La ofensa a la memoria del Mariscal de Campo José Félix Ribas

Es muy difícil sobreponerse a la muestra de odio y a la mácula que le colocaron a la historia patria, aquellos que envalentonados, pasaron sobre el recuerdo de unos de los más valientes patriotas de la guerra de la independencia nacional. A José Felix Ribas le sobró el coraje para colocar en polvorosa huida a Boves, reivindicado ahora por la canalla de la derecha nacional e internacional, mediante esos actos fanáticos y vandálicos en momentos en que se conmemoraba el Bicentenario de la Batalla de la Victoria. Me pasma, me duele en el alma una juventud que reniega de su historia, y en recuerdo a aquel prócer y de todos los caídos en los momentos en que se tambaleaba la II República Hace dos años, escribí en mi libro “Prosas portátiles de la vida sencilla (Ediciones del Solar, 2012)” una corta prosa, romántica y en cierta forma una añoranza por la vida valiente de Ribas:

La Gazeta de Caracas lo informó en octubre de 1813. José Félix Ribas se le reconocerá como Mariscal de Campo. Este guerrero indomable, ha superado todas las pruebas; atrás quedaron las calumnias sobre sus procederes, aquello de su gusto por el juego de cartas y por la vida licenciosa con las pardas, las dos únicas diversiones de esa Caracas colonial, salvo una tercera que a veces incluía en sus deberes: ir a la misa, a escuchar las latosas plegarias a Dios y al Rey, que eran lo mismo. Sus luchas desde el 19 de Abril, o antes, cuando comenzó a buscar apoyo de los pardos a un proyecto de revolución torpe e ingenua hasta que todo parecía perdido han recibido su reconocimiento. Pero también se premió los escarceos infatigables en el rio Magdalena y los triunfos en la campaña por rescatar la república venida a menos. Aguardando estaba la patria por estos hombres de la Campaña Admirable. Batalla tras batalla José Félix era más indómito que sus caballos, más severo que el acero de su espada y más certero que cualquiera para rasgar cuerpos enemigos. Ahora es un Mariscal de Campo. ¿Quién lo duda? ¿Quién opina diferente? Cualquiera de los realistas lo podría poner en duda, pero nunca Bolívar o los restantes oficiales patriotas a quienes salvó de alguna derrota o les agrandó los triunfos. Que gigante luchador este y que difícil entenderlo; su sentido práctico y directo de la realidad lo llevaron tempranamente al destierro; su pecado fue alertar sobre las degollinas en Quito y sus consecuencias. Luego cuando los años de la cortita Segunda República, los cuchillos de Boves, Morales, Antoñanzas, Suazola y los demás criminales realistas comenzaron a dejar riachuelos de sangre en los pueblos, comentaban: Tanto que lo dijo José Félix.

Pero ya era tarde, ahora lo importante estaba en enfrentar a los criminales insaciables de sangre, y fue así como logró derrotarlos en La Victoria. En medio de la polvareda que semejaba un tifón incontrolable provocado por los caballos del ejército comandado por Campo Elías, se selló el triunfo. Pero luego, los reveses del lado de los buenos aumentaron, y vino la batalla de Urica, donde la patria le cobró a Boves sus crímenes; una lanza le partió el costillar y el corazón, pero aún así, no fue posible el triunfo patriota; ese fatídico día se llevó una inmensidad de luchadores en las armas y en el ideario. Días después, José Félix en la retirada, hambriento, sediento, exhausto, dormitaba en la sabana repasando los hechos, en una tristeza inconmensurable, que fue luego mayor cuando la traición, la entrega y el martirologio lo purgaron a una muerte horrenda, cruel, vil. Alguien finalmente se encargó de desprender la cabeza que burbujeaba sangre por la boca y los oídos, la preparó en salmuera, la colocó en un barril de madera, para darle el uso que a los españoles carroñeros les parecía ideal. Hay que exhibirla, decían algunos; no aquí decían otros, Tucupido es muy pequeño, lo mejor es enviarla a Caracas. Y allí fue a parar esa cabeza con los ojos abiertos para que los esbirros de un Rey preso y cabrón la escupieran, la maldijeran y le dieran la espalda.

Ahora que todo está consumado, se supo que esa cabeza era lo mejor de José Félix, era el baúl de sus pensamientos libertarios, el espíritu de su valentía, el arrojo, la constancia y como si todo esto no fuese suficiente, en esa cabeza expuesta que guardó una mente prodigiosa también estaba su lealtad a los pardos, a los negros a los indios, a esos que por descuido se fueron a luchar por un tiempo al lado de nuestros enemigos, con la suerte que regresaron al lado patriota y fueron las lanzas que traspasaron a los patanes criminales, enemigos de la República… pero, ya Ribas estaba convertido en esencia y en recuerdo.

Quienes perturbaron con su maldad la celebración del Bicentenario de la Batalla de la Victoria, le cortaron otra vez la cabeza a Ribas.

mmora170@yahoo.com


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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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