¿Honorable Asamblea Nacional?

Al camarada Earle Herrera.

Tanto Emilio Litré y Pierre Larousse (filólogo y lexicógrafo, respectivamente) como la Real Academia de la Lengua coinciden en otorgar al término HONORABLE un significado relativo al honor, definiendo éste como: “Cualidad moral que lleva al cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros mismos” y también se considera como “Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito…”. Características que distan mucho de la imagen institucional que la gente ha comenzado a percibir de nuestra honorable Asamblea Nacional.

Efectivamente, la misérrima actitud de los parlamentarios de la oposición con su conducta inmoral, irrespetuosa y de baja reputación busca que la gente perciba la Asamblea Nacional como una institución incapaz de cumplir su responsabilidad en armonía con la ciudadanía. Buscan deslegitimar la institución legislativa, hacerla improductiva para neutralizar su papel en la construcción de la nueva arquitectura jurídica de la nación y los cimientos de la Patria. Lamentablemente, la excesiva retórica, el consignismo y un discurso que, muchas veces, raya en lo procaz han hecho que algunos parlamentarios Bolivarianos caigan en esta minúscula provocación y terminen haciéndole el juego a la oposición.

La Asamblea Nacional es un cuerpo político y deliberante por excelencia que por su naturaleza democrática debe respeto a todas las corrientes del pensamiento y por su carácter legislativo tiene el deber de producir, sancionar y organizar el nuevo andamiaje jurídico que regirá el proceso de cambios políticos y transformación social del país. Esta Asamblea Nacional tiene la obligación histórica de repensar los cimientos jurídicos de la Patria Nueva. Ese objetivo estratégico es lo que quiere frenar la oposición con sus bufones disfrazados de parlamentarios y sus corruptos escondidos tras una inmunidad mal interpretada.

El esplendor, la trascendencia y relevancia institucional de esta Asamblea Nacional (con mayoría Bolivariana) no se la dan su deberes y principios (el deber ser), éstos se lo garantizan los parlamentarios que alcanzaron esa responsabilidad por su compromiso y convicciones. Ningún parlamentario Bolivariano puede sustituir las ideas y los principios por el chisme, la anécdota vacía, el improperio y cualquier suerte de agresión verbal porque nuestro compromiso nos exige un discurso acorde con el humanismo del Socialismo del Siglo XXI como instancia superior de la organización social y humana.

En la Asamblea Nacional sobrevive una camarilla opositora que funciona como una compañía. Cada miembro defiende los intereses de sus socios sin importar el daño que causen. De ahí deviene esa complicidad automática entre corruptos inescrupulosos. A esa camarilla, debemos derrotarla a punta de argumentos con solido sustento y la claridad necesaria para demostrar la esencia de cada planteamiento, denuncia y/o proyecto legislativo.

El discurso del parlamentario Bolivariano deber ser denso en su contenido y solido en su argumentación para alcanzar una relación con la sociedad que lo convierta en instrumento para el debate necesario; el debate de las ideas. No hacerlo, es caer en el juego de la oposición y contribuir a la deslegitimación de la institución.

La investidura parlamentaria de J. C. Caldera y R. Mardo constituye una afrenta para Asamblea Nacional que pone en peligro su institucionalidad. La insania moral que los defiende puso al descubierto su perversa estrategia. La reiterada actitud desafiante de Marquina matizada con los discursos vacíos y destemplados de Ismael García es una muestra de la mediocridad que los ahoga, confunden debate con pelea callejera porque carecen de ideas. La actitud rochelera de Julio Borges con sus cartelitos circenses y su sonrisa congelada paseándose por el hemiciclo, cual payaso sin guión, es evidencia de su incapacidad para argumentar a favor de sus gloriosos corruptos. Borges es la muestra de su debacle ideológica y carece de planteamientos para atender la realidad del país. Borges es un bufón sin parlamento tratando de convertirse en el protagonista de la farsa de la oposición.

La estrategia de la oposición está clara. Pretenden deslegitimar la esencia de la Asamblea Nacional. Para derrotarlos, necesitamos llevarlos al debate de las ideas. En ese terreno, escogerán la ausencia remunerada como último privilegio del pasado.

Darío Morandy


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Darío Morandy


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