El diente roto de María Corina

A la manera de Pedro Emilo Coll.

A los 45 años, combatiendo con los granujas del chavismo, María Corina recibió una pedrada en un diente. Éste le quedó como una sierra, allí comenzó la gloria de Maria Corina. Con la punta de la lengua, María Corina, se tocaba sin cesar la sierra del diente roto y tornóse entonces la susodicha en callada y tranquila. Todo el mundo pensó que María Corina estaba meditando. Ella no chistaba y permanecía horas enteras en actitud contemplativa, como en éxtasis. El doctor Granier la examinó y la encontró perfecta de salud. La dama, exclamó el galeno, es un caso excepcional, tiene el “mal de pensar” es una filosofa, una genio. María Corina no hablaba sino simplemente se acariciaba el diente roto.

Su reputación de filósofa y pensadora creció a niveles envidiables. Todo el mundo le rendía admiración. Pasaron los años y Maria Corina fue aclamada como académica, científica, política, y hasta pudo ser presidente por su silenciosa sabiduría. Todo era bien bonito, hasta que Teodoro “El Búlgaro” le dijo al mundo que María Corina no sabía de nada sino que simplemente tenía el diente roto. Por eso no hablaba. El Catire del Batey no se inscribió en la trampajaula que montó la “Sumatota” para elegir a Borges de Primero Justicia. Tampoco lo hizo Roberto Smith quien le cantó sus verdades, dijo el candidato, mira María Corina, no entro en concursos de belleza ni de popularidad, no soy cantinflas ni artista de televisión. Sacude para otro lado. ¿Por qué no discutimos sobre programas de gobierno? Total es que, la María Corina, nunca había hecho una investigación, ni siquiera un estudio superficial sobre métodos electorales.

Por supuesto que mucho menos es docente ni jurisconsulta en esa ciencia. No es docta en computación, mucho menos en doctrina electoral. No ha sido juez. Nunca, pero nunca, ha participado en ninguna elección, ni siquiera de reina de carnaval en su infancia. No tiene libros ni artículos escritos o publicados nacional o internacionalmente sobre procesos electorales. No sabe de máquinas electorales ni de programas. Desconoce como muchos que es el código fuente. Ni siquiera ha sido testigo de mesa, miembro de mesa y mucho menos presidente de mesa. ¿Y entonces se pregunta este articulista? ¿Cómo es que los medios de comunicación la tienen como una genio? Anjá. Contesta El Búlgaro, coreado por Smith y más tarde por Manuel Rosales: El silencio sepulcral y la cara de sabia silenciosa de María Corina se debe a que tiene un diente roto y se la pasa todo el día tocándose la sierra del canino con la punta de la lengua. Exactamente como Juan Peña del cuento de Coll.

Todos estos personajes, que una prensa ávida de un salvador, de alguien a quien oponer a Chávez o al chavismo, ídolos con pies de barro que se derrumban ante el primer soplido, encumbrados por un periodismo primitivo y de oropel, elevados a la estratosfera de la gloria sin ofrecer mayor currículo, terminan por enterrar aún más las pretensiones de minar la popularidad del gobierno o de ofrecer alternativas creíbles. No pasan de ser espantapájaros roídos por el tiempo. Erigirse, por obra y gracia de unos medios de comunicación mancillados de conspiración y tornados en simulacros de areópagos, como la sacerdotisa electoral, fue un vahído de la sociedad encopetada. La dama se ha limitado a exhibir sus atuendos Carolina Herrera, a recibir dinero a borbotones de los blancos criollos amos del valle y de los organismos espías de los Estados Unidos. En su reunión con Bush sus mejores frases se limitaron a hablar de cuan contenta se sentía por ser recibida por el gran gurú del norte. Es obvio, que ni una sola idea, ni una sola frase útil o inteligente salió de tal reunión. Ni de ninguna. Siguió con su diente roto. Dale que dale la lengua. Con sus vestiditos propios del Jet Set. De lo más cuchi la niña.

esalvarado1000@yahoo.com


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Eduardo Semtei


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