Tener la fama de ser un galán y además con muchos bríos para hacer el amor, hizo de Simón Bolívar un personaje que en un campo, diferente a las glorias políticas y militares, se cuenten historias de amor, la mayoría sin sustento. En cualquier pueblo donde Bolívar haya pernoctado es posible que se aparezca alguien a contar que allí nació un varoncito hijo del Libertador, hijo de una “tal”, que cayó en sus fieras redes del amor.
Además, Bolívar infirió en las memorias dictadas en el “Diario de Bucaramanga” a Louis Perú de Lacroix que su esposa no le dejó descendencia, pero que él no era estéril. De allí se agarraron los historiadores para buscar al menos cuatro hijos pudieran haber resultado de sus relaciones.
En su temprana juventud, en su primer viaje a Europa conoció un matrimonio aparentemente estable. Se cuenta que la esposa “asalta cunas” le fue infiel con el joven de apenas 18 años, pero eso no llegó a mayores. El joven Simón regresó a Madrid donde había quedado impregnado por la belleza natural de una prima dos años mayor que él, a quien cortejó y le ofreció matrimonio, su propia familia le sugirió que debía tener unos años más para darle una respuesta que lo más probable sería aprobatoria. Así que, en mayo de 1802, se casó con su prima María Teresa Rodríguez del Toro e inmediatamente hizo maletas para venirse a Venezuela con su esposa. Sin duda estaba enamorado, pero tanta parafernalia le interrumpía su idilio y sus ganas. Menos de nueve meses duró ese matrimonio. Ella murió de paludismo y él decidió, y lo juró, no volverse a casar, así sería su pena.
Regresa luego en su segundo viaje a Europa y va a Paris. Su antigua amante a escondidas, tiene una niña que daba pasitos, y había nacido en abril de 1803, la famosa Flora Tristán. Todos los análisis y evidencias históricas niegan que sea hija de Bolívar, salvo que haya sido un embarazo que superaba la duración de la gestación de una elefante. Se dice que algunos quieren que ese parentesco exista a la fuerza para relacionar dos personajes revolucionarios prestigiosos, y además relacionar al Libertador con el famoso pintor Gaugin, nieto de Flora. Increíble.
En mis paseos mentales o imaginarios, desde que salió de Cartagena de Indias en 1812, la travesía del rio Magdalena, Ocaña y luego por la ruta de la Campaña Admirable, desde Cúcuta, San Antonio, Bailadores, Mérida, Trujillo, siempre conseguí eventos festivos donde el general Bolívar disfrutaba bailando y coqueteando.
En el rio Magdalena, dormía en hamaca y siempre había un moza mulata, de muslos de bronce, masajeando su espalda, hasta bañarse en su propio sudor. En Ocaña el recibimiento apoteósico, además de querer declararlo Libertador, a lo cual se opuso, le presentaron las bellas juveniles y una dio un discurso que lo derritió; de allí a los cuentos. En Cúcuta aseguran que dejó un hijo en Pie de Cuesta e identifican a una joven señora como el vientre amoroso que frecuentaba al general. Eran varias las enamoradas de Simón Bolívar en su permanencia después de la famosa y victoriosa batalla de Cúcuta, aguardando el permiso para rescatar la república venezolana. La mejor amiga murió degollada por los realistas, tiempo después. Ella le cosió una casaca azul bordada en hilo dorado, muy bella; dicen que la usó para la avanzada en San Antonio y luego en la entrada triunfal en Caracas.
En San Antonio disfrutaba de las lavanderas en el río, de los bronces del sol fronterizo. Una le lavaba su ropa y salían a pasear por las márgenes del rio, hasta donde solo se escuchaba el rio del agua. En Bailadores fue una gran fiesta, las chicas se pelearon por lavarle su ropa y luego el infatigable Simón bailó toda la noche bajo la luz de fanales; cuando partió el danzarín, una de ellas quedó llorando pero alegre. En Mérida fue más discreto, allí lo nombraron Libertador y una de sus espadas no pudo usarla, muchos ojos sobre su espalda cuidándolo. Pero, en Trujillo tuvo fiesta de la buena, y a una joven aristócrata, por error en el baile le rompió el vestido con una polaina de oro que no se quitó. Cuentan que ella le dijo, no se disculpe general Bolívar, puede razgarme todo el vestido, y si pasó algo no se sabe, pero en Trujillo es muy frecuente que la gente diga que Simón Bolívar dejó hijos en esa tierra rebelde. Si el cura revolucionario Rosario dejó como diez hijos, uno que haya dejado el Libertador, no es criticable. De manera que hay mucho mito y creatividad popular sobre la vida amorosa y sexual del Libertador.
Los amores de El Libertador con Manuelita Saenz fueron intensos, y hoy día son referentes de un idilio con alto contenido de erotismo mezclado con historia patria. No tuvieron hijos físicos pero dejaron un legado epistolar que erizan la piel de cualquier lector.
En 2017, Teresa Fanny Campos Costas y Luis Gregorio Costas Dulong, dos jóvenes emparentados con José Antonio Costas, escribieron el Libro “Bolívar en Potosí, una historia de amor”. José Antonio es el presunto hijo del Libertador nacido en una relación con María Joaquina Costas y que fue asentado como hijo natural, no reconocido por Bolívar de manera legal, pero existen evidencias de apoyo a su manutención, al financiamiento de un viaje de ella y su hijo al Perú, para escapar de la presión política que se le estaba presentando por esa maternidad, y también parece que existen evidencias de correspondencia cruzada. En algunos artículos, le asignan otro nombre el hijo de Bolívar: José Antonio de la Trinidad.
Actualmente estoy contactando a los autores del libro para que me lo envíen de Bolivia. Los autores del libro, se sienten felices y orgullosos de llevar sangre de Bolívar y los potosinos bolivianos sienten también el orgullo de ser el lugar donde se perpetuó la sangre del Libertador.
Otros autores confirman que María Costas era esposa de un militar argentino que la repudió al saber que lo engañaba con Bolívar. Tuvo ese hijo cuando tenía 31 años y ella fue educadora. Son varios los libros que muestran las actas de nacimiento y defunción.
En 1975, un escritor entrevista a un bisnieto de José Antonio Costas quien dijo que le fue imposible acceder a los archivos a buscar los documentos de su bisabuelo. Luego el Obispo permite la investigación y en un documento se consigue que es una acta de matrimonio archivada en 1895, se dice que José Antonio Campos es hijo de María Juaquina Costas y del finado señor Simón Bolívar. También han conseguido cartas falsificadas redactadas con el estilo del Libertador donde acepta la paternidad, pero carecen de lógica cronológica.
Hay otras historias y mitos, pero me agradaría que alguno fuera cierto, y que alguien de su descendencia esgrima nuevamente la espada no contra personas sino contra los vicios de la república.