El poco romántico Álvarez Paz

Realmente no sé por qué dispenso misericorde atención a este alicorto sujeto de la fáunica política del otrora. Célebre por aquellos días cuando en el Estado Zulia –siendo su lustrado Gobernador- cual Capuleto, instauró férreamente la aplicación de la “Ley de Vagos y Maleantes” en uno de los más fervientes y patinegros admiradores de la belleza de su hija. Con cárcel pago este desafortunado y Montesco enamorado la osadía “criminal” de pretender idílicas cercanías sentimentales con la hija de uno de los que por aquel entonces se consideraba el amo del valle o de estas tierras de Dios situadas alrededor del Lago de Maracaibo. Ahora cuando en los anales sentimentales del Zulia aun queda registro de una de las más febriles y primaverales historias de amor y odio clasista, este nada bucólico señor vuelve a la carga nada menos que a pretender los dominios y los honores perdidos.

Repotenciado bajo la ira y el supuesto auxilio financiero de los batisteros de Miami, considerado la última carta marcada por el otro maracucho Orlando Urdaneta, viene tan alcohólicamente conservado como los animalitos o fetos que se guardan en los frascos de los anatómicos. Por algún lado le han encontrado dotes de intelectualidad, prestigio y humildad, ingredientes necesarios y obligados dentro de los arcanos manuales de la alquimia para hacer presidentes inflables marca USA.

Aun reconocido por haberle despojado al vetusto y siempre engominado Caldera la candidatura a la Presidencia de la República por Copei, osó relevar y renovar la sangre que corría por las venas del mismo inamovible camino de los viejos y seniles paquidermos que reinaban y pastaban en el “jurasico” destino de la patria venezolana. La osadía le resultó cataclísmicamente fulminante tras perder bajo los etílicos encantos de Lusinchi. Prácticamente fue execrado de cualquier pretensión de regenerar su existencia partidista y política. En aquel entonces estaba escrito la existencia de una tácita convencionalidad que regulaba la práctica y la coexistencia pacífica de la acción política. Entre el bipartidismo de AD y Copei existía un teléfono rojo sólo utilizado cuando en status quo parecía resquebrajarse.

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Waldo Munizaga


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