución?” Intentaba explicar que son los errores propios, más que las zancadillas opositoras, los que limitan el avance. Ciertamente la oposición viene ensayando toda suerte de tácticas golpistas, con muchos más fracasos que aciertos, pero con una insistencia al parecer irreductible. Como sabemos, pregonamos y asumimos de acuerdo a los lineamientos del Líder Comandante, esta revolución es pacífica. He buscado en distintos diccionarios de la lengua española a ver si alguna de sus acepciones es “Lenta”. Ha sido en vano, no hay sinonimia entre ellas. Sin embargo, hay mucha confusión al respecto pues la lentitud y la burocracia son fustigadas casi en cada Aló Presidente. Hay que excogitar sobre el tema, es decir, pensar profunda y metódicamente cómo solucionarlo.

Sabemos también que se trata de un proceso donde la función tiempo es una coordenada agregada a las demás. Si no la apreciamos en su justa dimensión, perdemos el sentido de la oportunidad y por ende la eficiencia que debe caracterizar a las y los revolucionarios. Sobre todo en el ejercicio de la función pública.

Yo, obtuso e incipiente revolucionario, no puedo convenir en que ese tipo de fallas puedan ser entendidas en el marco del aprendizaje, porque supone que quien va a cualquiera de esos cargos es un neófito tanto en cuestiones políticas y gerenciales, como ideológicas. De esto hay gran cantidad de escritos, así como criterios que establecen y definen no solo el perfil sino las circunstancias adversas en las cuales muchas revoluciones debieron asumir la administración pública y cómo salieron adelante. El Che nos dejó formidables lecciones al respecto.

Entonces ¿Les hemos dado garrotes a varios ciegos? Si es así ¿Vamos a insistir en eso? Es verdad inconmovible que hemos avanzado, que una década de esfuerzos para lograr la mayor suma de felicidad posible están dando sus frutos y que específicamente las Misiones han sido claves para elevar la calidad de vida de los ciudadanos de la República. Pero no puedo admitir el argumento porque si bien es contraproducente magnificar hechos como los de los contenedores con comida vencida, tampoco lo es minimizarlos con porcentajes o esgrimir que le hacemos el juego al enemigo con la crítica, por lo incómoda que resulta en un escenario pre electoral.

Ese hecho en particular se está investigando en profundidad y hay varios detenidos por el caso. Pero creo que tengo derecho a pedir que no usemos un criterio como que “eso es parte del aprendizaje” o califiquemos de error un caso delicado cuyas consecuencias y alcances no han ido determinados en su totalidad. Según AIPO, se trata de todo un plan conspirativo. Particularmente pienso que eso se parece más a un crimen que a una lección no aprendida. Paradójicamente no terminamos de asimilar que el enemigo interno resulta peor que el declarado, pues va y ocupa las oquedades ideológicas del proceso, infecta con viejos hábitos su entorno y traba los lineamientos de la revolución.

No podemos ser aquiescentes con ninguno de ellos “ni un tantito así”. Ni por omisión, ni por descuido, ni por muy buenas intenciones que prediquen. A la vez, tratar de morigerar la jauría mediática opositora con este tipo de argumentos, no beneficia al proceso y resulta en una lección a la que no pienso asistir como alumno.

Y no me vengan con excusas de “revolucionómetros” porque si tal aparato existiera, la Polar sería roja rojita.

pladel@cantv.net


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Plácido R. Delgado


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